Su boca se entreabre estirando los labios hacia atrás y el cuello se tensa sutilmente. Así Luis Salinas representa, con su cara, el sonido que sale de su guitarra cuando sus dedos estiran una cuerda hacia arriba ofreciendo una nota más aguda con un bend.
El guitarrista argentino ya había venido dos veces más a Costa Rica: en una edición del desaparecido Festival Internacional de Guitarras de Costa Rica pisó el Teatro Nacional, mientras que otra vez estuvo en Jazz Café San Pedro.
En esta oportunidad, en la que ofreció dos conciertos en Escazú, la mayor novedad fue la inclusión de su hijo Juan, quien lo secunda en la guitarra y se suma a una banda donde el talento abruma y se agradece desde la audiencia.
Luis, de 61 años, es peculiar en escena, tanto para la retina como para el oído. Su estilo como ejecutante es propio, auténtico e irrepetible. Verlo en vivo es también apreciar cómo domina el instrumento de seis cuerdas.
Las ideas que se convierten en frases musicales florecen con tremenda naturalidad, parece que son los dedos solos los que van marcando el rumbo de las notas en función de ese preciso momento. El presente determina la libertad de las melodías que se construyen desde sus yemas y falanges.
Sin duda hay un reflejo físico en su interpretación guitarrística. A veces se balancea de la cintura para arriba como si orbitara alrededor de una escala ascendente o brinca sutilmente cuando ejecuta un acorde sincopado.
En su expresión corporal se replica el feeling de sus melodías, independientemente de cuál versión está presentándose al público: la de los tangos profundos, las baladas románticas, el complejo jazz o el de betas roqueras, con pasajes matones.
Su presentación en Jazz Café Escazú tuvo tres capítulos. El primero, que ocupó más de una hora, tuvo como protagonista una guitarra de cuerdas de nylon. La sensibilidad y el sonido dulce inspiraron suavidad y también evocaron un repaso rápido por las múltiples opciones de la música latinoamericana mezclada con elementos del jazz fusión.
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Para la segunda parte el espigado músico tomó la guitarra eléctrica y se saboreó cada solo con intensidad. Salió a relucir la parte más fulgurante de su banda, con sendos solos de cada músico y mayor protagonismo de su hijo Juan, quien se sentía muy cómodo con la guitarra distorsionada.
Curiosamente la técnica de mano derecha de este joven de 19 años es muy similar a la de su papá. No utiliza púa, sino que solea a punta de dedos, su pulgar tiene mucha velocidad y también, al igual que su progenitor, se apropia de todo el diapasón, deslizando su mano de arriba abajo en cada pasaje melódico. Su inseguridad como ejecutante, sin embargo, todavía se hace perceptible.
La tercera parte del show fue un poco inesperada pues comenzó cuando parecía que la noche estaba lista para terminar. El protagonista del concierto subió al violinista local Pablo González, quien participó con gran tino montándose sobre una pieza cantada por el argentino.
Parecía que aquello era el encore, pero posteriormente empezaron a aparecer más músicos para las siguientes obras. Cada uno quería lucirse, olvidando que eran apenas uno más en la tarima donde los egos no se habían sentido más temprano.
Un amigo ahí presente lo resumió muy bien: “esto parece un show de talentos”. Para la tercera parte el concierto perdió el norte, en detrimento de la luz de la guitarra de Luis Salinas, otrora estrella de la velada.
Mejor volvamos entonces a darle el foco al protagonista oficial, de dedos cargados de libertad, una tremenda frescura compositiva y una capacidad para improvisar el presente y volverse inolvidable en el futuro. Eso es Luis Salinas.
El concierto
Artista: Luis Salinas
Lugar: Jazz Café Escazú
Fecha: 25 de mayo
Organización: Jazz Café