A tres meses de haber comenzado, los científicos dieron por terminada este sábado la erupción del volcán Cumbre Vieja en La Palma, tras haber causado grandes daños en esta pequeña isla del archipiélago español de Canarias.
"Hoy el comité científico puede decir (...) que la erupción ha terminado", anunció Julio Pérez, director del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca), en una rueda de prensa el día de Navidad.
"No hay lava y piroclastos, no hay emisión de gas significativa. No hay sismos significativos", enumeró el funcionario, quien precisó que la erupción duró "85 días y 18 horas" desde su inicio el 19 de septiembre.
Tras diez días consecutivos sin haberse detectado signos visibles de actividad volcánica, las autoridades de Canarias anunciaron oficialmente el fin de la erupción más prolongada en la historia de La Palma desde que hay registros.
Era el tiempo que requerían los científicos para poder afirmar que el episodio había realmente llegado a su fin, ya que en las semanas finales de la erupción se dieron momentos de calma antes de registrarse más lava o gases, para consternación de los habitantes de La Palma.
Ahora el Cumbre Vieja se sume nuevamente en el letargo y sus coladas de lava incandescente, que arrasaron todo a su paso, se muestran negras y endurecidas.
Tomará varios años limpiar, reconstruir y colonizar el terreno reconfigurado de la isla, que al igual que las otras seis del archipiélago atlántico de Canarias, son de origen volcánico.
De todas maneras, aunque lo peor haya pasado, los expertos advierten que la zona afectada mantiene su peligrosidad, ya que se siguen emitiendo algunos gases volcánicos tóxicos, la lava sigue estando a altas temperaturas y hay riesgo de colapso de terreno.
Iniciada el 19 de septiembre, la erupción del Cumbre Vieja fue la primera en La Palma en medio siglo.
Pese a su duración y las impresionantes imágenes de los ríos de lava que por semanas concentraron la atención de los españoles, no provocó ninguna muerte directa. Pero sí obligó a la evacuación de 7.000 personas y destruyó 1.345 viviendas. Más de 500 personas siguen refugiadas en hoteles.
La lava recubrió 1.250 hectáreas de superficie e incluso agrandó la isla: las dos coladas que alcanzaron el mar formaron nuevas penínsulas, de 44 hectáreas una y 5 hectáreas la otra, según las autoridades locales.
En la parte álgida del episodio, el volcán arrojó litros y litros de lava, produciendo largos y anchos dedos de lava incandescente que descendían por los flancos de la montaña, mientras un tremor constante y un sinnúmero de movimientos sísmicos mantenían en vilo a la población.
Los 83.000 habitantes de La Palma no olvidarán la lluvia de cenizas, los gases tóxicos que obligaron a confinar a los residentes cercanos en varias ocasiones y el penacho que se elevaba desde el cono del Cumbre Vieja.
Con el volcán ahora en silencio, quedan las imágenes de localidades enteras arrasadas y alguna que otra casa asomando semidestruida en un mar de lava ahora negra.
En muchas ocasiones, las evacuaciones debieron realizarse a toda velocidad, y los residentes, cuando era posible, volvían en días posteriores a buscar animales o enseres personales.
Algunos residentes se refugiaron en casas de familiares, otros en barcos en el puerto.
Fueron semanas enteras de parálisis, con regulares cierres del aeropuerto de La Palma, isla muy dependiente del turismo.
La lava afectó en gran medida a las plantaciones de plátano, uno de los motores económicos de La Palma y que representa un 50% de su PIB.
De las 70.000 hectáreas de la isla, el 10% están destinadas la agricultura, principalmente de plátano, (43%), según la fundación Reserva Mundial de la Biósfera La Palma.
Los daños podrían superar los 900 millones de euros, según el presidente regional de Canarias, Ángel Víctor Torres.
El gobierno del presidente Pedro Sánchez, quien viajó numerosas veces a La Palma, destinó hasta ahora 225 millones de euros ($253 millones ), para adquirir de urgencia viviendas y enseres, entregar ayudas directas a agricultores y pescadores o brindar apoyo social y psicológico a los afectados.
Madrid también solicitó la puesta en marcha de un Fondo de Solidaridad de la Unión Europea para la Palma.
Pero de todas maneras, muchos lugareños se quejan de la lentitud de las ayudas.
“Tendré que buscar otra cosa en otra isla y largarme, porque si las instituciones no están al nivel de esta catástrofe, yo tengo que salvar a mi familia”, dijo recientemente a la AFP Víctor Manuel Bonilla, un agricultor de plátanos de 50 años.