A inicios de este año abrió sus puertas un proyecto en la Ciudad de México que se dedica íntegramente a recopilar y estudiar historias trans. Ese acto, por sí solo, ya implica un posicionamiento político firme y una tenacidad notable, aparte de la rigurosa investigación que exige reunir un archivo tan extenso y disperso, para luego exhibirlo a públicos dentro y fuera de México.
El Museo de Arte Transfemenino (MAT) llega a su local físico tras unos tres años de arduo trabajo por visibilizar las experiencias trans y difundir su arte, sus memorias y su pensamiento por medio de charlas, exposiciones, proyecciones y talleres, entre otros eventos.
Conocí a Rojo Génesis, directora y fundadora del MAT, cuando la invitamos al Costa Rica Festival Internacional de Cine a compartir su experiencia. Quería saber más de este museo, ahora que ya cuenta con una casa fija.

“El Museo de Arte Transfemenino es un espacio con sede física en la ciudad de México, en una colonia que se llama la Colonia Doctores, muy particular de la zona centro de la ciudad, ya que es una zona de paso muy estratégica para mujeres trans, sobre todo trabajadoras sexuales”, dice Rojo Génesis.
El espacio se inauguró el 7 de febrero en el marco de la Semana del Arte, pero llevaban tres años trabajando de manera itinerante, con encuentros, exposiciones y un archivo que se venía alimentando desde 2023. “Antes del museo lo que sucedió fue Plasticidades encarnadas, un proyecto que tenía como fin rastrear las prácticas artísticas y culturales de mujeres trans en México desde los 70. Ya tiene tres ediciones y este año va a suceder la cuarta edición", detalla la directora.

Plasticidades encarnadas empezó en la fronteriza Ciudad Juárez, “en un contexto donde empezábamos a problematizar las prácticas éticas del arte contemporáneo sobre el papel de las mujeres trans dentro del arte contemporáneo”, dice Rojo Génesis. Se refiere a “esa insistencia constante de siempre estar documentando a las mujeres trans, los modos de vida de nosotras y demás”, muchas veces sin hacerlas protagonistas de sus propios relatos.
— En el contexto mexicano, ¿se han desarrollado experiencias similares antes o es algo más bien muy reciente, tener este tipo de espacios para explorar la producción artística transfemenina?
—Honestamente sí, creo que el proyecto es pionero en México, en el sentido de que hasta ahora no se había realizado un proyecto liderado y gestionado por mujeres trans con el fin pues de trabajar la memoria (y la práctica artística y cultural a través de ella).
“No quiere decir que antes no habían sucedido algunos esfuerzos por desbordar el tema de lo trans más allá del activismo, pero crear un espacio como el Museo de Arte Transfemenino abrió una conversación totalmente nueva en el escenario del movimiento trans mexicano e incluso de Latinoamérica.
“En Latinoamérica, por ejemplo, tenemos en 2003 el Museo Travesti de Perú; también el Archivo de la Memoria Trans (Argentina, 2012). Es la primera vez que a través de un esfuerzo colectivo se crea un espacio físico únicamente con el fin de trabajar la memoria, arte y cultura desde mujeres trans.
“Si bien las mujeres trans siempre hemos estado en el arte y la cultura y todo el mundo ha hecho obra y trabajo sobre nosotras, es hasta ahora algo muy nuevo que quienes empiecen a tomar esas redes de producción, seamos las mujeres trans”.
—Encontramos en el arte contemporáneo muchísimos registros, incluso apropiaciones, archivos y demás, que involucran a las mujeres trans, pero es hasta hace poco que se ha dado más prominencia a sus voces en primera persona. ¿Cómo entendemos ese dilema ético?
— En primer momento, tiene que ver con una forma de trazar una historia trans, en el sentido de entender primero por qué sucedió antes que muchos artistas hablaran de las trans, menos las trans.
“Tiene que ver con un fenómeno histórico muy particular. Por ejemplo, en América Latina, durante los 70, 80 y 90, hubo una persecución política muy fuerte hacia las travestis y hacia las mujeres trans. Todavía a inicios del 2000 hubo estragos sobre ellas.
“Eso tiene mucho que ver con la forma en la que se puede acceder al mundo del arte contemporáneo frente a un contexto de criminalización, precarización y persecución.
“Era fácil que los artistas llegaran a documentar cómo estábamos viviendo la violencia política, pero no era tan accesible ni tan fácil que una trans sobreviviente de ese periodo accediera a ese espacio de arte contemporáneo. Es muy interesante problematizar quiénes han accedido a esos medios de producción dentro del arte, quiénes acceden a los medios de la representación”..

— En el momento actual, ¿cuáles condiciones se reunieron para que ese balance esté cambiando?
—Es consecuencia de todo el trabajo que se ha hecho, de parte de mujeres trans que han abierto esa conversación, no solamente en el arte, sino incluso lo que se ha hecho, en los activismos trans en Latinoamérica.
“Creo que eso abrió una posibilidad de empezar también a socializar la información por muchos años negada a las trans. También por años se negó la posibilidad de que las trans pensáramos en una memoria trans colectiva, que fuéramos más allá de lo que la gente decía sobre nosotras.
“Creo que hoy en día esto existe justo como consecuencia esa euforia y esa capacidad de ahora nosotras entender por qué es importante hacer esto en primera persona y desde nosotras.
“Si tú hablas con cualquier trans, por lo menos cualquiera atravesada por la clase, te va a contar de un periodista, un antropólogo, un académico, un artista que te toma la foto y ella recibe menos de 10% de la ganancia que la persona que hizo el trabajo.
“Eso habla también de ese cansancio y esa necesidad de problematizar la ética del arte y también de la cultura. Mucha de la cultura cuir latina ha estado muy inspirada también en los modos de vida de las trans, específicamente las trans trabajadoras sexuales de calle.
“Sin embargo, quienes están en primera fila cuando existen estos movimientos de conservadurismo, de violencia política, pues son ellas mismas, no las otras personas que están tratando de presentar al mundo esa estética y ese lenguaje apropiados (de las mujeres trans)”.

— Creería que un aspecto que ha favorecido el surgimiento de iniciativas de este tipo es la posibilidad de establecer redes con otras mujeres trans y otras culturas trans en América Latina...
—Sí, por ejemplo, yo creo que un año crucial para abrir esas conversaciones fue en 2012 con la creación del primer archivo trans latinoamericano, que fue el Archivo de la Memoria Trans (Argentina), creado por María Belén Correa y Claudia Pía.
“Por medio del uso del internet, por ejemplo, algo que ellas posibilitaron fue empezar a socializar la memoria desde nosotras. O sea, través de esas dinámicas de hacer como un registro más casero, más amateur, empezar a pensar en esas posibilidades de hacernos nosotras mismas historiadoras de nuestra propia historia.
“Hoy ya no existe solo un archivo, hay alrededor de 20 o 30 archivos trans en América Latina. Ese fue un momento muy especial como para situar esa práctica de ensayar la memoria, pero también de socializar los medios”.
—Es muy importante comprender lo difícil y lo relevante que es sostener un archivo de este tipo. La historia cuir en general, y acentuado en las experiencias trans, tiene el problema que los archivos son muy precarios, muy dispersos, muy difíciles de conseguir y de conservar. ¿Puede hablarme de ese desafío que es lograr reunir esos archivos?
—En primer momento, creo que lo precario de hacer un archivo tiene que ver también con lo precario que es ser, por ejemplo, mujer trans en Latinoamérica. Muchas compañeras que quizá fueron clave también para pensar en toda esta genealogía ya no están, y las que están son consideradas sobrevivientes de esos periodos.
“Ese es el punto clave que tenemos que trabajar, desde una conversación intergeneracional. Si bien los procesos colectivos que están surgiendo hoy en día ha cambiado mucho incluso la forma de pensar lo trans en sí mismo, creo que siempre será necesario voltear atrás para reconocer por qué pensar hoy archivos trans se ha vuelto un desafío.
“Incluso hasta cuestionar la categoría de archivos sería hoy en día necesario, porque parareciera que hay como una insistencia en tener una nostalgia. Como de la mujer trans y travesti vista en una fotografía sobreviviendo quizá en dictadura, pero también hay una total indiferencia hacia aquella trans y travesti sobreviviente que vive totalmente en la precarización. Pareciera que al mundo le gusta ver más el archivo de un trans muerta que de una trans viva.
— Me parece que ese sería uno de los principales desafíos de este proyecto en la actualidad: justamente hacer visible la producción actual, las vidas actuales...
— Sí, totalmente, porque como te digo, hay todavía generaciones completas de sobrevivientes padeciendo esta indiferencia.
“Por ejemplo, acá en México tenemos una generación de mujeres trans de los 70 y los 80, que están enfrentando complicaciones, por ejemplo, por el uso de modelantes, silicón, aceites... y no hay realmente un programa de apoyo de manera directa hacia ellas.
“Creo que muchas veces, si bien estamos muy enfocadas en una agenda actual de lo trans en Latinoamérica, nos olvidamos que también deberían de ser parte de esa agenda aquellas mujeres trans que son, pues, un archivo vivo”.

— Quisiera hablar de esa función que también tiene el museo de exhibir, mostrar y compartir la producción artística de hoy...
— Partir de una conversación intergeneracional también es voltear a ver lo que se está produciendo hoy en día. Si bien me considero parte de una generación joven, hay personas trans mucho más jóvenes que yo que también están produciendo y están interactuando en el arte y la cultura de una manera totalmente diferente a como quizá estábamos acostumbradas.
“Cuando fue la apertura del Museo Arte Transfemenino, algunas mujeres trans nos decían que les parecía impactante que se abriera un museo de arte trans, cuando a ellas en los 70 y 80 ni las dejaban entrar a los museos. Creo que pensar un contramuseo, un museo como respuesta al museo institucional es también cambiar esa narrativa y ese paradigma y problematizar quiénes acceden al espacio del museo, y pensar el museo como un espacio tenso, político y conflictivo.
“Nos hemos encontrado con propuestas actuales bien interesantes en mujeres trans jóvenes que interactúan desde el performance, desde el cine, el video, la escritura...”.
