
Hasta un ínfimo animal como una mosca, con algo tan simple como una picadura, puede causar una tragedia.
Así le sucedió a Andrew Kane, un trabajador rural de 31 años, que perdió la vida tras una grave infección causada por la picadura de un tábano en su brazo mientras realizaba labores agrícolas en Widdrington, Northumberland.
Según relató su madre, Rachel, el joven notó inicialmente un leve enrojecimiento y picazón, pero no consideró que fuera algo preocupante. Aunque recibió tratamiento con antibióticos, el cuadro se agravó con rapidez y derivó en una falla sistémica que terminó siendo fatal semanas después.
Los primeros síntomas que pasaron desapercibidos
Kane, padre de una niña y miembro de una familia dedicada a la agricultura, trabajaba alternadamente en granjas lecheras y en labores de pintura y decoración. Vivía con su madre, Rachel, de 52 años, quien fue quien insistió en que acudiera al médico tras notar que la lesión en su codo no cicatrizaba.
“No le preocupaba. Uno cree que solo se enrojeció y pica, y piensas que está mejorando. Pero el agujero en su brazo nunca parecía curarse”, recordó ella.

Dos semanas después de la picadura, mientras compartía unos tragos con un amigo, el hombre colapsó repentinamente y fue trasladado al hospital Northumbria Specialist Emergency Care, en Cramlington.
Allí, los médicos diagnosticaron un shock séptico, una reacción extrema del cuerpo ante una infección grave. Este tipo de respuesta puede causar el fallo de múltiples órganos y, sin atención inmediata, resulta letal.
Lucha por la vida y desgarrador final
Tras cinco semanas de tratamiento intensivo, Kane fue derivado al hospital Freeman, en Newcastle, donde permaneció en coma inducido. Aunque mostró signos temporales de mejora, la infección reapareció con mayor fuerza y comprometió sus órganos vitales.
Rachel relató que su hijo “era un chico grande y fuerte. Nunca hubiera imaginado que una picadura de mosca pudiera llegar a esto. Fue horrible. Empezó a empeorar muy rápido. Estuve con él hasta el final”.
El desenlace generó conmoción entre familiares y amigos, quienes lo describen como un hombre cariñoso, protector y de carácter alegre. Su muerte deja una profunda tristeza en su entorno cercano y sirve como advertencia sobre los riesgos de minimizar heridas o picaduras que parecen inofensivas.
