Con las primeras lluvias de mayo le caen a cántaro críticas al presidente. En Dota se sabe lo fácil que es ir al patio a buscar ramas caídas y echarlas al fuego para calentarse. Pero poco mérito tiene hacer leña del árbol caído. Se compite en poner el dedo acusador sobre las llagas del Ejecutivo. Es el árbol agobiado por pandemia, crisis fiscal, desempleo y letanía interminable de abandonos acumulados. ¡Salado! Le tocó que sus ramas alicaídas alimenten la hoguera de las vanidades.
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Ese concepto nació en 1497, en Florencia, cuando Savonarola condenaba vicios y hacía fogatas de lujos superfluos. Así se acuñó el nombre de esa pira. ¡Justicia poética!, diría Aristóteles. Don Carlos es discípulo de un Savonarola criollo que fundó su partido desde un púlpito de denuncias de corrupción hasta por absurdas nimiedades. Y el circo aplaudía. Su primer seguidor en la presidencia podó los árboles frente a la Casa Presidencial por un asunto de transparencia. Se pasó de lo ridículo a lo trágico y, ahora, a Carlos Alvarado. Paga ser honrado, pero llegó con poco más que eso y sin mapa, ni brújula ni rumbo.
Que nadie diga que él defraudó. Las expectativas eran demasiado bajas para eso. Lo escogimos en un trance desesperado, como única opción para escapar de polarizaciones confesionales y abordar verdaderas urgencias. Y lo hizo. Ahora se borran sus primeros bríos unitarios y la forma galante con que enfrentó un chantaje sindical que aún castiga a nuestra niñez. Olvidamos lo vital, su entereza al no seguirle el juego, ni siquiera a su partido, de nutrir el debate con diferencias ideológicas y buscar un sentido de unidad nacional frente a la división imperante.
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No me uno a esos fuegos. No le ha faltado tinta a esta pluma para denunciar entuertos. Pero cada cosa a su tiempo. Hoy es momento de escudriñar la mala hierba que aprovecha la crítica fácil a quien fácilmente se puede criticar. Tras condenas al mandatario se puede esconder el sonido peligroso de recetas mágicas. Si Hamelín condena, nos invita al abismo.
¡Ojo! Ataques a la administración ganan aplausos obvios, pero ese árbol ya no cuenta. Cuentan nuevas semillas que sospecho ausentes cada vez que oigo vanos reclamos en tiempos de propuestas.
vgovaere@gmail.com
La autora es catedrática de la UNED.