Una casa en Combray, un pueblo imaginado hace un siglo, en Normandía. Una calle en Hammond, otro pueblo que no es tal, pero en el estado Nueva York, hace una semana. Un salón en Moravia, hace unos días, muy real, pero por unos minutos transfigurada en otra cosa. Es teatro, que es lo que ocurre cuando dos o más personas se juntan y deciden hacerlo todo posible.
Hace unos días visité a Roxana Ávila y a David Korish en su espacio de trabajo, donde preparan la segunda temporada de In Search of This Lost Time. Con su interpretación, Korish ganó el Premio Nacional, y ahora regresan a las tablas del Teatro Eugene O’Neill para una segunda temporada del 22 al 24 de agosto.

Todo empieza, como decíamos, en Combray, el pueblo creado por Marcel Proust a partir de fragmentos de la realidad en la novela-monumento En busca del tiempo perdido. A lo largo de 4.215 páginas y siete volúmenes, publicadas de 1913 a 1927, el francés reconstruyó un mundo que se desvanecía a su alrededor, compuesto de deseos, recuerdos, sueños e impresiones de una multitud de personajes de su vida.
El gran hallazgo de Proust fue que el pasado es una reconstrucción constante, no algo fijo en el tiempo. Así lo empezó a ver Korish hace una década, cuando emprendió la lectura de la novela-río. En la obra se vuelve un doble y un reflejo de David, que se convierte en D. para contar su historia que no es exactamente la suya.
En escena, David nos guía por las páginas de Proust y una vida paralela a la suya, con Roxana al lado, que trabaja con proyecciones, títeres, muñecos, libros y objetos que, con ritmo de oleaje, van y vienen con los años que se van narrando.
Los pequeños personajes, creados con minucioso cariño por Alberto Tenorio, completan un mosaico de personajes y eventos que fluyen entre un tiempo y otro, entre las páginas del libro y la vida de D. Así, en este juego de espejos, se amarran nudos de tiempo donde la pregunta reiterada es cómo el paso de las horas nos da forma.

El juego del teatro nos involucra en la realidad patente de que nunca podemos conocer al pasado, verlo de frente, ni por lo tanto conocernos por completo. Siempre habrá un ángulo oculto. Proust mismo, en el tercer volumen (Le Côté de Guermantes), nos habla bellamente de su fascinación con “el reparto de una obra, a quienes uno ama, admira, compadece, a quienes querría volver a ver una vez acabada la función, pero que para entonces ya se han disuelto en los actores que ya no son lo que eran en sus papeles”.
El cuerpo de David, que carga con su vida, carga también por un rato con las de D., y las de Marcel, y las de M., y las del público, que se ha acercado a jugar con él un rato. Hay algo de magia infantil en la propuesta, una energía que nos quiere tirar al piso a jugar con los carritos y las muñecas y las frases sueltas de un pasado al que nos aferramos con “el entusiasmo momentáneo de un borracho”, a decir de nuestro autor.
Volvemos a Moravia, que es Combray, que es Hammond, que es la antesala del teatro donde, por una temporada más, Abya Yala jugará en escena. Luego irán a un festival en China, donde sin duda tienen mucho que decir sobre el tiempo y la memoria.
Las funciones de ‘In Search of This Lost Time’ en el Teatro Eugene O’Neill serán 22 y 23 de agosto a las 7 p. m. y 24 a las 5 p. m. Las entradas pueden adquirirse en teco.cr. El teatro se ubica en el Centro Cultural Costarricense Norteamerica, en barrio Dent, San José.

