Siempre habrá mil formas de contar la historia, pues cada autor tendrá su punto de vista. Pero uno también cambia con el tiempo, y así es para Carlos Francisco Echeverría, quien presenta una reescritura, más que una reedición, de su panorámica del arte de Costa Rica.
Arte costarricense del siglo XX (Euned y Abyad) se había publicado en una primera versión en 1987, cuando su autor era todavía ministro de Cultura (1986-1990). “Este libro ha tenido como dos vidas“, dice. ”Esta es una versión donde se encuentran todavía algunos de los textos de aquella primera edición, pero que fue reescrito prácticamente en su totalidad".

Echeverría lleva muchos años escribiendo y conversando sobre arte, siguiéndolo y trazando este recorrido del siglo XIX a finales del XX. La constancia, y ahora la distancia, puede cambiar perspectivas, formas de entender fenómenos; puede surgir un nuevo conocimiento.
Entre los nuevos “eslabones” que conectan los capítulos, se encuentran “uno sobre la evolución de la escultura y otro sobre arte en papel; dibujo, acuarela y grabado, que son tan importantes en Costa Rica”, detalla el autor.
“Siento que mi percepción de del arte costarricense, del trabajo de los artistas, ha sido bastante consistente a lo largo de los años. Tal vez lo que más cambió fue, por ejemplo, el caso de Manuel de la Cruz González”, confiesa. “Siento que en la versión anterior del libro yo tal vez no le había dado el peso que merecía o que merece”.
También se confirman intuiciones, y al preguntarle al autor la suya, es que Francisco Zúñiga es la figura más descollante de un panorama rico en talentos. “Conforme pasa el tiempo me doy cuenta con más claridad del valor universal de Zúñiga. Conforme veo escultura y arte en otros lugares del mundo, me doy cuenta de que verdaderamente Zúñiga es ‘el último de los grandes clásicos’, pero no de los grandes clásicos de Costa Rica, de los grandes clásicos, de los grandes escultores clásicos del mundo”.

Obtener una historia concisa del arte costarricense ya es buena manera de difundir este legado y, en una edición como la actual, se contribuir con la divulgación, crucial para que perdure.
No es menor el hecho de que Echeverría, quien reside en España, haya decidido presentar el libro en distintos espacios de los tradicionales para una publicación artística en nuestro muy centralizado país.
De hecho, es uno de los aspectos que Echeverría considera que deben trabajarse en nuestro ecosistema de arte local, la posibilidad de que el arte circule más dentro del país, en museos o espacios regionales.
“He tenido buena recepción en general; ojalá que eso entusiasme a otras editoriales en general y a los autores a hacer eso mismo. cuando publican un libro recorrer por lo menos las principales ciudades del país”, considera. En arte sucede igual: “Sí hay algunos esfuerzos puntuales, pero es un país de 51.100 km² y hay cosas que no abarcan ni mil kilómetros cuadrados”.
Otro aspecto relevante es la profusión de imágenes: 230 reproducciones de obras que “compendian el desarrollo del arte costarricense”. Es una introducción al arte y lo que hicieron posible sus creadores. Indirectamente, es también un retrato de nuestra sociedad.