Cristina Mora Jiluta inició en el mundo de la gastronomía como alguien que encuentra al amor de su vida: sin estarlo buscando, sin planificarlo y dejándose llevar por los sabores de un mundo que le decían que allí pertenecía…
La historia comienza sin un nombre definido, con apenas 300 seguidores en Instagram, fotografías cuidadosamente pensadas y una pandemia que, sin saberlo, cambiaría su vida. Estos elementos fueron claves para el nacimiento de La Fatfluencer, un perfil que, de la mano Mora se ha convertido en una sensación en el mundo gastronómico costarricense.

Mora empezó a publicar fotografías de algunos lugares que probaba, acompañados de un texto descriptivo por puro disfrute, permitiendo a sus amigos más cercanos tomarla como un referente para conseguir el lugar de moda y visitar los lugares que ofrecían los mejores platillos.
“Cris, ¿dónde me recomienda ir a comer carne?, ¿a dónde me recomienda ir a comer mariscos?”, eran algunas de las peticiones más frecuentes, esto debido a las reseñas que realizaba en su antiguo trabajo que, en sus palabras, le dieron ante sus amigos más íntimos el título de fuente confiable para recomendar lugares.
Mora es periodista de profesión y, como tal, ejerció durante algunos años su carrera de la forma más tradicional. Su jefa en aquella época jamás se imaginó el impacto que tendría en su vida asignarle coberturas gastronómicas, ya que, entre artículo y artículo, Mora se enamoró de la cocina.
Lo curioso de enamorarse es que, a veces, sucede sin que uno se dé cuenta... y así le sucedió a Cristina. Vivir en el extranjero siempre fue su sueño, por lo que decidió irse a España a estudiar una maestría durante un año, casualmente siendo este un destino cargado de buena comida. Es decir, creyendo alejarse de esos sabores que le coqueteaban, en realidad solo se acercó más a ellos.
Posteriormente, consiguió trabajo y convirtió al país de la paella en su hogar por 3 años.
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España es un mundo lleno de posibilidades si de comida hablamos, “allá la oferta gastronómica es muy amplia y uno puede probar mucho. Ahí en una callecita hay restaurantes de 20, 30 países”, comentó Mora, siendo esta una situación que sus amigos le sugirieron aprovechar.
Según ella, su círculo cercano le decía que tomara esta oportunidad y publicara con más frecuencia desde España; sin embargo, ni ella ni su pareja se imaginaron que la pandemia por la covid-19 cambiaría el juego de la forma en que lo hizo: a raíz de la situación sanitaria se devolvieron a Costa Rica.
Una pandemia que lo cambió todo
Una vez en Costa Rica, Mora se encontró con una fuerte campaña de consumo local para apoyar al emprendedor, y eso fue exactamente lo que hizo.
“(Muchas personas) se quedaron sin trabajo y empezaron a emprender cocinando. Entonces ahí, en ese momento, yo empecé a comprar”; pero esto que parecía no hacer mayor diferencia fue vital para que el proyecto de La Fatfluencer pudiera surgir.

Mora asegura que, a raíz de sus publicaciones recomendando productos que ella misma compraba, más y más emprendedores empezaron a contactarla para que hiciera lo mismo con los suyos, en un intento por vender más. Para ese momento La Fatfluencer tenía al menos 3.000 seguidores en Instagram y junto con esto llegó su primera colaboración pagada con una marca.
“Una marca me contactó para hacer recetas y me dijo: “Yo te voy a pagar. Y yo dije: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué?“, asegurando que para ese momento aún no era consciente del alcance de su proyecto. Sin embargo, a partir de ese momento, se sembró en su mente la idea de que podría convertirse en algo más que un hobby.
La renuncia a su empleo corporativo fue el primer paso de una verdadera historia de amor. Mora se fugó con su sueño: lo que empezó como un fugaz coqueteo, dedicándole apenas un par de horas a la semana, la terminó por conquistar por completo.
Tras su decisión, volcó toda su energía en este proyecto, y el romance rindió frutos rápidamente: en solo dos meses su comunidad creció de 15.000 a 50.000 seguidores, justo en el tiempo en que, en teoría, debía estar explorando nuevas oportunidades profesionales. Actualmente, Mora está casada con La Fatfluencer, el proyecto que no solo le apasiona, sino que también representa el 100% de sus ingresos.
El pago de la tarifa no asegura la reseña; no cualquiera trabaja con la Fatfluencer
La gastronomía es, por naturaleza, subjetiva. La sazón, los colores, los aromas y la presentación generan experiencias distintas en cada comensal. Por ello, Cristina es especialmente cuidadosa al elegir los restaurantes que visita.

No prueba restaurantes que acaban de abrir por temas logísticos, los cuales son característicos de un nuevo negocio; además, exige que los platos se sirvan tal y como se presentan al público, sin modificaciones especiales para ella. En caso de presentarse problemas con la comida que recibe para probar, como fallas en la cocción, descomposición, sabor u otros detalles similares, Mora también establece un reembolso del 100% del enganche depositado por el restaurante.
“¡Para la foto, pongámosle más queso! ¡Para el video, hagámoslo un poco más grande!.. .Los que pierden son los mismos restaurantes, pierdo yo mi credibilidad, y pierde el consumidor que va, entonces… ¡Perdemos los tres! Eso, obviamente, no fue así desde el principio, no es que yo tuviera esa cláusula de transparencia desde el día cero, uno va aprendiendo sobre el camino”.
Así es como La Fatfluencer se asegura de que ninguno de los involucrados se vea afectado, en caso de que el producto no cumpla con las expectativas: protege su credibilidad, la reputación del restaurante y, por supuesto, la confianza de quienes disfrutan de su contenido.
No todas las experiencias son positivas
Cristina asegura que, al igual que todas las experiencias profesionales, dedicarse a la gastronomía tiene sus retos, entre ellos, lidiar con lugares que aún no han logrado aterrizar sus propuestas gastronómicas, complicando para ella el esperado momento de la reseña.
“La primera vez que me pasó, yo ni siquiera estaba cobrando. Eso fue al puro principio, cuando yo no tenía nada de esto establecido. Me pasó con un restaurante muy nuevo, (con temática) de un país específico del cual yo tenía bastante conocimiento. Entonces, cuando me sirvieron los platos yo decía: ¡Es que esto no es!”.
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Mora no reveló el nombre del restaurante para proteger su identidad. Sin embargo, explicó que se comunicó con la persona que la había contactado para realizar la reseña y le aclaró que no podía recomendar el lugar. Además, aprovechó la oportunidad para compartir el contacto de un chef especializado en ese tipo de gastronomía, con el fin de orientar al equipo. El gesto fue bien recibido, especialmente porque Cristina tuvo el privilegio de ser una de las primeras invitadas en catar el menú.
Una multifacética en expansión, así es Cristina Mora
Entre periodista gastronómica, creadora de contenido y empresaria, Mora se percibe como la primera de estas opciones; según ella, esa es la que más le gusta, pues mezcla sus pasiones.
Al ser periodista tiene el elemento narrativo, al haberse desempeñado en publicidad sabe como promocionarlo y, al ser creadora de contenido, tiene una noción clara de qué tipo de material puede funcionar con su comunidad, pues no solo piensa como influencer, sino también como consumidora, resultando en la receta perfecta para el éxito detrás de su marca.
A lo largo de la entrevista, Cristina aseguró que le gustaría especializarse en el área gastronómica, pero que en la actualidad, a pesar de no contar con certificaciones en el área, está feliz compartiendo lugares que le parecen excelentes y que brindan una buena experiencia a todo el que lo visite.
“Jamás yo me podría catalogar como una experta, ni como crítica gastronómica, y eso sí me gusta aclararlo, porque a veces la gente en redes sociales dice: ”‘pero qué criterio tiene ella para recomendar’, y yo siempre les digo: ‘Mi criterio es que uno cada uno de nosotros tiene un paladar”.
Mora asegura que La Fatfluencer no hará más que crecer en los años que vienen y que está trabajando en un par de proyectos que compartirá pronto en sus redes sociales, relacionadas con experiencias más inmersivas, en agradecimiento a la comunidad que la acompaña desde el 2018 y que se suman cada día.
Una de sus intenciones más claras es expandir su revista digital, LaFatfluencer.com, donde ya ofrece un directorio de lugares para visitar en Costa Rica. El sueño es internacionalizar el proyecto, recorrer el mundo haciendo recomendaciones y, por supuesto, conquistar países… un platillo a la vez.