Un amarillento y aplastado rollito de flores de santa Lucía, que cargo desde hace varios años, es lo más cercano que tengo a una cábala para atraer la prosperidad. Nunca entendí bien si cada año nuevo debo cambiarlo o si debo conservarlo hasta que termine de pulverizarse dentro de mi billetera.
Muchas veces, olvido que lo tengo guardado, y cuando lo encuentro por casualidad decido conservarlo, en agradecimiento a la persona que me lo obsequió. Lo cierto del caso es que las flores de santa Lucía siempre andan conmigo, en las buenas y las malas, en tiempos de abundancia y de estrechez, cuando hay y cuando no.
Pero, para ser franco, nunca siento que este amuleto incida en mi situación económica más que el esfuerzo propio y la generosa Providencia. Sin embargo, no juzgo a quienes realizan rituales en esta época, como por ejemplo comer uvas, vestir de amarillo, cargar maletas o colocar un billete debajo del zapato.
A fin de cuentas, esas cábalas a nadie dañan y, por el contrario, podrían convertirse en una especie de soporte emocional para establecer metas y tratar de alcanzarlas. Eso sí, a Dios rogando y con el mazo dando. Los buenos propósitos deben ir acompañados siempre de trabajo, constancia y valentía para superar los tropiezos.
Por eso, a pocas horas de que el 2023 nos regale su primer amanecer, es importante hacer una distinción entre la fantasía y los sueños que sí pueden hacerse realidad. Volver a estudiar, conseguir empleo, recuperar la salud, comprar casa, viajar o reconciliarse con un ser querido son objetivos personales muy válidos para el nuevo año.
Además de voluntad y oportunidad, para alcanzar tales propósitos, se requiere un plan de acción realista que contemple pasos, plazos y medición de resultados. Lo mismo ocurre a escala nacional. Tanto el gobierno como el sector privado deben definir con claridad las metas del 2023 y la ruta que planean seguir.
Generación de empleo, reactivación económica, construcción de infraestructura, educación de calidad, estabilidad fiscal y reducción de la violencia son grandes necesidades. La atención de estos asuntos necesita mucho más que rituales y artificios para atraer el bienestar. Si realmente queremos un cambio, la mejor cábala es la acción.
