Si el chisme no se hubiera inventado para el siglo XVI, hubiera tenido que hacerlo la Iglesia Católica, pero como el chisme es uno de los pilares de la humanidad, ya era arte maduro para la época de Julio III.
Claro que, para entonces, ingentes pioneros del rumor ya habían tomado el poder papal para usarlo como quisieran, pero tal vez a Julio se le fue la mano porque desde entonces ningún pontífice ha tomado ese nombre. No es que nuestro religioso, Giovanni Maria Ciocchi del Monte (1487-1555), sea tan conocido, y por algo Roberto Cambronero quería recordarlo.
El autor de Como gigantes ahogados (Pre-Textos, 2023) presenta ahora una nueva pieza teatral con la Editorial Costa Rica: Cómo Julio III quedó ciego y por qué su sobrino Inocencio no perdió el apetito. Nuestro papa asumió como líder católico y gobernando de los Estados Papales en 1550, a la muerte de Pablo III, y se dedicó principalmente a sí mismo. Ya llevaba una carrera extensa de éxitos burocráticos, algo que para entonces ya era necesario en la iglesia, así que resultó buena opción como sucesor en el trono de San Pedro.
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Allí, se concentró en otras cosas. En Inocencio, por ejemplo, un mendigo adolescente que Julio acogió como sobrino después de que su hermano lo adoptara, y al que convirtió en cardenal aún siendo niño. Innocenzo Ciocchi Del Monte empezó a recibir copiosos regalos y cargos, tanto que el cardenal Jean Du Bellay lo preservó en el chisme, en forma de soneto, como "Un Ganymide avoir le rouge sur la teste".
Reabrió el Concilio de Trento, intento de reforma de la Iglesia que no llegó a ver fructificar. “Tuvo esa dualidad de haber tenido el escándalo con Inocencio, una relacion impropia con alguien que sería su familia (aunque fuera adoptivo), y luchar por esa reforma de la Iglesia sin llegar a ver su final”.
No es la primera figura a la que Cambronero dedica piezas teatrales, pero Julio III resuena hoy: “Todavia se ve este abuso de poder, estas figuras que creen que pueden saltarse las reglas convencionales, la moral de la sociedad; sienten que tienen como inmunidad”. ¡Lo sabrá uno aquí, aunque lejos del Vaticano!
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