
Partamos de lo básico: alguna gente simplemente nace con carisma para la cámara. Un téorico francés de los años 20 acuñó el concepto de “fotogenia” para explicar la alquimia particular que se crea en el encuentro de la cámara, la iluminación y la presencia física de una intérprete. Diane Keaton (1946-2025) tenía eso, pura alquimia, que relucía dorada en cualquier película que apareciera, de la más simplona a la más profunda.
No todo empieza con Annie Hall (1977) pero cómo olvidarla. Diane Keaton nació como Diane Hall, y el personaje que interpreta en la cinta de Woody Allen es su trasunto, en cierto grado.
En sus memorias Then Again (2011), Keaton recuerda que el director la instó a seguir sus instintos con respecto al vestuario de la chica, joven díscola e ingenua por partes iguales. Ropa ancha de hombre, que quiere llamar la atención a la vez que preserva cierta modestia; una cierta inseguridad que cualquiera confundiría con orgullo. ¿No me quieren ver? Bueno, véanme, pero no tanto.

Así, medio a medias, sin querer queriendo, que Diane Keaton se labró un lugar peculiar en la constelación hollywoodense. Ciertamente tenía profundidad dramática (Interiors, Reds, El padrino), pero en las últimas décadas se apoyó más en una una personalidad cómica, ingeniosa.
Su magnetismo se cimienta en una dualidad muy suya: es capaz de encarnar a la neurótica, chic y elocuente heroína cómica, y a la vez, transmitir la vulnerabilidad y la complejidad de una mujer en crisis, suspendida entre distintos momentos de la vida.
Incluso lo logra en la madurez, como se ve en El club de las divorciadas (The First Wives Club, 1996), junto a Goldie Hawn y Bette Midler. Apocada, con problemas de autoestima, es el centro moral del filme y es nuestra narradora; su triunfo final es una reafirmación del valor que, uno siente, ha evitado por años. No quiere destacar, no quiere brillar. Pero en el fondo sabe que lo merece.

El cine fue sembrando este personaje de la mujer moderna, algo atolondrada, a lo largo de los años. Julie Christie en Billy Liar (1962), alegre, y amarga en Darling (1965) es una antecesora; las protagonistas algo neuróticas del cine y la televisión de los años 90 son una continuación (de Parker Posey a Zooey Deschanel). En todo esto, Keaton es heredera de Katharine Hepburn, hasta en el vestuario y el discurso acelerado.
Sin embargo, reducir la carrera de Diane Keaton nos ocultaría algunos de sus mejores momentos. Desde su encarnación de Kay Adams-Corleone en El padrino (1972), transita de ser una idealista, ajena a la rigidez (anti)ética de la mafia a una mujer atrapada y desilusionada por la corrupción del poder y el dinero. En Reds (1977), el idealismo también se pone a prueba, pero mantiene la dignidad de una mujer que sabe más, que intuye más.

Los personajes defectuosos, divertidos, fuertes y a veces tristes de Diane Keaton marcan un momento particular de la cultura pop. Su cierre quizás sea Alguien tiene que ceder (Something’s Gotta Give, 2003), comedia de Nancy Meyers donde conjunta la aparente seriedad de la mujer madura y cansada con la timidez de una chica forzada a crecer que, ya madura, encuentra que aún puede explorar su lado más juguetón.
Luego, muchos personajes femeninos similares el cine de comedia romántica son demasiado cínicos, demasiado narcisistas. Apenas nos vamos librando de esa época amarga del humor.
Hace unos años vimos una película modesta, encantandora, 5 Flights Up (2014), donde si bien no hay mayor interés dramático, Diane Keaton y Morgan Freeman reviven esa química inteligente y adulta que esquivan tantas comedias románticas recientes. Cuarenta años de matrimonio, la ciudad que cambia, la vida que pasa; aún así, estalla la chispa de una Diane Keaton ingeniosa, sincera.
Era como una figura cercana, familiar, una vieja conocida. Algunas apariciones recientes en cine y televisión bordean el ridículo, lo cual habla más de lo que se ofrece a actrices maduras que a los intereses de Diane. En cualquier caso, no se molestaría de que la recordemos como confort casero, que es lo que nos brindan sus mejores películas.
En diciembre de 2024, estrenó su primer sencillo: una canción de Navidad. Por algo será.