Los niños nunca olvidan, escribía Virginia Woolf en Al faro. Uno nunca sabe cuándo emergerá un recuerdo, el esbozo de algún personaje, una fruta, un aroma. Para Aquiles Jiménez, ese retorno se convirtió en Sombras de la memoria, su primer libro de cuentos.
Hace un tiempo, Jiménez conversaba con su amigo Carlos Avendaño y empezaron a repasar personajes de su vecindario, a mediados del siglo XX. El ganador del Premio Nacional 2024 por su escultura nació en 1954 en El Roble de Santa Bárbara de Heredia, rodeado de naturaleza.
Era un pueblo pequeño, pero aparecían algunas figuras curiosas que de pronto evocaron para Jiménez sensaciones de aquella época. Nina Colochos, Amadeo Pelotilla, Doña Otilia... Algunos hablaban demasiado y otros muy poco. Las olominas del río; las frutas en los patios; las aves sobrevolando las casas. En estos breves relatos, se ebozan momentos irrecuperables de la vida en un pueblo que, como todo, ha cambiado. Como su autor, como el país.

“Esas sombras de la memoria de niño fueron tomando cuerpo y adquirieron significado”, dice el artista. Conversó con su hermana, “de memoria sólida”, para reconstruir algunos retratos fragmentarios de aquellos vecinos. “Escribí algunas relatos, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, pero en un momento dado, pues me animé”.
Ciertamente, Jiménez ha explorando su visión de lo poético por medio del trabajo en otros materiales, con la escultura. Su creación ha fructificado por décadas en texturas y formas que articulan una visión de la vida afianzadas en cierta sensualidad, cierta magia.

Cómo surgió ‘Sombras de la memoria’
Volcado a las letras, entrelaza las distintas expresiones de su creatividad y eso se aprecia en el libro-objeto que contiene sus relatos de infancia. Sombras de la memoria es una edición especial en un estuche de cartón, con dibujos y reproducciones numeradas (de 1 a 300) y firmadas; lo publica Tranvía Ediciones.
Para Jiménez, ni hacer las ilustraciones fue sencillo. Trasladar su visión del material de la escultura a las exigencias de las letras requiere otros esfuerzo, otro ritmo. Pero el artista encontró su camino por su “tendencia a enfrentar el arte como un lenguaje poético”.
Tal ejercicio implica un redescubrimiento, no solo de aquellos personajes, sino del propio pasado. “Me di cuenta de que tenían atributos que tal vez yo no les había notado en aquel tiempo”, dice Jiménez.

¿Quiénes son, al fin y al cabo, esas figuras que configuraron la memoria del pueblo de Aquiles? Pues no necesariamente los ricos ni los que tenían influencia, sino los desposeídos, los poco vistos, quienes el niño veía como otra cosa menor y ahora mira como esenciales para su recuerdo.
Las conversaciones con su hermana, con su amigo, y el esfuerzo de repasar ese tiempo herediano lo “llevaron a completar la imagen de cada personaje, y eso amplió el personaje, el arquetipo que representaban”.
“Los carajillos nos subíamos sobre los sacos de arroz y maíz y hasta encima del mostrador, para ver mejor, al menos hasta que llegara Yico el policía y nos dijera: A arrugar la oreja, todos’”, narra en uno de los relatos.
Allí, entre las urnas de la pulpería, flotaba Otilia, una señora del pueblo. Quizás en aquel momento no era nada, poca cosa, solo la dueña de la pulpería. Tantas décadas después es una esculturita de palabras que se desliza por las páginas de un libro de Aquiles Jiménez, ya no un niño.
‘Sombras de la memoria’ se presentará el jueves 8 de mayo en el Auditorio de la Universidad Creativa (Santa Marta de Montes de Oca), de 7 p. m. a 9 p. m., con entrada libre.