Alrededor de 712.000 jóvenes quieren viajar fuera de Costa Rica en los próximos dos años, de acuerdo con un estudio de Unimer sobre los hábitos de consumo de las generaciones de más corta edad, cuyos resultados fueron presentados el martes de la semana pasada.
La mayoría de esta camada de turistas en potencia planea financiar el periplo con ahorros propios (77%), y me atrevo a decir que algunos optarán por “mochilear” hacia destinos remotos, más allá de las fronteras del circuito de los parques de atracciones de la Florida.
Qué interesante si además de pasear y conocer otra cultura (que ya de por sí no es poca cosa), estos viajeros afinan vista y olfato para traer, de tierras lejanas, nuevas oportunidades de negocios, maneras distintas de hacer un proceso, anotaciones detalladas sobre los hábitos de consumo de poblaciones remotas, o ejemplos de cómo agregar valor a bienes y servicios.
Hace unos días participé en un seminario de la Organización Mundial del Comercio sobre los desafíos del comercio internacional y, precisamente, en una de las charlas se reflexionaba sobre cómo, a pesar del auge de Internet y las compras electrónicas, hay barreras difíciles de sortear sin una observación detallada del mercado.
Sabemos que Costa Rica produce café de excelente calidad, muy apreciado en países como Japón, donde se vende el grano oro, pero, ¿será esa la manera de colocar este mismo producto en China o en Chile?
La respuesta puede estar en un estudio de mercado preparado por un equipo de especialistas, pero imagine la cantidad de información que podría recopilar un viajero acucioso de visita por Sichuán o Valparaíso.
Viajar nos permite ensanchar la visión de mundo, reafirmar nuestra independencia, ejercitar la tolerancia, perder el miedo a lo diferente, escuchar o practicar otra lengua, probar nuevos sabores. Todo eso, y además podría ser nuestro primer contacto con una oportunidad de negocio o nuevo mercado.
Le aseguro que los camiones que venden comidas, las microcervecerías, las personas que sacan a pasear perros ajenos y una amplia lista de bienes y servicios que hoy se consiguen en el país, no son invenciones locales, y más bien ideas que alguien captó en el extranjero y se animó a ponerlas en marcha.