
No me sorprendió para nada leer que inteligencia artificial y computación cuántica son dos de las tres tecnologías estratégicas de China. La tercera sí me sorprendió.
Según The Economist, la tercera tecnología estratégica es lo que llaman “economía de baja altitud”. Están construyendo todo un ecosistema y su cadena de valor para producir y operar dispositivos que vuelan a menos de 1.000 metros de altura. La mayoría lo hace a bastante menos de eso.
Estos dispositivos se pueden catalogar en dos categorías muy amplias: drones y autos voladores autónomos (eVTOL: electric vehicle take-off and landing). La corresponsal cuenta en la reciente edición de la revista, que fue a Guangzhou a probar una de estas cápsulas con 16 hélices alrededor, que se elevan unos 50 metros del piso y vuelven a aterrizar en el mismo lugar.
El eVTOL de la prueba es fabricado por EHang, que en marzo anterior se convirtió en el primer fabricante de eVTOLs del mundo en recibir una licencia para transportar pasajeros comercialmente, y pronto empezará a ofrecer vuelos al público tanto en Guangzhou como en Hefei.
Los autos voladores autónomos son bastante novedosos, pero los drones ya tienen años de estar funcionando comercialmente. Meituan, una app de entrega de comidas, posee pequeños quioscos donde los trabajadores de enormes edificios de oficinas van y hacen fila para recoger su almuerzo, el cual es depositado en el techo del quiosco por drones.
El año pasado, solo Meituan entregó más de 200.000 órdenes de comida con drones. Para el año 2030, esperan tener por lo menos 100 fabricantes de autos voladores compitiendo con EHang.
La economía de baja altitud es pequeña, pero está creciendo sumamente rápido. A finales del año pasado había 2,2 millones de drones civiles registrados y se entregaron 2,7 millones de paquetes (sin incluir comidas) en China.
El correo (China Post) utiliza drones para enviar paquetes y correos a islas cercanas. Hay 250.000 drones regando pesticidas y fertilizantes sobre los campos agrícolas. Los bomberos utilizan drones para apagar incendios en edificios muy altos. También son utilizados para monitorear las fronteras por donde suelen pasar contrabandistas y para enviar exámenes de laboratorio en emergencias.
Obviamente, esto no sucede solo: es impulsado por el gobierno. A finales del año pasado, crearon el Ministerio de la Economía de Baja Altitud. La regulación, en este caso, existe y es muy estricta, pero lo sorprendente es que no entorpece el desarrollo tecnológico.
Shenzhen ha creado una vasta red de casi 500 terminales para que los drones aterricen y despeguen y ha creado 250 rutas fijas entre estas. También ha expandido la red de 5G para garantizar excelente conexión a todos los drones que vuelan a menos de 120 metros. Esto llevó a que se produjeran 776.000 entregas con drones el año pasado. Hoy, es posible obtener aprobación de una nueva ruta en cuestión de días.
Ayudar, no entorpecer
Es bastante obvio que Aviación Civil debe participar en la creación de regulaciones, pero para ayudar, no para entorpecer. Si el espacio se comparte, se debe compartir también la información, de quien (o, mejor dicho, qué) está volando adónde. La alta conectividad entre los objetos voladores permite que todos sepan qué hay en su entorno cercano, para que, con software medianamente inteligente, sea posible garantizar la seguridad del todo el sistema.
La eficiencia que se logra es asombrosa. En Beijing, hay varias circunvalaciones concéntricas. La parte situada más al este de la quinta circunvalación está como a 30 kilómetros de la que está más al oeste. Manejando, se tarda una hora fácilmente. Y un auto volador autónomo lo hace en 10 minutos.
Un “piloto” (lo que hace es monitorear los vuelos) puede hacer cientos de entregas en un día; un mensajero en moto eléctrica nunca podría llegar ni cerca de esos números.
Es evidente que China está apalancando su experticia en fabricación de vehículos eléctricos y de baterías. En Costa Rica, no fabricamos ninguna de las dos; asumo que por motivos de escala. Pero podríamos fabricar drones y utilizarlos en un montón de aplicaciones que aún no se nos han ocurrido. Si, efectivamente, fabricar drones es demasiado difícil, podríamos comprarlos y utilizarlos en aplicaciones innovadoras.
Alguien dijo hace un tiempo que las motos contaminantes de los repartidores son como mosquitos en el manglar: realmente, son una amenaza y la mayor causa de muerte en las calles.
Ya pronto vamos a tener red 5G. Deberíamos ofrecer premios a las aplicaciones más innovadoras que nos ahorren tiempo, pero, sobre todo, agravio. Las calles y carreteras de este país se han convertido en algo sumamente desagradable. La tecnología no soluciona todo, pero sí ayuda.
Roberto Sasso es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.