Observar a una ballena sacudir la cola hacia los lados, o, golpear el agua de manera repetida, puede resultar sorprendente para la mayoría de turistas y llevarlos a malinterpretar estas conductas como algo positivo, cuando en realidad podría ser una señal de molestia por parte de los cetáceos al sentir su espacio invadido.
Según expertos consultados, esto ocurre porque en ocasiones algunas embarcaciones de las empresas que brindan tours al Pacífico para el avistamiento de ballenas, se aproximan demasiado a los animales marinos, cuando estos están concentrados en realizar sus procesos biológicos, todo para que los clientes puedan captar el video o la foto perfecta, así como ofrecer una experiencia cercana a los visitantes nacionales y extranjeros.
“Es más peligroso que una ballena vuelque una embarcación por no tomar medidas de seguridad, como mantener una distancia mínima. Obviamente que muchos de los operarios se acercan más de la cuenta para recibir más propina, para que la gente pueda tomar mejores fotos”, expresó Juan Diego Pachecho, director ejecutivo del Centro de Investigación de Cetáceos de Costa Rica.
“En el caso de las orcas, sí podrían atacar una embarcación por sentirse intimidadas por la cercanía de los botes, y eso se ha visto en Golfo Dulce. Generalmente es una hembra adulta, la abuela del grupo, que se va a poner entre el bote y el grupo, para crear esa barrera”, agregó.
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Durante los meses de julio y diciembre, las ballenas jorobadas, provenientes del hemisferio sur (Chile, la Antártida), migran hasta el Pacífico sur costarricense para aparearse, o bien, para que las hembras puedan parir a su ballenato con tranquilidad, sin la amenaza de depredadores.
Mientras que, entre diciembre y marzo, las ballenas provenientes del hemisferio norte (desde Alaska hasta Baja California, México), se mueven hasta el Pacífico norte tico (Guanacaste).
De acuerdo con la bióloga marina Andrea Montero, de la Fundación Amigos de la Isla del Coco (Faico), cuando las ballenas jorobadas están en Costa Rica, “se vuelven el doble de vulnerables", en comparación con otros animales migratorios como los delfines.

“Cuando no están aquí (las ballenas jorobadas), se están alimentando por un periodo consecutivo de tiempo en las aguas más productivas, en donde hay krill, -un pequeño crustáceo parecido al camarón, que habita en las zonas oceánicas más frías del mundo-. Guardan toda su energía para la migración que se viene, en este caso a Costa Rica, por lo que en todo ese proceso de migración no comen”, indicó.
Esto significa que mientras permanecen en las aguas nacionales, dedican toda su energía a reproducirse o a tener a sus crías, y a dar de mamar.
“En la época reproductiva necesitan todavía más tranquilidad, porque sencillamente bajo estrés no va a ser exitosa la reproducción, que es algo de lo que está dependiendo críticamente la especie”, advirtió la experta, quien en el año 2010 realizó una investigación sobre el comportamiento del delfín manchado stenella attenuata, en ausencia y presencia de botes turísticos, en Bahía Drake e Isla del Caño.
El estudio evidenció que estos animales, se pueden ver afectados “por un turismo que no esté bien regulado" o que no siga las normas que indica el decreto Nº 32495, del 2005 y que se titula ‘Reglamento para la Operación de Actividades Relacionadas con Cetáceos en Costa Rica’.
“Hay poblaciones de delfines que utilizan bahías y golfos, por muchos años, y en un pico de actividad turística, eventualmente han ido abandonando el área, entonces eso puede ser una de las consecuencias (de actuar de manera imprudente)”, apuntó Montero.
Las reglas

Particularmente el reglamento establece en los artículos 13 y 16, una serie de regulaciones que deben seguir las embarcaciones cuando están cerca de los cetáceos, para seguridad de los animales marinos y los seres humanos.
Por ejemplo, se establece que los botes no pueden acercarse a menos de 50 metros de los delfines, con el motor encendido y a menos de 30 metros, con el motor apagado. En el caso de ballenas u otros cetáceos cuya longitud sea mayor a cinco metros, la distancia permitida es a más de 100 metros.
En el caso de que las ballenas o cetáceos mayores de cinco metros se encuentren en actividades de alimentación o socialización, el navío debe permanecer a 200 metros de los animales.
Las embarcaciones tampoco se pueden mantener por más de 30 minutos con cualquier grupo de cetáceos, aunque se respeten las distancias indicadas, mientras que en el caso de las madres con cría, el tiempo no puede exceder los 15 minutos.
Estas limitaciones en el tiempo de permanencia, son particularmente importantes porque los individuos que más comúnmente se observan, son las hembras con sus ballenatos.

“Aquí lo que generalmente se ve son ballenas de madre-cría, que pasan mucho tiempo en la superficie del agua, por lo que son un objetivo fácil de avistamiento; los ballenatos pasan mamando, mientras poco a poco aprenden a hacer sus buceos, con ayuda de la mamá, etcétera”, indicó la bióloga.
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Mientras que los machos no son tan fáciles de visualizar, porque se dedican a desarrollar sus cantos, una conducta que solo se ve en aguas tropicales, como en el caso de Costa Rica. Es por medio de estos sonidos que son seleccionados por las hembras para reproducirse, por lo que es vital que la presencia de los seres humanos no genere ruido, que pueda afectar esta comunicación.
Por ello, el reglamento prohíbe generar ruidos excesivos, como música, percusión de cualquier tipo, incluidos ruidos excesivos generados por el motor, a menos de 100 metros de cualquier cetáceo. Así como cualquier tipo de sonido bajo el agua con excepción del sonido del motor, incluyendo sonidos grabados de los animales observados u otros.
Según explicó Montero, cuando los machos cantan entran en una especie de “estado de trance”, porque tienen toda su energía concentrada en elaborar esas entonaciones y hacerlas cada vez más complejos para aumentar las posibilidades de aparearse.
“En aguas tropicales, cuando se han reportado accidentes, muchas veces con machos, pueden ser porque andan cantando y no estén tan conscientes de lo que pasa alrededor, sobre todo porque ellos andan cantando más profundo. Salen a respirar cada 20 minutos, y cuando hacen esto pueden seguir en el trance y no estar pendientes de que hay muchos barcos arriba cuando salen a respirar ”, dijo.
El ruido también puede perjudicar a los delfines, ya que dependen completamente de los sonidos, tanto para desplazarse como para alimentarse, en cuanto utilizan la ecolocación, a través de señales acústicas, por lo que se podrían ver afectados por algún tipo de perturbación en el agua.
Tampoco se permite interrumpir el curso de los cetáceos dividiéndolos o dispersándolos cuando nadan en grupo; dar algún tipo de alimento; ni vaciar cualquier tipo de desecho, sustancia o material en áreas de observación y conservación de cetáceos.
Asimismo, el reglamento establece que solo podrán permanecer un número máximo de dos embarcaciones en torno a un mismo grupo de cetáceos. Cualquier otra embarcación deberá mantener una distancia de 200 metros de las primeras embarcaciones.
¿Qué puede hacer usted?
Para Andrea Montero, el turista puede convertirse en un “fiscalizador de lo que hace su capitán”, al educarse respecto de los protocolos que ya se han impuesto para la observación responsable de ballenas y exigiendo que se cumplan los parámetros.
Por su parte, la Asociación Costarricense de Operadores Turísticos (ACOT) emitió una serie de consejos para los visitantes que vayan a contratar un tour en el Parque Nacional Marino Ballena (donde el festival anual concluye este domingo 16 de setiembre, aunque la temporada de avistamientos continúa).
“Les recomendamos cerciorarse de que el operador sea miembro de ACOT y que cuente con la póliza de responsabilidad civil que le cubre en caso de accidente, chalecos salvavidas, aros de rescate, equipo de radiocomunicación, botiquín de primeros auxilios y, por supuesto, capitanes y guías capacitados y certificados”, indicaron en un comunicado.
De acuerdo con la Asociación, sus miembros cumplen con las normas de seguridad y operación que responden al Sistema de Mejores Prácticas de Turismo Marino Responsable.
“Estas prácticas garantizan a los visitantes un tour de calidad que resguarda su seguridad, con un guía a bordo certificado que hará su experiencia más interesante y segura, con prácticas que cuidan los ecosistemas marinos y contribuye al desarrollo de la comunidad local”.