Los aplausos sin música fueron el escenario que recibió a la Orquesta Filarmónica en su noche del 8 de setiembre.
Con personas atravesando los pasillos mientras el reloj ya marcaba las 8:10 p. m., la petición –casi imperativa– de que los músicos comenzarán el planeado homenaje al grupo Metallica era evidente.
Unos cuantos chiflidos de presión hicieron salir al ensamble, dirigido por Marvin Araya, para que los músicos comenzaran a roquear. Tan solo un par de acordes provocados por las guitarras eléctricas fueron suficientes para abastecer de gozo al Anfiteatro Coca-Cola de Parque Viva. De inmediato, todos los puños se levantaron como una señal compartida de emoción.
Comenzaba el momento esperado de esta presentación, una de las más esperadas en este año en que la Filarmónica celebra tres lustros de existencia. Todos los éxitos de la banda estadounidense de thrash metal y heavy metal resonarían intensamente tal cual todos esperaban.
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Al servicio del rock
El misterioso comienzo de The Ecstasy of Gold obligó a cada garganta a gritar de la emoción. El estroboscópico juego de luces del anfiteatro dio inicio al éxtasis que se extendería por casi dos horas.
Ese comienzo delató la fruición que provoca el amor por el legendario grupo de heavy metal Metallica. La banda estadounidense le dejó muy sencillo a la Orquesta Filarmónica armar un repertorio hipnótico, pues sus 37 años de existencia y su decena de discos de estudio ofrecen un catálogo más que jugoso a la hora de seleccionar un programa para los asistentes.
Yunuen Rodríguez cantó las vocales de The Ecstasy of Gold para ofrecer una pequeña introducción, que sería proseguida con el tema Creeping Death, a cargo del cantante Anton Darusso.
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Fue muy sencillo para Darusso enfrentarse al público. Pegó un salto de acróbata para entrar al escenario y sacó aplausos con fuerza.
Acto seguido, Gustavo Salazar salió a escena para agitar su cabello incesantemente mientras tocaba a su guitarra. For Whom The Bells Tools fue la primera canción de las tres que interpretaría.
Tras el enérgico comienzo, la orquesta se silenció para que el anfiteatro se encargara de hacerse escuchar. El conductor Marvin Araya se dirigió de inmediato a los aproximadamente 5.000 asistentes del concierto.
“Hay conciertos que son realmente emblemáticos. Cuando uno ve que el público está repleto de puro conocedores, vieran qué bien se siente estar aquí arriba”, dijo el director al comienzo del concierto. “Nos tomamos muy en serio los gustos de la gente y estamos felices de que estén disfrutando”, agregó.
Después de las palabras de Araya, se completaría la formación de vocalistas que estarían en escena. Kurt Dyer apareció con Welcome Home, tema del emblemático disco Master of Puppets. La pieza hizo que todas las cabezas giraran de atrás hacia adelante repetitivamente.
Tras Wherever I May Roam y Ride the Lightning, aparecería el quinto y último cantante de la noche. Se trató de Manuel Barrantes, quien interpretó el mítico tema One, publicado a finales de los años 80 por el grupo estadounidense.
Con tremenda sutileza por parte de la orquesta, la pieza provocó un punto de inflexión en el concierto. Más que gritar, el público parecía estar anonadado ante el tema clásico que ha sido legado generación tras generación.
Después de la experiencia con One, la noche siguió con el ritmo con el que venía. Puños al aire, cabezas danzantes y gritos desenfrenados le dieron continuidad al recital.
“Mucha gente se quejaba de que las entradas estaban muy caras. Decían que era como si el precio valiera por ver a Metallica... Pues vieran qué breteada hicimos. Lo importante es que ustedes la estén pasando bien”, dijo Araya en medio del frenesí.
El concierto continuó. Con las destacadas interpretaciones de Orion, Nothing Else Matters y Enter Sandman, los vocalistas no tuvieron problema en convocar los aplausos. Los asistentes se miraban inmersos en el metal que los hacía vibrar.
Para acabar el concierto, Anton Darusso cerró con Master Of Puppets. Como es costumbre, nadie quería moverse cuando terminaron de tocar y la orquesta se vio obligada a regalar una pieza más para la presentación.
Fue Manuel Barrantes el último en salir a la tarima para interpretar Seek and Destroy y provocar sonrisas múltiples a lo largo de los asientos. Nadie se podía quejar: un provechoso recorrido por la discografía de Metallica fue todo un hecho.