A finales del siglo pasado era imposible no encontrarse con la canción Californication sonando incansablemente. Para el 2002, cuando la banda nos visitó por primera vez, todavía estaba fresca la estela del álbum homónimo que giró y giró en los discman de toda una generación.
By The Way fue el siguiente lanzamiento que mantuvo la misma senda exitosa de su predecesor. Ir a ver a los Red Hot Chili Peppers en su show en el estadio Rosabal Cordero era un hito, pues, para entonces, todavía era raro ver en carne y hueso a los artistas del momento visitando Costa Rica.
Veintiún años después, para su tercer show por estas tierras mojadas, el grupo ya no representa a la banda de moda, sino a la banda legendaria. Una de esas que parece que han estado ahí por la eternidad. Con sus cuarenta años de carrera a cuestas y más de sesenta sencillos a su haber, el grupo californiano tiene impreso un sello de calidad.
Curiosamente, su larga lista de éxitos es un arma de doble filo. Son tantas las canciones que se quedan fuera del setlist, que no hay manera de complacer a toda la audiencia. Hay que comprender que en su oferta no es exactamente un Greatest Hits de cabo a rabo.
En su gira actual, el grupo alterna violentamente su repertorio. Lo que nos tocó presenciar acá estuvo nutrido principalmente por los discos By the Way y Stadium Arcadium, junto a material de los dos álbumes que lanzaron el año pasado.
Lo que es cierto es que algunas variaciones del material más reciente apagaron inevitablemente a la audiencia y provocaron un tambaleo de emociones poco placentero. Algunas intervenciones parecían más el producto de un jam inconcluso y presenciar esto en un estadio no fue tan gratificante.
Fue el bajo del enigmático Flea el encargado de hacer “puentes” entre temas, con pasajes que conectaban musicalmente entre la salida de una canción y la entrada del resto de la banda para la siguiente. Él mismo fue el interlocutor entre la agrupación y la audiencia.
Este personaje carismático es el que salva a la banda del desgano. Desde el público parecía que los artistas estaban en tarima por puro trámite, algo curioso, pues apenas están empezando su recorrido por Latinoamérica.
Parte de esa percepción tiene que ver con la actitud de Anthony Kiedis. El cantante no conectó con el público más que para medio-agradecer un gesto de dos fans que, desde la audiencia, le mostraron unos globos cumpleañeros. (El vocalista cumplió 61 años este 1.° de noviembre). Fue un anfitrión aperezado que no le hizo honor al picor que advierte el nombre de la banda que lidera.
Es cierto que su performance podía verse limitado por una pierna lesionada, pero eso no justifica su ejecución vocal a veces aletargada y descoordinada. Quizá fue el único bache interpretativo, pues sus tres compañeros instrumentistas fueron gemas bien pulidas. Aplausos también para John Frusciante y sus formidables segundas voces.
En cuanto al sonido, en sector más cercano al escenario era impecable. Sin embargo, leí quejas posteriores de quienes vivieron la experiencia desde cualquier otra parte del escenario, quienes sufrieron en este apartado. Desconozco las razones técnicas de esto. Por otro lado, el recurso visual en las pantallas fue un punto alto de la presentación.
Después de poco más de hora y cuarenta minutos, el grupo californiano se despidió con Give it Away. Mentiría si dijera que se les extrañará. En cambio, dejaron la sensación de un chile picante que desaparece rápidamente de las papilas gustativas y lo hace a uno preguntarse, ¿eso era todo?.
El concierto de Red Hot Chili Peppers
Invitados: Iron Tom y Saint Cecilia.
Lugar: Estadio Nacional.
Fecha: 31 de octubre, 2023.
Organización: BLieve.