“Todos los niños del mundo crecen, excepto uno” y es universalmente conocido: Peter Pan. Hace 110 años se publicó una de las versiones definitivas y la más difundida de esta obra, que tuvo impacto en el imaginario y la cultura de nuestro país.
Un escritor y cinco niños
Resulta temerario ensayar cualquier intento biográfico sobre el creador de Peter Pan: James Mathiew Barrie, después de escuchar su sentencia: “Que Dios fulmine a cualquiera que escriba una biografía mía”, sin embargo, solo diré que este autor escocés, nacido en 1860, se apasionó por el teatro en su juventud. Estudiaba en la Academia Drumfies y frecuentaba el Drumfies Theatre Royal para apreciar montajes de Hamlet, Otelo y Macbeth, de Shakespeare.
Estratégicamente se situaba en una butaca al extremo de la primera fila de la platea, de donde podía apreciar el movimiento de los actores entre las bambalinas. Escribió piezas teatrales y gracias a sus primeros éxitos conoció a Mary Ansell, actriz de uno de sus dramas, con la que se casó cuando ya ambos tenían poco más de treinta años.
Sin embargo, el matrimonio de Barrie y Ansell no fue del todo afortunado. El autor -quien ya había ganado el éxito de la crítica- se caracterizaba por ser taciturno, introvertido y confesaba su preocupación por sentirse más cercano a un personaje literario que a un hombre de carne y hueso. Dedicaba mayor atención a Porthos, un pequeño perro san bernardo que le había obsequiado a su esposa, que terminó convirtiéndose en su más cercano compañero.
A finales del siglo XIX, Barrie acostumbraba a caminar en Londres, por los Jardines de Kensington. Iba resguardado por un abrigo que lo cubría hasta los pies, acompañado de Porthos, que se había convertido en un inmenso perro. De vez en cuando, el animal se paraba en sus patas traseras y boxeaba con el escritor, situación que causaba hilaridad entre los niños que se allegaban por ahí. Entre esos pequeños se encontraban los hermanos George, de cinco años; Jack de tres y Peter, que aún miraba la escena desde su cochecito. El vínculo afectivo entre los niños y el escritor fue acrecentándose en la medida en que compartían más en esos jardines públicos.
Es probable que Barrie conociera a los padres de sus nuevos amigos en 1897, en una cena de año nuevo. Eran Sylvia y Arthur Llewelyn Davies. El autor se ganó la confianza del matrimonio, hecho que ha estado sujeto a muchas interpretaciones: el romance con Sylvia o el afecto inmenso que prodigó hacia los tres niños ya mencionados y otros dos que nacieron posteriormente. Al mismo tiempo, la relación entre el dramaturgo y su esposa se debilitó más, no tuvieron hijos, y terminaron divorciándose en 1909.
Tiempo después, Sylvia y Arthur fallecieron y James Mathiew Barrie adoptó a los niños Llewelyn Davies. ¿Por qué resulta necesario referirse a estos aspectos biográficos, a pesar de la implacable sentencia sobre la fulminación? Pues Peter Pan, la más conocida obra de Barrie, fue creada de manera progresiva al mismo tiempo que se afianzaba la relación con los pequeños, a quienes terminó aceptando como hijos. Nótese que llama a su personaje con el nombre de uno de ellos: «Peter», y es muy posible que también haga una referencia a «Pan», dios griego de los pastores y los rebaños, también relacionado con la fertilidad y la sexualidad masculina. El personaje literario también se entretiene al tocar música con la dulzaina, al igual que el dios Pan.
Un texto que se entretejió continuamente
El vínculo de Barrrie con los hermanos Llewelyn Davies se estrechó al mismo tiempo que encontraba motivos para crear su Peter Pan. Debe anotarse que, durante unas vacaciones, en 1901, en Black Lake Island, aprovecharon para crear una historia titulada Los jóvenes náufragos. Se trata de una especie de álbum ilustrado con fotografías tomadas por el escritor, en la que los niños representaban a los personajes y salían victoriosos después de enfrentarse con piratas, tigres y cocodrilos.
Peter Pan apareció mencionado por primera vez en el texto El pajarito blanco, publicado en 1902. Dos años después se estrenó la obra teatral Peter Pan: el niño que no quería crecer, en la que se exhibieron escenas que luego fueron suprimidas, por ejemplo, la de una veintena de “bellas madres” que buscaban niños abandonados en un orfelinato; desde entonces, una actriz adulta interpretó el personaje de Peter, ante todo para exaltar la voz blanca y la figura ligera propia de un niño.
El espectáculo, desde entonces, se volvió atrayente, pues Peter, Wendy y sus hermanos volaban gracias al efecto de tramoyas y Nana, la perra niñera, era representada en unas escenas por un animal amaestrado y en otras, por un actor con disfraz, y no se lograba notar la diferencia entre ellos.
En 1906 se publicó la novela Peter Pan en los Jardines de Kensington, en la que se expresaba que el protagonista era un bebé que se escapaba de un cochecito y vivía en ese parque público. Desde entonces circularon varios libros, sin la autorización del autor, como un abecedario de Peter Pan.
“La versión de Peter Pan, atribuida a Carmen Lyra, representa una de las primeras apariciones de la obra en América Latina”
Por ese motivo, en 1911, Barrie dio a conocer la novela Peter Pan y Wendy, que posteriormente se conoció solo como Peter Pan. En 1928, por su parte, publicó la versión final de la pieza teatral, a la que continuamente hacía enmiendas y cambios, incluso pocos días antes de cada estreno, causándole verdaderos contratiempos a los actores que ya habían memorizado y ensayado sus parlamentos.
En 1912 se erigió, en los Jardines de Kensington, una estatua en honor a Peter Pan. Su escultor, sir George James Frampton, tomó como modelo al pequeño Peter Llewelyn Davies, quien se encontraba montado sobre un tronco hueco poblado de ratones, ardillas, conejos y hadas.
De Londres a Heredia
Tan famosa fue la historia de Peter Pan que también fue difundida en Costa Rica, gracias a las apariciones en la revista infantil San Selerín. Se trataba de un “periódico” dirigido a la niñez que se publicó en dos épocas, la primera de ellas de 1912 a 1913 bajo la dirección de las educadoras Carmen Lyra y Lilia González; y la segunda, de 1923 a 1924, bajo la conducción de esas maestras y Joaquín García Monge. Fueron temas muy variados los que aparecieron en San Selerín: cuentos, leyendas, artículos didácticos o científicos, todo escrito de tal modo que fuera comprensible, ameno, poético, divertido y despertador de la curiosidad.
Escritores nacionales colaboraron en este proyecto como Carlos Luis Sáenz (quien firmaba como Lemuel Gullivier), María Fernández de Tinoco (aparecía como Apaikán), Luisa González, María Leal de Noguera o José María “Billo” Zeledón, quien en el primer número del 1° de agosto de 1912 expresó, : “Ya tenemos los niños nuestro periódico. ¡Qué! ¿Os reís? Pensáis que por ser chiquillos yo no tengo también mis horas infantiles”. También se difundieron textos de autores internaciones como León Tolstoi, Hans Christian Andersen, Fernán Caballero y existe un número que se dedica, casi por completo, a la poeta chilena Gabriela Mistral.
Es probable que una empresa, como la de publicar San Selerín, se haya detenido en dos ocasiones, debido a la inconsistencia en el pago de las suscripciones. A pesar de que pautaba publicidad, en algunas páginas se hace reconocimiento a las escuelas que se encuentran al día con sus cuotas y a personas que hicieron donativos.
“Al final de la novela de Barrie, se cuenta que Wendy deja la ventana abierta para que Peter Pan regrese. Cuando ella se convierta en adulta, el niño que nunca crece retornará a buscar a su hija y después, a su nieta”
Dejó de publicarse en 1913 y apareció el primer número de una segunda época el 1° de abril de 1923, con una introducción anónima en la que explicaba que San Selerín era como un duendecillo que jugaba con todos los niños de Costa Rica, que se cansó y se durmió, pero reaparecía, con una clara alusión al personaje de Peter Pan: “Y luego contó que como él era como Peter Pan, el geniecillo inglés que no quiso crecer porque el día que nació oyó a su padre y a su madre conversar sobre lo que el niño sería cuando llegara a hombre, y entonces temeroso huyó de la casa paterna”. Y no es de extrañar que, a partir de entonces, se realizara en cada número, entre 1923 y 1924, una entrega en la que se cuenta una versión resumida de la novela de Barrie.
Durante los años en los que se publicaba la segunda época de San Selerín, Joaquín García Monge ya se había desempeñado como secretario o ministro de Instrucción Pública y era reconocido por hacer los primeros números de Repertorio Americano. Por su parte, Carmen Lyra acaba de regresar de hacer estudios pedagógicos en Europa, ejercía como profesora de la Cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Normal y recibía elogios por la reciente primera edición de Los cuentos de mi tía Panchita.
Debe agregarse, que la autora tuvo una participación decisiva en actividades que contribuyeron a la caída de la dictadura de los hermanos Tinoco, en 1919, como fue la de incitar a la quema del periódico oficialista La información, todos esos eran factores que realzaban su notoriedad en el escenario cultural, educativo y político de ese entonces.
Es evidente que, en esta segunda época, se haga especial mención de instituciones educativas que estaban ubicadas en la ciudad de Heredia, pues allí se encontraba la sede de la Escuela Normal; sin embargo, es probable que esta revista se difundiera ampliamente en diferentes regiones del país.
Aparece la primera entrega de Peter Pan en el primer número de la segunda época de San Selerín, acompañada de la fotografía de la estatua del protagonista en los Jardines de Kensington, en Londres. Se recrea el escenario de la familia Darling, la curiosa niñera que no es otra que la perra llamada Nana y la sorpresiva aparición del chico volador a la Sra. Darling, la madre de los niños que se aventuran por esa isla llena de encantamientos y peligros.
Aunque la versión de Peter Pan, en San Selerín, aparece como “imaginada por J. M. Barrie”, puede tratarse de un resumen y una traducción de Carmen Lyra. Debe recordarse que esta autora se formó en el Colegio Superior de Señoritas y allí aprendió a dominar el inglés y el francés. Asimismo, en 1925, en el inventario de la biblioteca de la Escuela Maternal, institución dirigida por Lyra, se registran dos ejemplares de la obra.
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En un tiempo en el que aún no se universalizaba la historia de Peter Pan, en esta revista hubo gran libertad para traducir los textos con un léxico ajustado, hasta cierto punto, a la cultura costarricense. Los hermanos de Wendy no son John ni Michael se llaman “Juan y Miguel”, la Isla de Nunca Jamás es “la Isla de Nunca–Nunca–Nunca”, el hada Campanita es el “hada Campanita Retintín” o simplemente “Tin”, el Capitán Garfio es el Capitán Garra y los niños perdidos responden a los nombres de Cara Sucia, Bullisto, Plumita, Colochos y los gemelos Guapilillos.
Por ejemplo, en el número 10, del 15 de agosto de 1923, encontramos: “Bueno, el Capitán Garra a quien tenía más ganas era a Peter Pan. Había sido Peter Pan quien -en una lucha entre los piratas y los Niños Perdidos le había cortado el brazo derecho y se lo había arrojado al cocodrilo. Al cocodrilo le había gustado tanto el sabor, que desde entonces se había quedado buscándolo. Había ido por tierras y mares relamiéndose los labios al pensar en el resto del Capitán que le quedaba por comer”.
Debe agregarse que en San Selerín se recrean, sin créditos, ilustraciones que realizó, en 1922, la artista inglesa Mabel Lucie Atwell, y esta es una razón mayor para suponer que se recurrió a una edición recién llegada de Europa.
Razones sobran para indicar que la versión de Peter Pan, atribuida a Carmen Lyra, representa una de las primeras apariciones de la obra en América Latina. Sería interesante negociar los permisos con Great Ormond Street Hospital, centro de salud infantil dueño patrimonial del libro, para volver a publicar esta curiosa historia, que se hizo comprensible a la niñez costarricense de hace un siglo.
Peter Pan en escenario costarricense
En el Conservatorio de Castella se realizó un montaje teatral de Peter Pan. Su director, Nicholas Baker, ya la había dirigido en Inglaterra. En el teatro de esa institución, ubicado cerca de La Sabana, participó un centenar de niños de la orquesta, el coro y por supuesto, bailarines y actores. Ana Gamboa, quien interpretó a la Sra. Darling en esa primera puesta, evoca que se hizo el vestuario y la escenografía de la obra en la institución. Además, se recurrió a un sistema de tramoyas para hacer volar a los personajes. Se volvió a llevar a las tablas en 1974, 1980 y 1981, bajo la dirección de Baker y en 1988 y 1989, por William Zúñiga.
Al final de la novela de Barrie, se cuenta que Wendy deja la ventana abierta para que Peter Pan regrese. Cuando ella se convierta en adulta, el niño que nunca crece retornará a buscar a su hija y después, a su nieta. Y así ocurrirá, según indica el autor inglés, “mientras los niños sean risueños, inocentes y crueles”.
El autor es profesor de literatura infantil en la UCR y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.