
Este artículo no es una reseña ni una recomendación. Hoy, que se publica, se cumple casi un mes desde que Uncharted 4: A Thief’s End salió al mercado.
Para estas alturas, prácticamente cualquier persona interesada en la serie lo ha jugado de principio a fin, ha leído decenas de reseñas de sitios especializados y ha conversado con sus amigos sobre la obra maestra que creó Naughty Dog, el estudio encargado de su desarrollo.
Esto es una carta de despedida.
Nathan Drake –el protagonista de la saga– y yo nos conocimos en el 2007, con la publicación de su primer juego, Uncharted: Drake’s Fortune. Aquella aventura fue la primera que pude jugar en el flamante Playstation 3 que compré luego de ahorrar y pasar hambre en la universidad durante un año entero.
A veces se me hace difícil de creer que han pasado nueve años desde entonces, y cuánto ha cambiado mi vida en ese tiempo.
Nathan también cambió. Luego de tres grandes juegos –cada uno considerado, al momento de su publicación, como una obra parteaguas de su respectiva generación–, el explorador y ladrón ha encontrado madurez y claridad. Pero también ha encontrado nuevas fortunas por descubrir, nuevos peligros que enfrentar, nuevos tesoros por proteger aunque ya estos no sean precisamente cofres de oro.
Esta, su cuarta historia, es un relato sobre la familia, los amigos, sobre la vida misma. Sobre caídas, resbalones y saltos al vacío –literales y metafóricos–.

A Thief’s End presenta escenarios magníficos y situaciones explosivas, pero la suya es una historia de pequeños personajes, de las relaciones entre ellos y de cómo las decisiones que estos toman afectan a los demás.
Desde luego, la madurez de Nathan Drake y de su relato es un reflejo de la madurez de Naughty Dog como estudio desarrollador de videojuegos y como equipo de narradores. A lo largo de la serie, Uncharted ha puesto en jaque a quienes dudan de los videojuegos como plataforma para narrar grandes historias.
Como suele ser el caso con cada nuevo juego desarrollado por el estudio, el apartado audivisual se eleva a extremos antes impensados. Cualquier persona no acostumbrada a los videojuegos pensará que se trata de una película y no de imágenes generadas por computadora.
Además, sin importar cuán relevante sea el relato, la jugabilidad es siempre de primer nivel: el juego, aunque puede ser repetitivo –sobre todo si se considera a toda la serie–, nunca es aburrido. La combinación entre saltar de una plataforma a otra, disparar a oleadas de enemigos y resolver puzzles es una fórmula mágica para el entretenimiento, si bien los rompecabezas me resultaron menos interesantes que en entregas previas.
Uncharted 4 es el capítulo final de una serie histórica para el mundo gamer , y es uno de los mejores videojuegos jamás creados. Solo así podía despedirse un personaje ya icónico, ya legendario. Adiós, Nathan Drake.