Eugenia Fuscaldo, de 68 años, es siempre la misma. Pasan los años y sigue siendo la entusiasta y positiva mujer que no cambia, ni siquiera cuando un hecho inesperado aparece y afecta la vida que conoce.
Cuando se convirtió en madre de su única hija, Sofía Ortega, la bebé nació con una condición que provocó que estuviera constantemente en el hospital. Eugenia, más allá de sentir que la vida que conocía se le descolocaba, ella decidió dejarlo todo y dedicarse “en cuerpo y alma” a los cuidados de la niña.
Fue hasta que Sofía cumplió 13 años que Eugenia volvió a trabajar. Cuando la chica llegó a sus 15 todo mejoró y hasta el día de hoy su salud es formidable. Ella es la incondicional de su madre.
Precisamente, Sofía fue quien acompañó a Eugenia, el 1.° de marzo, día en que una ambulancia trasladó a la actriz desde la clínica de Tibás hasta el hospital México, cuando era evidente que su salud no estaba bien. Cuando salieron a pasear a sus tres perritas, la actriz no pudo avanzar, se sentía fatigada. Su hija le insistió ir a emergencias.
“Entre el (hospital) México y la clínica de Tibás me salvaron la vida. Me atendieron bien y rápido, supieron que necesitaba estudios. Vieron que el corazón estaba alterado. Tenía tres días sufriendo una opresión. Estaba tomando bicarbonato porque según yo era por comer tanta ensalada. El último día salí a caminar con las perrras. A los cinco minutos no podía. Mi hija me dijo que fuéramos a emergencias de Tibás”, cuenta la también jueza de Tu cara me suena.
Hoy doña Eugenia se siente muy bien; feliz y agradecida. Aún cuando una nueva y complicada situación se atraviesa, con la salida de La Pensión de Teletica, donde interpretó por 22 años a doña Tere; ella, una amante de actuar y del trabajo, tiene fe de que pronto todo vuelva a estar bien; como siempre.
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--En vísperas de sus 68 años sufrió un infarto, usted comenta que ni siquiera se había sentido enferma ni con síntomas. ¿Cómo llega esto a cambiar la vida?
Ellos dicen que evolucioné muy bien, creo que en parte es porque estaba en buenas condiciones. Luego de los reemplazos de cadera aprendí a nadar. Entonces yo nadaba, ahora por la pandemia no. Iba al gimnasio, caminaba, eso favoreció. Yo entré y salí caminando. Me daba vergüenza ir en silla de ruedas porque según yo estaba bien.
“Ahora he hecho cambios mayores con comidas. Pero ya no sé, ni qué sí ni qué no, como mucha cosa cruda, ensaladas. De lo que me recupero es de la condición del corazón. Luego salís y te pasan a rehabilitación cardiaca. Me han hecho pruebas con un (monitor) holter que ve todo. Ahora estoy en clases por Zoom para la rehabilitación cardiaca; el primer día cogí cama porque me sentía agotada. Ahí voy poco a poco”.
“Siempre lo he tenido claro, pero a uno a veces se le olvida la vulnerabilidad. Uno dice que está haciendo todo bien, camina y nada, pero no sabés. Uno debe estar listo para partir en el momento que le toque, pero mientras haya un hilo de vida hay que seguir. Uno se atormenta por cosas que solo el tiempo hace, sobre todo en la pandemia, por situaciones económicas o por esto y lo otro y hay cosas que no se pueden controlar y uno no lo puede controlar todo.
Algo que he venido haciendo es concentrarme en el momento en el que estoy”.
--Apenas han pasado tres meses de ese evento, ¿cómo se siente, doña Eugenia?
Me siento super bien. Hoy (sábado 29 de mayo) sacamos a las perras, luego salimos Sofía y yo a hacer paguitos, todo a pura pata. Me canso mucho menos. Me daba cuenta que cuando caminaba con las perras y las ponía a caminar rápido me fatigaba. Ahora poniendo atención uno le echa la culpa a que no durmió o que necesita más frutas, no sabía uno el proceso que iba ahí.
Siempre he sido agradecida, pero ahora más con esta oportunidad que me dio la vida, que me salvaron tantísimas personas y me mostraron cariño, compromiso y compasión. Estoy tan agradecida. Agradecida de nacer en este país y de tener la Caja Costarricense de Seguro Social. (...).
--¿Queda alguna sensación de alerta? ¿Cuándo estuvo hospitalizada temía por algo?
No tenía ningún temor. Me sentí muy segura en el México con los cuidados. Me dio un poquillo de taco porque dijeron que era muy feo el cateterismo (le colocaron un stent en una arteria de su corazón) y uno tiene que firmar un consentimiento informado, uno en ese momento prefiere que lo manden a la casa. Pero luego el doctor Granados, el geriatra, me dijo que esto era una segunda oportunidad, que eso me iba a dar una nueva vida.
“Mi preocupación es mi hija. A las demás personas puede que uno les haga falta, pero tienen sus vidas. Me preocupaba la casa, pero también decía que lo que estaban haciendo estaba bien, yo sentía y sabía que eso era lo que es, lo correcto. La gente no estaba bateando. Era mucha experiencia.
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--¿Cómo está su hija Sofía Ortega (desde el nacimiento hasta sus 15 años tuvo problemas de infecciones, producía bajas defensas)?
Sofía (de 34 años) está con una salud buenísima. Fue un cambio de 180°. El cuerpo le dio vuelta completamente; de repente ella comenzó a producir lo que necesitaba, algo que iba a ser una deficiencia para toda su vida. Siempre será paciente a la que hay que controlar, pero nunca más tuvo que ponerse medicamento ni nada.
“Su condición le dio muchos problemas de infecciones. Tenía que estar muy cuidada, no podía tener perros. Ahora duerme con los perros. Yo pasé sin trabajar hasta los 13 años de ella.
Hoy está por graduarse de filosofía y de la escuela de inglés de la UCR. Trabaja desde la casa”.
“Sofía para mi vida es indescriptible. Compartimos muchos intereses. Todo”.
--¿Está cercana a vivir su sétima década, cómo pasa esta etapa de la vida?
La paso como todo el mundo: un día a la vez. Más joven decía que seguro me iba a morir joven, pero ahora estoy vieja. Estoy en esta edad muy bonita. Una época en la que estoy más estable emocionalmente. Me gusta lo que logramos hacer aún en esta pandemia. La vida está llena de eso: de pequeñas cosas, de pequeños actos, de mucho silencio.
--¿Qué tal está su corazón en el ámbito romántico?
Mirá estoy enamorada de mi familia (risas). Ese es el colmo del romanticismo.
No tengo pareja ni me gusta nadie. Estoy enfrascada en otras cosas. Tal vez hay señoras y señores que en este momento quieren hacer parejas, pero no estoy en eso. No me parece mal, ni pecado, simplemente mi vida está distribuida en otra forma.
“Encuentro diversión en pequeñas cosas, compartir entre nosotras en casa (además comparten con Adriana Hernández, Nani, a quien ve como su nieta de corazón y es hija de Alejandra Rodríguez, su mano derecha en la casa desde hace 26 años), sacar a las perras. Creo que en una casa, a pesar de que nos hemos quejado por estar encerrados, es infinito lo que puede haber de bonito. Siempre y cuando las personas se comprometan a ser armoniosas”.
--Ahora que La Pensión salió del aire, ¿cuáles son sus planes laboralmente hablando?
Ahora vamos a ver qué pasa con La Pensión. Tengo solo fe, ningún conocimiento, de que va a seguir. Es esa corazonada por todo el apoyo que ha tenido por parte del público.
Los artistas no tenemos una edad para retirarnos. Esa es mi esperanza: poder seguir trabajando. Pero no puedo leer el futuro. Estoy lista para grabar hoy mismo, pero vamos a ver.