En lugar de fabricar títulos sobre capacitaciones falsas sobre el uso de nuevas tecnologías, es preciso que quienes educan reciban mayor formación en materia de competencias digitales. Los desafíos del siglo XXI siguen atendiéndose con métodos anticuados, no adecuados a las necesidades que demandan niñas, niños y jóvenes en un mundo interconectado.
El acceso a Internet no se traduce en competencias digitales robustas. Según el último Informe del Estado de la Educación (2021) el 78% de los docentes tiene habilidades muy básicas o nulas en materia de “ciudadanía digital”. Esto quiere decir que carecen de las habilidades necesarias para conversar con sus estudiantes sobre la relación entre el uso de tecnologías y la vida en la sociedad, así como del uso crítico de la información en espacios digitales.
En esa línea, lo más importante no es transmitir la información lineal sin ningún tipo de interacción, sino que los estudiantes desarrollen habilidades superiores del pensamiento crítico como la resolución de problemas, la comprensión lectora, la comunicación, la experimentación, la curiosidad, la creatividad, el trabajo colaborativo y comprender que lo que hacen en un espacio virtual también tiene consecuencias.
A la fecha, aspectos como el ciber-bullying, la privacidad de los datos, la identidad digital e implicaciones legales sobre el uso de la información son materias ausentes en las aulas y muy necesarias en un contexto donde abunda la desinformación, las noticias falsas y el abuso de personas adultas hacia menores de edad en entornos virtuales.
Pese a esas serias falencias, hay docentes que, según denuncias del Ministerio de Educación Pública (MEP) se empeñan en falsificar títulos para inflar sus salarios mientras la ignorancia y la impunidad se pasean por sus aulas.
Todos perdemos
La falta de competencias de los docentes en estas áreas aunado a la desvergüenza de aparentar lo que no son, repercute directamente sobre los estudiantes que están formando y por ende, en el desarrollo económico y social del país.
Así lo demuestra el último Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) en el que ningún estudiante costarricense logró un alto nivel en competencias digitales. “En el grupo de bajo nivel, se encuentra el 51% de los estudiantes y obtuvieron un promedio de 43 puntos sobre un total de 100 en el índice. En el intermedio, se ubicó el 49% restante, con un promedio de 65 puntos”, señala el informe.
Uno de los principales hallazgos de las últimas pruebas PISA es que, independientemente de si los estudiantes tienen acceso en mayor o menor medidas a aparatos tecnológicos, la totalidad de los estudiantes costarricenses obtuvo muy bajas puntuaciones en la dimensión de manejo crítico de información de Internet.
“Las preguntas en esa área valoran hasta qué punto los estudiantes han aprendido a definir si pueden confiar o no en la información procedente de Internet, usar palabras claves en los buscadores, comparar información en páginas web de internet e identificar la más relevante para sus trabajos académicos, comprender las consecuencias de tener información disponible en redes sociales e identificar si es subjetiva o parcializada, y detectar correos electrónicos falsos o no deseados”, revela el informe de PISA.
Educar es uno de los verbos más sublimes; hacerlo bien, representa una responsabilidad con el mejoramiento de la calidad de vida del país.
Para dignificar la labor docente es preciso revisar qué ofrecen los currículos académicos de las universidades en las carreras de Educación y, a la vez, generar espacios de formación con metodologías innovadoras que permitan que la persona docente provoque más diálogo e interacción en las aulas, que permitan el desarrollo de competencias digitales y el uso razonado de las plataformas digitales.
Los avances en Costa Rica están concentrados en la elaboración y puesta en marcha de un Marco Nacional de Cualificaciones de Carreras de Educación (MNCCE), que se inició en el 2020, sin embargo, es preciso pasar del papel a la acción cuanto antes.
Dignificar la carrera docente también implica poner freno a quienes se hacen llamar profesores y sin escrúpulo alguno, falsifican documentos e inventan capacitaciones para inflar sus salarios. La más reciente denuncia del MEP sobre la venta de títulos a docentes pone en evidencia una falla más del sistema, que no puede seguir quedando en la impunidad.
Niñas, niños y jóvenes merecen tener profesionales con alto compromiso en las aulas. La vocación de educar marca diferencias a largo plazo.
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