
Los carros eléctricos toman cada vez más fuerza en el parque vehicular de Costa Rica; sin embargo, las cifras aún se alejan de las metas planteadas en el Plan Nacional de Descarbonización. Al ritmo actual, el país tardaría 25 años en renovar el 70% de la flota.
De acuerdo con el Estado de La Nación, en el 2024 se reportaron 22.732 vehículos de este tipo en circulación, de los cuales el 81,5% correspondió a carros particulares.
A pesar de la elevada cifra, estas unidades representan menos del 2% de la flota automotor del país.
El Estado de La Nación estimó que, de mantenerse ese ritmo, el porcentaje de carros eléctricos alcanzaría el 19% del total del parque vehicular en el 2035 y el 70% en el 2050.
El Plan Nacional de Descarbonización estableció la meta de que, en el 2035, un 30% de la flota de vehículos ligeros ‒privados e institucionales‒ será eléctrico y, para el 2050, un 95%.
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Se enfrentan desafíos importantes para avanzar en estos objetivos
- Los altos costos de los vehículos
- El desarrollo de infraestructura de carga
- Una mayor cultura de movilidad
El Informe Estado de la Nación añade que el aporte actual de las unidades eléctricas a la reducción de emisiones contaminantes es limitado.
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En el 2024, las emisiones evitadas por el uso de vehículos particulares de este tipo fueron 64 Gg ( gigagramos) de CO2 (dióxido de carbono) equivalentes. La proyección es que, para el 2030, la cifra suba a 469 Gg de CO2e y 2.164 Gg de CO2 en el 2040. Se trata de cifras “relativamente pequeñas” si se comparan con las emisiones generadas por los derivados del petróleo en el sector transporte.
El Estado de La Nación señala que la disminución de operadores de autobús incide directamente en el aumento del parque vehicular, lo que a su vez genera mayor congestión, presión sobre la infraestructura existente y más contaminación.

Estrategia fallida
Para David Gómez Murillo, consultor experto en movilidad eléctrica, si bien la estrategia de electrificación que se planteó en el Plan Nacional de Descarbonización, tenía buenas intenciones, los resultados no han sido los esperados.
El problema, explicó, es que las reducciones arancelarias y otras políticas para impulsar los vehículos eléctricos generaron que las personas con mayores recursos hagan la transición energética de vehículos de gasolina a eléctricos, pero esto sigue siendo un porcentaje relativamente bajo para generar el cambio que se pretendía en el consumo de combustibles fósiles.
“Tenemos incentivos que están ayudándole a las personas más adineradas, incluso a tener beneficios fiscales pues deberían estar dirigidos idealmente más bien hacia el transporte público. Deberíamos haber comenzado con la electrificación y los incentivos a la electrificación de la flota de vehículos de transporte público porque ahí es donde, de manera más significativa, se puede reducir las emisiones debido a la gran cantidad de viajes hechos en transporte público”, explicó.
Gómez apuntó que la electrificación de vehículos particulares es importante, pero debería ser un fin secundario.
“El cambio de gasolina a electricidad en los motores de los vehículos únicamente genera beneficios en cuanto a emisiones, pero no genera beneficios en seguridad vial, en congestión y en otras externalidades importantes de los vehículos que las tienen independientemente de si son de gasolina o si son eléctricos”, concluyó.
De acuerdo con los datos del Estado de La Nación, en el 2024 se contabilizaron 9.635 gigagramos de dióxido de carbono equivalentes (Gg de CO2e), un 20,8% y un 5,4% más que en el 2016 y el 2023, respectivamente; y el sector transporte fue responsable del 77,6% de las emisiones de ese año.
