
Ciudad del Vaticano. La Plaza de San Pedro y la vía de la Conciliazione en el Vaticano fue una mezcolanza de idiomas y nacionalidades, estaba aterrada de personas, la mayoría, turistas a quienes el cónclave, en su primer día, tomó este miércoles de vacaciones. Algunos otros, los menos, tomaron un avión para presenciar, en primera persona, la elección del Papa número 267 de la historia.
Al Vaticano siguen llegando miles de visitantes, no solo los 1.400 millones de católicos. Todo transcurrió con normalidad, como si no hubiera un cónclave en curso. Cada tanto se veía a un grupo de turistas con su respectivo guía y su banderilla que lo identifica para que nadie se pierda.
Hubo familias enteras y amigos. Personas que llegaron solas o en grupo. Lo usual en una ciudad como esta, los 365 días del año. Solo algunas cosas alternaron el tumulto cotidiano y presagiaban que algo iba a ocurrir. La periferia de la plaza de San Pedro estaba cercada, abarrotada, por miles de periodistas, fotógrafos y camarógrafos. Más de 4.000 solicitaron una acreditación.
Las medidas de seguridad eran similares a otras ocasiones, no se observó un despliegue inusual. Aunque en esta ocasión sí es prohibido ingresar con botellas, incluso si están vacías. Decenas de ellas, baratas y caras, desechables o retornables, son abandonadas a los costados de los puntos de acceso a la plaza.
A la salida sí existe la posibilidad de recuperarlas, siempre y cuando, hayan sobrevivido y nadie se haya llevado una “por error” —la mía sí sobrevivió—.
En las horas previas a la primera votación, que arrancó a las 4:30 p. m. (8:30 a.m. en Costa Rica), el flujo de transeúntes se mantuvo con normalidad, unos iban y otros venían, y en ese vaivén se cruzaban con periodistas. Imposible no toparse a uno.
“Hasta me siento famosa de ver tantos periodistas”, expresó entre risas Paulet Uscanga, una maestra mexicana recién graduada, a quien sus abuelos llevaron de viaje a Europa como regalo de graduación.
Fue hasta minutos antes de las 4:30 p. m., hora de inicio de la primera votación, que las personas se comenzaron a afincar lo más cerca posible de la basílica, que colinda con la Capilla Sixtina, donde los 133 cardenales electores decidirán, en una votación secreta, quién será el nuevo pontífice. Banderas de diferentes países acompañan a los feligreses.
Desde allí, para los ojos de cualquier humano, la chimenea por donde se anuncia con humo negro que no hay elección, o bien, con humo blanco cuando ya haya un papa, es casi imperceptible, solo se visualiza la parte superior, un cucurucho metálico.
La basílica de San Pedro operó con normalidad, los turistas entraron y salieron sin descanso. Los museos también se pudieron visitar, aunque como es obvio, su estancia más emblemática, la Capilla Sixtina, estará cerrada hasta que no haya un nuevo Papa. Ahí es donde se realizan las votaciones.

Nostalgia y alegría
En la plaza de San Pedro había fieles católicos y otros que llegaron solo por curiosidad, para presenciar un hecho histórico. Por algo existe el dicho de “cada muerte de obispo”, que funciona como sinónimo de “muy raramente, casi nunca, cada mucho tiempo”.
Los más fieles se apersonaron con sentimientos encontrados. Con tristeza por el fallecimiento del papa Francisco y con emoción por saber quién lo sucederá y por poder estar presente en ese momento.
Ese fue el caso de Norma Contreras, una enfermera peruana, quien se mostró conmovida con la elección. “Es una bendición estar aquí, solo pedirle a Dios que ilumine a los cardenales para que elijan al mejor, al más humano, al que vele por la paz, por el cese a la guerra, para que pare la violencia”.
El español David Alonso viajó desde Galicia con un grupo de 49 peregrinos, quienes se quedarán en Roma hasta el próximo sábado. Él calificó como una feliz coincidencia el estar en el Vaticano en estas fechas, pues el viaje lo programaron desde hace un año.
“Es un hecho histórico el estar aquí, estamos muy emocionados, ojalá que nos podamos ir cuando ya tengamos un nuevo Papa”, afirmó Alonso, quien portaba una bandera gallega.
Mientras que Luz Mary Chavaco, de Colombia, quien también vino de vacaciones junto a su esposo y una pareja de amigos, aseguró sentirse muy emocionada por la ocasión y fue enfática al asegurar que desea que el nuevo papa sea italiano.
“Es algo especial el estar en un cónclave, tras un papa tan especial como lo fue Francisco”, afirmó Chavaco.

Primer humo negro
Al final, la primera fumata de este cónclave ocurrió a las 9 p. m. (1 p. m. hora de CR), cinco horas después de que se cerraran las puertas de la Capilla Sixtina, y dos horas después de los previsto para la primera fumata. Mucha expectativa pero a la vez, poca algarabía al ver el humo negro salir de la famosa chimenea en el techo de la Capilla Sixtina... tal y como se esperaba para una primera votación.
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Para este jueves están previstas cuatro votaciones, dos por la mañana y dos por la tarde. Y solo dos fumatas, una a medio día (tras las dos primeras) y otra al final de la tarde (tras la tercera y la cuarta).
Si tras la primera o la tercera votación hay un papa electo, se cambia la dinámica e inmediatamente se realiza una fumata, lo cual podría ocurrir a media mañana o media tarde, en horario de Roma.
Si después del tercer día sigue sin haber elección, se hace una pausa de un día, la cual sería el domingo. Si eso ocurriera, sería histórico, pues las votaciones nunca se han estancado tanto en el último siglo y medio.
En el 2005 y el 2013 apenas duraron 24 horas y se resolvieron con cuatro y cinco votaciones, respectivamente. Juan Pablo II por su parte, requirió de ocho escrutinios, en 1978.
Una vez concluida esa pausa, se realizan siete escrutinios, con una pausa de un día entre ellos. Si se llega a 34 votaciones sin un desenlace, se elegiría solo entre los dos candidatos con más papeleta, pero siempre con una mayoría de dos tercios (89 votos).
A la Capilla Sixtina solo se entre para votar, no hay debates, intervenciones ni deliberaciones. Las conversaciones entre los cardenales se realizan en almuerzos, cenas y conversaciones de pasillo.