
Roma, Italia. La Basílica de Santa María la Mayor, en el corazón de Roma, a escasos metros de la estación de trenes de Termini, se convirtió en el nuevo atractivo turístico de la capital italiana.
Desde hace dos semanas, esa iglesia construida en el siglo IV, se volvió la parada obligatoria para miles de turistas de todo el mundo, católicos o no.
Su atractivo no se debe necesariamente a los mosaicos en sus paredes o a sus reliquias, sino porque desde el pasado 26 de abril, allí yacen los restos mortales del papa Francisco, el primer pontífice americano, oriundo de Argentina, quien falleció el día 21 de ese mes.
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En las afuera de la basílica —una de las cuatro papales de Roma— cientos de personas hacían fila para ingresar, la mañana de este viernes 9 de mayo, pocos horas después de la elección del cardenal Robert Francis Prevost como nuevo líder de la Iglesia católica, bajo el nombre de León XIV.

¿Cómo ver la tumba del papa Francisco?
La fila iniciaba al lado izquierdo de la iglesia y se prolongaba hasta detrás, en una explanada donde con vallas metálicas y de manera improvisada, se trazó un camino serpenteante para evitar aglomeraciones en las vías aledañas. Máxime que ya hay tour guiados que hacen una parada obligada en esa iglesia para visitar la tumba de Francisco.
Miembros de la Cruz Roja se encargaban de acomodar y regular el flujo de visitantes. Si bien la fila es larga, se mueve con rapidez. De previo al ingreso hay que pasar por un puesto de control y un detector de metales, nada inusual. La entrada es gratuita.
Se entra por el lado izquierdo, por la Puerta Santa. Desde allí, en fila india, se camina casi hasta llegar al altar mayor. Pocos metros antes, también a mano izquierda, se encuentra la tumba del papa Francisco. No es nada pomposa. Es toda de color blanco y solo tiene la leyenda: Franciscvs, como él lo pidió antes de su muerte. Encima, en la pared, hay una cruz, también en color blanco.

Unos cuantos arreglos de flores blancas y amarillas, con hojas verdes, yacen cerca de la tumba. Dos oficiales impiden que las personas se detengan. A uno de ellos, constantemente se le escucha decir en ingles e italiano: “Avancen, avancen, no se detengan”. De los pocos lugares donde es casi imposible tomarse una selfie o una fotografía posada.
Casi de inmediato, tras observar la tumba en tiempo veloz, el pasillo, el cual está dividido en dos por una cinta roja, choca con una valla de madera y, entonces, se debe emprender el retorno por el mismo lugar por donde se llegó.
En total, ese recorrido, según constató La Nación, puede tardar unos 30 minutos.

Basílica particular
Si bien Francisco es el primer papa en un siglo que no es sepultado en las grutas de la Basílica de San Pedro, en Santa María la Mayor hay otros siete papas enterrados.
Se trata de San Pío V (1504-1572), Clemente IX (1600-1699), Sixto V (1521-1590), Clemente VIII (1536-1605), Nicolás IV (1227-1292), Honorio III (1150-1227) y Pablo V (1550-1621).
Allí, se alberga el icono mariano más importante: la Salus Populi Romani, una imagen de la Virgen de pie, de medio cuerpo, con el niño en brazos.
El papa Francisco ponía sus viajes apostólicos bajo la protección de la Salus, a quien solía visitar antes de su partida y después de su regreso.
Además, ahí hay cinco maderos que, se asegura, formaron parte de la cuna donde estuvo Jesús en sus primeros días de vida en Belén.
Sumado a lo anterior, Santa María la Mayor es una de las pocas que no tiene forma de cruz, sino que conserva la forma del templo romano pagano sobre la que fue levantada. Originalmente era un santuario en honor a la diosa Cibeles.