Henos aquí otra vez: en vísperas de un nuevo plan fiscal, ahora en el marco de un convenio de servicio ampliado del fondo (SAF) con el FMI. Las autoridades aseguran que dicho organismo no nos impondrá nada, ni siquiera nos hará demandas puntuales. Simplemente fijará metas y dependerá de nosotros cómo las alcancemos. De ser cierto, la naturaleza de la consolidación fiscal radica en la voluntad política de la administración Alvarado. Los presagios son ominosos.
Note cómo la retórica oficialista ya es la misma de ocasiones previas: el gasto público es inflexible y hay poco espacio para reducirlo. Es más, son las erogaciones del gobierno las que están sosteniendo el consumo, por lo que hacer recortes en una crisis sería contraproducente. Además, no hay tiempo, por lo menos a corto plazo. Si bien una consolidación fiscal balanceada implica hacer recortes, lo que apremia ahora es enviar una señal contundente para calmar a los mercados. Y eso solo se logra con ingresos frescos. Sí, habrá reformas estructurales del gasto, pero, primero, vénganos tu reino con nuevos impuestos.
Además, estos tributos deben afectar al “gran capital”. Por eso, no nos extrañemos de una sobretasa sobre los salarios más altos y las ganancias de las empresas, un impuesto al patrimonio y, cuidado, hasta un impulso por la renta mundial. Incluso las zonas francas podrían estar en el radar. Para mitigar la resistencia del sector productivo, se propondrá que la mayoría de los nuevos impuestos sean temporales y que se complementarán con reformas al gasto. Obviamente, la caducidad de los gravámenes trasciende el 7 de mayo del 2022.
En cuanto al gasto, volverán a plantear las iniciativas con las que el gobierno se comprometió desde que se aprobó la última reforma fiscal, como la ley de empleo público, el congelamiento del empleo estatal, la suspensión de alzas salariales y la reestructuración institucional. Para proyectar una imagen reformista, incluirían la venta de algunos activos estatales, como Bicsa y Fanal, que no valen mayor cosa de todas maneras. Pero, el aspecto más crítico para el gobierno es que el SAF abrirá las puertas a más endeudamiento externo para el próximo año, incluida la posibilidad de nuevos eurobonos. Ya saben: es esto o default. Tómenlo o arriesguen las consecuencias. Es déjà vu total.
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