Hace 37 años, cuando fundamos el Club de Investigación Tecnológica, nos preguntábamos cuál era la tecnología más importante. Seguimos planteándonoslo, aunque la respuesta suele variar con el tiempo.
En 1988 decidimos que las redes de computadoras eran trascendentales y, por tanto, nuestra primera investigación y publicación fue sobre estas. Las redes siguen siendo cruciales, incluso posiblemente más que nunca, pero muchos creen entender cómo funcionan, aunque sorprende el escaso entendimiento sobre la tecnología 5G.
La importancia, para nosotros, no es solamente por su impacto en la economía, sino sobre todo por el entendimiento necesario para aprovecharla.
En la segunda mitad de la tercera década del siglo XXI, tenemos una plétora de tecnologías importantes, desde la inteligencia artificial (que algunos aseguran agregará varios millones de millones de dólares al PIB mundial) hasta la computación cuántica, que casi nadie entiende. Luego están internet de las cosas, la robótica humanoide, los gemelos digitales, la gobernabilidad de los datos, la ciberseguridad, la experiencia del usuario, la interoperabilidad de los sistemas independientes, los brazos robóticos industriales, entre otras.
Si les agregamos las posibles combinaciones entre ellas, la lista se torna bastante larga, pero la pregunta sobre cuál es la más importante no desaparece.
Preguntarnos por la relevancia de las tecnologías nace de la necesidad de priorizar, ya que no podemos estudiarlas ni pregonarlas todas al mismo tiempo.
¿Cuál es primordial que entendamos? ¿Cuáles debemos aprovechar lo antes posible? ¿Cuáles nos dan una ventaja competitiva? ¿Cuáles nos dejarán en desventaja si no las aprovechamos?
Tradicionalmente, hemos dilucidado estas preguntas mediante una encuesta entre los afiliados al club; sin embargo, es imposible saber si esta es la mejor manera, ya que es necesario un mínimo de entendimiento de las tecnologías para priorizarlas.
Otro enfoque es plantear primero qué nos gustaría lograr con las tecnologías. Por ejemplo, una mejora sustancial en la calidad de los servicios públicos o en la eficiencia y eficacia de ciertas industrias de manera que casi no haya fricción, o implantar la transparencia radical que haga casi imposible mentir, o incrementar la productividad para que todos disfrutemos de suficientes vacaciones (tal como sucede en algunos países desarrollados). La lista de posibles objetivos es todavía más larga que la de tecnologías disponibles para ayudarnos a alcanzarlos.
Las aplicaciones de la tecnología de la información a la educación y la salud son obvias y de gran alcance. En el caso de la educación, el posible impacto es doble: educación en tecnología y educación con tecnología, además de la tecnología que permite a los educadores dedicarse a educar y dejar de perder tiempo en labores administrativas.
La tecnología aplicada a la salud también es de vasto alcance: permite que los usuarios, también llamados pacientes, sean dueños de sus datos y los compartan con profesionales de la sanidad privada o pública por igual; y que mejore el diagnóstico sustancialmente y reduzca el tiempo de desarrollo de medicamentos.
Priorizar las tecnologías en beneficio de la salud y la educación es consecuente con nuestra identidad nacional. En Costa Rica, nos interesan ambas, y por eso estuvimos dispuestos a abolir el ejército.
Por ende, esas tecnologías deberían ser las más importantes para nosotros, aunque si analizamos la disfuncionalidad en ambos campos en el sector público, concluiremos que tecnologías que nos ayuden a abolir la corrupción son igualmente fundamentales.
No existe un algoritmo para escoger las tecnologías más importantes, y menos un índice basado en ponderaciones, ya que los pesos que se asignan a las diferentes variables suelen esconder preferencias que no son explícitas.
La mejor manera de hallarla es conversando pausada y ordenadamente, permitiendo que tanto proveedores de tecnologías como posibles usuarios del sector público y privado opinen de manera abierta y sin ocultar posibles intereses.
También hemos encontrado que este tipo de conversaciones es mucho más eficaz si se realiza presencialmente. Las conversaciones virtuales son eficientes con el tiempo de los participantes, ya que eliminan el traslado, que se ha vuelto caótico en nuestras calles y carreteras.
La renuencia que tenemos a las reuniones presenciales es comprensible porque todos la sufrimos; sin embargo, la calidad de las discusiones serias y comprometidas sufre tremendamente. Las reuniones virtuales son muy eficientes para coordinar, repartir tareas y definir metas, no para cuestiones más complicadas sobre las cuales nadie sabe la respuesta y entre todos la andamos buscando.
Por tanto, en el Club de Investigación Tecnológica, como en muchas otras organizaciones, estamos convencidos de que debemos encontrar el equilibrio correcto entre reuniones presenciales y virtuales.
Las reuniones mensuales bien pueden ser virtuales, pero debemos reunirnos presencialmente varias veces al año, durante varias horas o incluso todo el día, con el objetivo de tratar asuntos más relevantes y con mayor profundidad. Es probable que cuando encontremos el equilibrio perfecto ya existan nuevas tecnologías que nos obliguen a reconsiderar todo otra vez.
El Dr. Roberto Sasso es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.