
“Fíjate en la hormiga y adquiere sabiduría”, dicta un proverbio bíblico, y, aunque resulta impropio mezclar ciencia y religión, hasta el momento, no hay experto capaz de desmentir tal premisa.
Estos molestos insectos que invaden muchos de nuestros espacios cotidianos son, en realidad, desarrolladas sociedades de las cuales tiene mucho que aprender el ser humano, aseguró Adrián Pinto, microbiólogo ambiental del Centro de Investigación en Estructuras Microscópicas (Ciemic).
En ese sitio, ubicado en la Ciudad de la Investigación de la Universidad de Costa Rica (UCR), en San Pedro, actualmente se estudia la especie Atta cephalotes –conocida en nuestro país como zompopa– para entender la forma en que estas hormigas utilizan sus antibióticos naturales y gestionan los residuos orgánicos.
¿El objetivo? Emplear ese conocimiento en soluciones para la vida cotidiana tales como el uso responsable de los antibióticos, la producción de combustibles amigables con el ambiente y el manejo de plagas de estos mismos especímenes.

Fuente de conocimiento
Según dijo el especialista, la forma en que estos insectos emplean sus microbios buenos y, al mismo tiempo, controlan a los malos, es una pauta a seguir para el uso de antibióticos por parte de los humanos.
Asimismo, destacó la capacidad de esta especie para administrar ese antibiótico que portan naturalmente.
“Son agricultoras. No hacen como nosotros; ellas no aplican un pesticida que mate todos los microbios, sino que favorecen los buenos para que estos les ayuden a controlar a los malos. Eso se conoce como agricultura de precisión, la cual no decide aplicar el pesticida parejo, sino cuando se necesita”, expresó el microbiólogo.
En cuanto a la potencialidad de esta especie en la producción de biocombustibles, Pinto detalló que son expertas en convertir biomasa (materia presente en desechos orgánicos como restos de piña y brosa de café) en energía.

“Esas bacterias benéficas presentes en las zompopas pueden tener enzimas que nos ayuden a producir combustibles, porque son eficientes en la degradación de celulosa”, expresó el especialista.
La celulosa forma parte de la pared de las células vegetales y es el principal componente del papel. Se trata de una molécula difícil de descomponer porque el enlace químico que la compone dificulta la degradación.
Sin embargo, las zompopas son muy eficientes en el proceso de descomposición de esa molécula.
En su proceso natural de supervivencia, estos individuos acarrean miles hojas, la cuales convierten en un hongo que es donde viven y del cual se alimentan.
“De las hojas que ya se comieron, el material vegetal sobrante lo hacen a un lado y lo ponen en cámaras que están más abajo del hongo donde habitan; hacen como una compostera. Ese material orgánico, con la acción de los microbios, se calienta y busca salir con fuerza al exterior. Entonces, ellas hacen un túnel para que salga y, al mismo tiempo, entre aire frío en túneles adyacentes. Son perfectos sistemas de ventilación” aseguró Pinto.
Este proceso, indicó el biólogo, es un claro ejemplo de reutilización de residuos orgánicos.
Según dijo Pinto, darles una segunda vida a sus desechos elaborando combustibles amigables con el ambiente es una opción para la industria nacional.

Trabajo de años
El estudio de las hormigas en el Ciemic, así como en la estación biológica La Selva, en Puerto Viejo de Sarapiquí (Heredia), está más vivo que nunca.
Recientemente, Rolando Moreira, investigador del Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales (CIET) –con el cual el Ciemic trabaja en conjunto y también tiene sede en la UCR– llegó a otro descubrimiento.
“Cuando la reina va a formar otras colonias, sale con una semillita que obtiene del jardín fúngico (donde viven) y sale a formarlas. Esa semilla lleva microbios potencialmente benéficos que se pasan de una generación a otra por esa acción de la reina. No sabemos cómo, lo que sí podemos decir es que esa semilla lleva microbios potencialmente benéficos”, explicó Pinto.
El Ciemic trabaja en la investigación de estos insectos desde el 2009, cuando se constituyó.
Aunque en el país hay varios lugares dedicados a indagar el comportamiento de las zompopas, sobre todo para el control de plagas en la agricultura, este es el único centro dedicado a la microbiología ambiental.
Uno de los principales hallazgos de este equipo de trabajo se registró en el 2016, cuando, estudiando las hormigas Apterostigma (familiares de las zompopas), hallaron una molécula que podría tener poder antibiótico y antifúngico para tratar infecciones comunes en los seres humanos y que atacan las uñas, la boca, la piel y otras zonas del cuerpo.
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La molécula fue bautizada con el nombre de Selvamicina porque fue hallada en hormigas de la Estación Biológica La Selva.
Además del Ciemec y del CIET, la UCR cuenta con otra entidad dedicada al estudio de los insectos para mejorar la calidad de vida de las personas: el Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (Cibcm).
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