No estamos viviendo la época más feliz del Internet. Primero que todo, porque casi todo lo que hacemos en línea es en un puñado de sitios y apps que pertenecen a poquísimas manos. Por otro lado, porque entre la inundación de imágenes de inteligencia artificial, la desinformación y la hostilidad generalizada... uno a veces duda si no sería mejor desconectarse del todo.
Geert Lovink es una de las mejores personas para hablar del tema porque se ha dedicado por casi cuatro décadas a estudiar Internet y sus dinámicas. Director fundador del Institute for Network Cultures en Ámsterdam, y autor de Tristes por diseño y Atascados en la plataforma, Lovink ofreció esta semana la charla inaugural del 2025 en la Universidad de Costa Rica.
Después de otro de sus encuentros con estudiantes, conversamos con él para indagar en la salud de la web en este año aciago.
— Conocemos la utopía que existía en los primeros años de internet, esa idea de tener una comunidad global compartida y una especie de cultura global, y en gran parte eso es cierto. Pero supongo que debe ser interesante, como académico, venir a América Latina, donde ciertos usos de internet difieren de los de otras partes del mundo. ¿Cómo ha influido esa diferencia en si análisis de lo que está atravesando actualmente internet?
— Creo que es justo decir, con respecto a Centroamérica y América Latina, que Internet tiene un contexto más imperial y colonial aquí que en otros países. Esto se debe también a la proximidad con Estados Unidos y, por supuesto, a las históricas relaciones muy desiguales entre esta región y, específicamente, esta industria de EE. UU.
“Los usuarios de internet aquí, en Centroamérica, no son simplemente consumidores promedio de tal o cual producto. Pensar de esa manera sería una visión ingenua. Las personas enfrentan tantos otros problemas urgentes, entonces, dedicar una parte de los recursos de un país o una región para desarrollar, por ejemplo, una red social alternativa o paralela, simplemente no ha sucedido, al menos hasta ahora. Esto significa que la adopción de WhatsApp, Facebook y YouTube ha sido bastante... acrítica.
— Una de las cosas que ha permitido, a pesar de ese contexto, es justamente lo que internet ofrecía inicialmente: el tráfico y la circulación de textos críticos, libros, conocimiento, arte, que enfrentan circunstancias y barreras muy distintas para su circulación en América Latina en comparación con Europa. Así que también existen algunos usos que, de alguna manera, logran sortear ese tipo de dominación por parte de las empresas estadounidenses y del discurso cultural dominante.
— Sí, o del discurso cultural europeo.
—¿Cree que esa diferencia ha sido contemplada de manera adecuada por la academia?
— No, para nada. Porque, diría yo, uno de los grandes obstáculos que aún enfrentan las personas en Centroamérica y América Latina es la posibilidad de búsqueda (searchability). Puede volverte loco: saber que hay algo ahí afuera que quieres conocer, pero no puedes encontrarlo.
“Este sería, diría yo, es el problema número uno aquí. La necesidad y el deseo de encontrar otras fuentes, de conocer otras fuentes, es muy fuerte. Eso significa que las personas aquí, quizás a diferencia de muchas otras partes del mundo, realmente se enfrentan al problema de las estructuras de conocimiento opacas y verdaderamente oscuras del propio internet.
“Es decir, si algo no está correctamente etiquetado, no podrás encontrarlo. El problema no es que las cosas hayan sido eliminadas o retiradas, el problema es que no las podrás encontrar.
— Usted ha descrito la evolución de internet en varias etapas. Creo que en esta se puede decir que nos podemos sentir pesimistas. ¿Cuán pesimistas deberíamos sentirnos con respecto a la salud del internet como plaza pública que pensamos en los 90?
— El texto que escribí cuando me convertí en profesor se llama Extinction Internet. Y ahí explico por primera vez este tema de una posible extinción de internet como una red de redes. Internet siempre permanecerá, pero si ya no es una red de redes, si se convierte solo en una pequeña colección de plataformas, tres o cuatro apps en el teléfono, entonces sí... podemos decir que todavía puede empeorar.
“También podría ocurrir que, debido a la guerra o a lo que sea que suceda en el plano geopolítico, grandes partes de internet queden selladas. Pensemos en la Great Firewall de China. Fácilmente puedo imaginar que otros países o regiones empiecen a hacer lo mismo.
“La guerra de la información es algo muy distinto en comparación con las formas relativamente limitadas e inofensivas de las fake news. Hay noticias, muchas noticias, las noticias fluyen, y de repente aparecen algunas cosas que son fake news. Con la guerra de la información, estamos hablando de ataques verdaderamente sistemáticos a la infraestructura misma. Eso incluye cortar cables, hackeos, lo que sea.
“Y eso lleva, entonces, a espacios de información más pequeños, cerrados, sellados, que intentan protegerse de estas fuerzas”.
— ¿Todavía hay posibilidad de recuperar internet como esa plaza pública utópica, o ya se ha perdido para siempre?
— Observa las iniciativas actuales en Europa: una de ellas se llama EuroStack (iniciativa de soberanía digital europea). Es impulsada por Francesca Bria y otras personas. También nosotros hemos firmado esta petición y formamos parte de este mundo.
“Curiosamente, esta idea de otro internet, más abierto y descentralizado, surge en este momento de repliegue geopolítico, ¿no? Podríamos terminar con una situación irónica: que un internet abierto y descentralizado en Europa solo pueda darse en un contexto de aislamiento geopolítico. Lo cual es, de algún modo… en este momento lo llamo irónico, pero también podrías decir que es un desastre, es trágico.
“Tal vez sea, de nuevo, el final del internet como lo hemos conocido, y quizás incluso el final del internet mismo, es decir, como red de redes”.
— Esa es la parte económica y global. Pero también hay un aspecto individual, personal. ¿Nos está haciendo Internet actual más miserables?
— Definitivamente. Sí, y esto es especialmente cierto para los jóvenes. Las personas mayores aún tienen, al menos, la ilusión de que tienen diversidad de formas para comunicarse y también para obtener información.
— ¿Online u offline?
— No importa. Ellos todavía pueden leer el periódico. Hay toda una gama de posibilidades a las que al menos creemos que tenemos acceso, con las que crecimos, que usamos, sí. Así que, lo llamo una ilusión, pero una ilusión saludable, necesaria. Creer que existe algo parecido a una diversidad de canales.
“Los jóvenes no lo experimentan de esa manera y es porque no tienen esa diversidad. Sienten que la única forma de comunicarse realmente con sus compañeros es a través de Instagram. Y no hay otra forma. No hay ni la sugerencia de ‘bueno, simplemente prueba algo más’. No hay nada más.
— ¿No surgirá, para las generaciones más jóvenes, la necesidad de abrir otros espacios?
— Sí. Pronto. Creo que sí, pero a menos realmente los asistamos y les mostremos que es posible, esto es una espiral descendente. Lo hemos visto en términos de estudio de la radicalización política, pero también en el bienestar psicológico de los adolescentes.
— Han pasado cinco años desde la pandemia...
— Y eso está absolutamente relacionado. Es lo que hablo del arco iris de emociones, desde la melancolía a la tristeza, a la depresión, hasta, sí, al final, el suicidio, y luego está la soledad en algún punto intermedio y el agotamiento. Es un rango de sentimientos y no es lo mismo para todos.
“Cada persona dentro de ese rango experimenta algo diferente y también está muy relacionado con el género. Los hombres tienden a volverse más enfadados, las mujeres tienden a volverse más tristes. Los hombres tienden a volverse más aislados en comunidades de incels o en otras y buscan otras formas de masculinidad tóxica en línea. Depende del grupo al que perteneces. No hay una respuesta universal”.
— Son preguntas muy grandes. Pero en mi vida cotidiana, en el día a día, ¿cómo confronto este problema?
— No quiero predicar lo que llamo el romanticismo offline europeo... Es muy difícil, y puede que sí, tal vez sería agradable tener un fin de semana libre, pero esta no es una solución.
“Para mí, una de las posibles salidas es que realmente comencemos a mirar todo esto de manera diferente, es decir, ya no como plataformas, sino que tratemos de ver las apps que usamos como herramientas. Tienes el martillo, lo sacamos de la caja, lo usamos. Hoy en día, sabes, todo lo que dice Silicon Valley es que no, tienes que usar el martillo constantemente, día y noche.
“Creo que este puede ser un momento de reflexión y tranquilidad, poner la herramienta fuera de uso después de haberla utilizado. Tenemos que encontrar una manera de entender las plataformas de comunicación que tenemos y redefinirlas como herramientas.
“Una manera de hacer esto es reintroducir esta distinción básica entre noticias e información personal. Lo que todas las plataformas actuales están haciendo, y este fue su movimiento inteligente, es integrar noticias e información personal en una sola esfera.
“Elon Musk también dice que ahora quiere que X se convierta en algo parecido a WeChat. Con eso, quiere decir que todas las transacciones financieras personales, todo, absolutamente todo sucederá en esta app de un solo clic. Y nunca tendrás que cerrarla porque todo lo que quieres hacer lo puedes hacer ahí.
“Mi respuesta a eso es separar radicalmente las funciones. Y una de las más básicas que podemos hacer es separar las noticias de la información personal”.