Una rosa es una rosa es una rosa, escribió la autora Gertrude Stein. Una silla es una silla es una silla, parafraseó el diseñador Eerno Arnio. Nos sentamos en una sala a hablar de sillas con Carlos Santana, que las imagina y las fabrica, pero incluso aquí, en algún punto, llegamos a la pregunta: ¿Qué es un mueble? Y la respuesta es que “Depende”, pero cómo se resuelve esa palabra es lo que hace a un buen diseñador.
En cualquier caso, no vinimos a filosofar (no necesariamente), sino a hablar de sillas, y también de mesas, estantes y cuantos otros muebles ha creado Santana desde hace una década, con destacadas participaciones en el Salone Satellite de Milán y la Bienal Iberoamericana de Diseño en Madrid.
Su llegada al diseño de mobiliario fue un poco azaroso, un poco a la fuerza. Junto con un colega, creó una lámpara y salió bien. ¿Y si compraban una máquina...? “Considero lo que me creó la disciplina de seguir creando mobiliario fue tener esa máquina, que ya ni uso”, confiesa. “Era una máquina tan grande que tenía que ver cómo la metía en alguna bodega o en algún lugar y por consiguiente alquilar algo y uno tiene que ver cómo lo paga...”.
Así, trabajó un tiempo en ese formato, hasta que, hacia el 2018, lo fue dejando. En parte, se debió a cierta incomodidad que siente con “encasillarse” en algún estilo o manera de abordar el diseño de productos. “A mí lo que me gusta es hacer nada más y hacer lo que sea”, explica Santana.
En cualquier caso, hacia 2018 lanzó la marca Kötkö, con la que ha creado líneas significativas que han capturado atención de compradores, y donde fue refinando sus intereses como diseñador (así como la marca paralela Miscelánea). En la primera, crea muebles de función más clara; en la segunda, hay otras búsquedas: “La yuxtaposición de materiales y tratar de dejar de ver los materiales más crudos y y como ser más honesto en en todo”, dice.



El enfoque ha estado en el trabajo de la madera, del metal, del acrílico: “Me interesa mucho el entendimiento del material y cómo trabajarlo desde perspectiva diferente”. A veces, el material es protagónico, se impone. Otras veces, atrae la mirada por sus contorsiones y la disposición de sus partes, que entretienen la mirada y, claro, cumplen su función de silla o de mesa.
En cualquier caso, prima la exploración. “Prefiero hacer y que la gente diga que ve bien lo que hago, que tiene cierto aprecio por lo que hago, pero me molesta en general que me encasillen. Yo me me considero un creador", se describe Santana.
“Me gusta hacer cosas, me gusta y siempre estoy buscando conceptualizar cosas. Creo que más allá de hacer una silla o mesa, en lo que me considero mejor es en conceptualizar ideas y eso aplicado a lo que sea", describe.
Nos rodea todo tipo de objeto aquí en la sala donde conversamos. Algunas piezas descartadas de su taller, otras reutilizadas, repensadas. Es el tipo de casa donde cada artículo parece decir algo de quien la habita, pero uno es cortés y no pregunta. Bueno, no por todas.

¿Qué dice un mueble?
Cuando uno introduce un mueble al hogar, lo pone a hablar. Es un objeto de diseño, tiene una función definida en su creación, y puede ser que termine con otra ya en casa. Pero su punto de partida entabla una conversación con los demás muebles y objetos de diseño y arte y arquitectura de ese hogar, y dice algo; en un espacio bien pensado, ese diseño dice algo sobre nosotros como habitantes del lugar.
Por ese motivo, aunque los necesitamos para algo concreto, cómo lo resuelven es la trampa, la gracia. ¿Qué es, al fin y al cabo, un mueble? ¿Cuál es la función que le interesa a Santana que cumpla un mueble? “Lo primero es que sea hermoso, que estéticamente sea muy agradable. Para mí eso y eso es o primero en todo. En todo”.
En sillas, por ejemplo, viene primero el material, luego la idea y luego el minucioso esfuerzo por lograr el confort: un milímetro más, uno menos, un grado más, un grado menos. “Me gusta llegar a mi casa, llegar a mi espacio y sentir que me gusta lo que veo, ver cosas bonitas. Que sea algo agradable. Llegar y sentirse cómodo”, dice Santana.

¿Puede una silla tener sentido del humor? Las sillas que dicen “estoy aquí”, “estoy hecha de una vaca”, que yuxtaponen materiales, ritmos y formas inesperadas, con sus colores que se imponen (discretamente) en los recintos... Sí, hay algo de humor.
Hace dos años, Santana exhibió al aire libre algunas de sus creaciones detrás del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo; la muestra incluyó talleres. “Uno fue con chiquitos de escuela y fue hermoso... Se sentaban, brincaban, tiraban las cosas... Hay mucha interacción con este tipo de piezas de cuero de vaca, porque son texturas nuevas y tocan y juegan y eso es muy lindo”, recuerda Santana.
“Me gusta tener piezas que se sientan, que se vea que están en el espacio, que la gente tenga que ver, que llegue a tocar, a preguntar, a hacer”, dice. Tal vez esa es la definición más aproximada que podríamos hacer de su búsqueda como diseñador: un mueble es algo que nos hace hablar.
¿Qué seguirá en el futuro de Carlos Santana? Diseño, sí, pero no necesariamente sillas, o bien, muebles, o cualquier otro proyecto. Carlos es Carlos es Carlos.
