La estampa de Rubén Albarrán y Residente juntos en la tarima principal de Grito Latino sirve de resumen del festival. Retrata la energía intensa que se vivió en los múltiples escenarios, en un cartel plagado principalmente de artistas consolidados.
En el cartel eran más los nombres que no escuchábamos desde inicios de los dos mil, que los artistas jóvenes, como Ximena Sariñana. A diferencia de los festivales más emblemáticos, el Grito Latino no tenía como punta de lanza el ofrecimiento exclusivo de exponentes que están en su mejor momento, ni de curiosidades de la música actual.
La última vez que El Gran Silencio tuvo un éxito que pegara en las radios locales, Abel Pacheco era nuestro presidente. En México, no obstante, la agrupación se mantiene como referente de fiesta en vivo, siendo incluido en horario estelar en festivales como Vive Latino, apenas hace unas semanas atrás. Su relevancia quizá no sea local, pero bueno, ese es el don y gracia de hacer un festival L-A-T-I-N-O.
Café Tacvba cerró con energía la segunda jornada del Festival Grito Latino. Ellos brindaron un espectáculo divertido, sensible y bailable. Fotos: Jorge Navarro (Jorge Navarro Trejos)
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Si nos vamos a citar otros nombres de esta primera edición, entonces saltan a la vista otros grandes como Café Tacvba, Aterciopelados o Molotov, que no importa si están viniendo en 1999, 2006 o en el 2019. Su presencia siempre será agradecida pues su discografía es eterna desde el día uno de su existencia.
Grito Latino llegó estratégicamente a llamar la atención del mismo grupo etario que tuvo en algún momento la fortuna de ver en el país a las alineaciones de tres ediciones del Festival Imperial. Puede ser la misma generación que también asistió a algún Rock Fest y, para la cual, tiene todo el sentido que Mentados, El Guato y Kadeho aparecieran en medio del lineup del pasado fin de semana.
Habiendo contextualizado, procedo a señalar algunas de las fortalezas o debilidades que tuvo el festival. Las observaciones se basan exclusivamente en la edición del día domingo.
Los costarricenses de Triddi aprovecharon su espacio en una de las tarimas principales para presentar su disco 'Olla E' Carne Espiritual'. Fotos: Jorge Navarro (Jorge Navarro Trejos)
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Orden en la organización
Se agradece cuando se hace la excepción a la norma y nos olvidamos de presas, molotes y atrasos injustificados. En Grito Latino hubo orden en los accesos, en la disposición de baterías de baños, las filas para las comidas y en la fluidez en que los artistas alternaban las tarimas. El atraso del domingo de unos 30 minutos en los escenarios principales fue compensado con más música de parte de unos artistas que suplieron el atraso de los otros. El público no se quedó sin escuchar una nota cuando, por algún motivo, otro de los invitados debía postergar su aparición en escena.
El sonido
La primera parte del show de El Gran Silencio fue la gran desilusión. La banda no pudo explotar su potencial enérgico por las inconsistencias desde mesa de sonido. A ratos se escuchó solo el bajo dejando en el olvido los vientos, luego la tierra de un cable hizo de las suyas por una canción entera hasta que, por fin, el sonidista permitió que el grupo pudiera ser disfrutable.
Para cuando subió Molotov el asunto estaba resuelto y tanto en esta como en la tarima más grande, el sonido era el que el festival se merecía. El problema se resolvió bien (casi a tiempo).
Aparición de poco conocidos
Se sabe que el norte del festival no era presentar a curiosidades de la música, pero sí hubo algunos exponentes de menor popularidad a los que vale la pena prestarles atención.
Menciono especialmente a Triddi, el grupo tico del futuro. Su primer disco, Olla E’ Carne Espiritual es una joya y el grupo sabe respaldar bien esa vibración permanente en el escenario.
Su existencia es grata y esperanzadora. The Inspector Cluzo, de Chile y Descartes A Kant también tienen propuestas llamativas, dignas de explorar más con sendas búsquedas en Spotify.
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Perrozompopo fue uno de los artistas que aprovechó el espacio de las tarimas alternativas en el bosque de Parque Viva para compartir su música. Fotografía: Lilliam Arce. (Lilliam Arce)
Espacios para huir
Las tarimas alternativas (llamadas oficialmente así), se encontraban suficientemente lejos como para no verse contaminadas del sonido de los escenarios principales. Es vital ofrecer estos rincones escondidos con más música para quienes quieran escapar de la masa o de las notas fuertes de Puto de Molotov. Ahí hubo espacio para un par de los artistas mencionados en el apartado anterior, así como otros de corte más relajado, como Perrozompopo, cuyo repertorio de siempre ahora suena con un norte más jazzy.
Residente
Las canciones de Calle 13 son los momentos de menores atributos durante la participación del boricua. Musicalmente su proyecto solista involucra cuantos géneros existan, incluyendo matices psicodélicos y una amplia paleta de ritmos africanos. Su intervención rapeada fue el punto más sorprendente del show, respaldado por visuales brutales. Su agrupación internacional es sencillamente increíble, especialmente en la línea de la percusión.
Café Tacvba
No creo que haya una manera en la que la agrupación mexicana pueda tener una mala noche. La interpretación de piezas de su último disco tiene tanto potencial como sus clásicos, su aparición fue grata. Sus ajustes en la instrumentación le aportan para darle matices más electrónicos en varios temas, en un espectáculo que le hace justicia a la fiesta y a la concientización ecológica y social. Café Tacvba puede seguir cerrando todos los festivales que quiera y siempre van a brindar el mismo nivel de show, enérgico, amoroso e inolvidable.
No puedo especular sobre si habrá otra edición del festival, aunque sí se me ocurren nombres latinoamericanos que podrían incluirse en otra tanda de estas. Lo que sí sé es que esta vez contó con los estándares que deben exigírsele a un festival de verdad. Mientras haya orden, cuidados técnicos y atención a la experiencia del usuario, se disfrutará mejor de la música.