
Roma. En el centro espiritual del mundo católico, un grupo de costarricenses vive con emoción y fervor el Cónclave: la histórica elección del nuevo papa.
El ambiente del Cónclave ha reunido en la Plaza de San Pedro a compatriotas que, ya sea por convicción religiosa o por coincidencia del destino, comparten un mismo deseo: ver surgir el humo blanco que confirme la elección del sucesor de Francisco.
Así, entre fe, banderas y emoción, los ticos fundidos en la gran marea humana que aguarda con reverencia en la Plaza de San Pedro, también se han logrado encontrar unos a otros a la espera, ojalá, de presenciar en vivo el inicio de un nuevo capítulo para el Vaticano y para el mundo.
Dorys Fernández Corrales y su esposo, Luis Campos García, llegaron a Roma como parte de un viaje vacacional, sin imaginar que serían testigos de uno de los eventos más solemnes del catolicismo.
“Hemos conocido muchos ticos aquí, ha sido como un pedacito de Costa Rica en Roma”, relató Dorys con entusiasmo, al recordar cómo divisó banderas nacionales entre la multitud.
“Nos encanta estar aquí y esperamos que hoy elijan al papa. Esa es la fe”, comentó emocionada, mientras expresaba su anhelo de que el nuevo pontífice continúe con el legado social y humano del papa Francisco. Lo dijo minutos antes de que, tras la cuarta votación de los cardenales, salió la fumata blanca, signo inequívoco de que la Iglesia católica eligió al sucesor de Jorge Mario Bergoglio.
“Ayer lo visitamos en su tumba, y le pedimos a Dios ver a un papa como él o incluso mejor”, agregó la vecina de San Ignacio de Acosta.
Desde Pavas, Steven Cortés viajó solo con un propósito claro: presenciar el momento en que se anuncie al nuevo pontífice.
“Ese fue el objetivo de mi viaje. Salí el domingo y llegué el lunes al mediodía, después de 22 horas. Me voy el 11 de mayo, así que espero que haya papa a más tardar mañana”, dijo con determinación.
Cortés llegó a la plaza este jueves a las 7:30 a.m. hora local y afirmó que no se moverá hasta ver la fumata. Su sueño se cumplió pasadas las 10 a. m. cuando la chimenea más vigilada del mundo, emanó humo blanco.

“Se siente la universalidad de la Iglesia. La emoción que se vive aquí, con personas de tantas partes, es indescriptible”, señaló el administrador de empresas, quien labora en el Hospital San Juan de Dios.
Entre los costarricenses presentes también está el sacerdote Emanuel Quirós Chavarría, de la Diócesis de Cartago, quien estudia Derecho Canónico en Roma desde hace cuatro años.
A tan solo 20 minutos a pie del Vaticano, no dudó en acudir a la plaza para ser parte del acontecimiento.
“Son momentos que no se repiten. He recibido a muchos ticos en estos años, pero ahora me impresiona ver cuántos han venido. Escuchar un ‘pura vida’ al ver la bandera es muy bonito”, dijo conmovido.
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El sacerdote evita mencionar nombres, pero reza para que el nuevo papa sea un hombre de “unidad y equilibrio”.
“Los extremos no son buenos. Que sea alguien en quien podamos mirar y decir: él es mi papa, él es mi pastor”, reflexionó.
La familia también está presente.
Álberth Porras, vecino de Escazú, y su hermano Wílberth emprendieron la travesía desde Costa Rica con múltiples escalas para llegar a Roma a tiempo para el Cónclave.
“Movimos el mundo y lo caminamos casi para venir acá”, contó entre risas al recordar su viaje, que incluyó paradas en Madrid y París, y 17 horas de espera en un aeropuerto.
Otros ticos, como Ademar Araya y Priscilla Mora, junto a su hijo Daniel, llegaron por casualidad.
Tenían planeado un viaje de vacaciones desde hace meses, sin imaginar que coincidiría con este momento crucial para la Iglesia. “Sí, había escuchado que el ambiente lo atrapa a uno... y es verdad. Tiene mucho de cierto”, dijo Ademar.
