
Mucho antes del humo blanco y del nombre que ahora está en boca del mundo, el papa León XIV (Robert Prevost) ya daba señales de lo que hoy lo distingue: un carisma que desarma protocolos.
En redes sociales se viralizó un video grabado durante la Navidad de 2014, cuando el ahora pontífice recién había sido nombrado por el papa Francisco como administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo, región ubicada en el norte de Perú.
El video muestra a quien para ese entonces era tan solo Robert Francis Prevost, unirse a un grupo de jóvenes músicos, tomar el micrófono y cantar Feliz Navidad. Inicialmente lo hace en coro, pero al llegar la parte en inglés se convierte en el intérprete solista, desatando la euforia de los presentes.
La escena volvió a circular esta semana con fuerza inusitada. Algunos medios internacionales recuperaron el material y lo enmarcaron como prueba de la calidez de un hombre que ya hacía de su cercanía pastoral una marca personal.
En el video, el futuro pontífice aplaude, sonríe y canta sin miedo al ridículo, contagiando con su alegría a quienes lo rodean. No se trata solo de un momento simpático: es también un gesto que explica por qué su elección al trono de Pedro no sorprendió tanto a quienes lo conocían de cerca.
La pieza audiovisual se ha convertido en símbolo y anécdota de su llegada al Vaticano. El mismo León XIV que ahora enfrenta desafíos globales desde Roma fue, y sigue siendo, el cura estadounidense de “alegría peruana”.
