
Mario Vargas Llosa, escritor peruano de más de 20 novelas y libros de ensayos, ganador del Premio Nobel de Literatura, del premio Príncipe de Asturias, integrante de la Academia Francesa, entre otros reconocimientos, falleció este domingo 13 abril a los 89 años por una enfermedad.
Hasta sus últimos días, el escritor del boom latinoamericano estuvo acompañado de Patricia Llosa Urquidi, su exesposa. Le sobreviven sus tres hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana Vargas Llosa y ocho nietos.
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Último escritor del boom latinoamericano
Mario Vargas Llosa nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936, hijo único de la pareja compuesta por Ernesto Vargas Maldonado y Dora Llosa Ureta. Un año después, se separan y la madre se muda a Bolivia, donde vive con el futuro escritor y su familia materna hasta cumplir los nueve años.
Es en la ciudad de Cochabamba donde aprendió a leer como alumno del colegio La Salle. Por esas épocas leyó 20.000 leguas de viaje submarino del francés Julio Verne, así como El árabe de Edith Maude Hull, y también Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, aunque a escondidas (su madre le tenía prohibido tocar ese libro, reveló el autor el 2020 en una de sus columnas Piedra de toque).
Se mudó a Lima, donde estudió el sexto de primaria y el primero y segundo de secundaria. En 1950 su padre, obsesionado con reforzarle la masculinidad, lo hizo entrar al Colegio Militar Leoncio Prado del Callao, provincia constitucional vecina de Lima. Estudiar allí fue un sufrimiento, empezando con el llamado “bautizo”, abuso físico y sexual disfrazado de rito de pasaje ejercido por los alumnos de años superiores.
A pesar del martirio, el escritor consideraba que su paso por esta institución fue más positivo que negativo. En esos claustros leyó completa la saga de los Mosqueteros de Alejandro Dumas, además de empezar a desarrollar su vocación de escritor.
Víctor Flores, su compañero de camarote, le conseguía clientes entre las filas de cadetes que estaban dispuestos a pagar por cartas de amor para las enamoradas que, a causa del rigor del internado, no podían ver. Pero no solo escribió y vendió cartas, sino “novelitas eróticas” que tuvieron más demanda. Estas anécdotas alimentaron la primera novela del escritor, La ciudad y los perros (1963). “Con historias de sexo me convertí en escritor profesional”, contó en 2001, en entrevista con Playboy.

El verano de 1952 lo pasó trabajando en el diario La Crónica, donde entró por recomendación de su padre al director. Allí escribió crónica roja, sobre víctimas y victimarios, y vio por primera vez un cadáver. También hizo vida bohemia, algo que perturbó a su padre, quien terminó sacándolo del periódico para que no se eche a perder.
Su último año de secundaria lo hizo en el colegio San Miguel de Piura. Las notas muestran a un alumno bueno en Literatura, malo en Educación Física, curso que aprobó a duras penas.
En 1952 compaginó sus estudios escolares con trabajo en el diario La Industria de Piura; también acabó la obra de teatro La huida del inca, que presentó en el Teatro Variedades. En esta época, además, conoció por dentro la Casa Verde, prostíbulo piurano que serviría de inspiración para su segunda novela, La Casa Verde (1966).
En 1953 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos como estudiante de Letras y Derecho, donde empezó su militancia comunista en el movimiento Cahuide. Dos años después contrajo matrimonio con su tía, la boliviana Julia Urquidi, que se había mudado a Lima tras el divorcio de su primer marido. La boda, desarrollada contra los deseos de sus padres, inspiró la novela La tía Julia y el escribidor (1977).
En los años posteriores el escritor se hizo de varios “cachuelos”, trabajos pequeños que le servían para mantener su matrimonio, incluyendo escriba de noticias en Radio Panamericana, autor de un libro para la Universidad Católica, colaborador para el suplemento El Dominical de El Comercio y más.
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En 1959 publicó en Lima Los jefes, colección de cuentos entre los cuales estaba El abuelo. En el texto aparece por primera vez el personaje de Lituma, guardia civil que estará presente en varias obras a lo largo de su carrera literaria.
En 1960 el escritor se mudó a Paris, donde seguiría su trabajo como escritor, con dificultades, aunque siempre acompañado de Julia Urquidi, quien hacía las labores domésticas para que Mario haga lo único que sabía: teclear en su máquina de escribir. Fue en París donde frecuentó a otros escritores de su generación, a Gabriel García Márquez (Cien años de soledad) y Julio Cortázar (Rayuela); dos de los literatos del llamado boom latinoamericano.
Vargas Llosa fue reconocido con el premio Biblioteca Breve por La ciudad y los perros (1963), novela que le abriría las puertas a la fama y que se recreó, con elementos ficcionados, la vida de tres cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado enamorados de la misma mujer.
En 1964 se divorció de Julia Urquidi y, para 1966, La Casa Verde ganó el premio Rómulo Gallegos.
‘Las cosas que escribo son mi manera de vivir’
Mario Vargas Llosa continuó escarbando en sus anécdotas personales y así publicó Conversación en La Catedral (1969), que debe su título al bar de la avenida Alfonso Ugarte. La novela, famosa por una de sus primeras frases (“¿En qué momento se había jodido el Perú?”), compaginó también la represión de la dictadura de Manuel Odría, representada por el personaje de Cayo Bermúdez.
En 1971 renunció a la Casa de las Américas de La Habana por el trato del régimen cubano al poeta Heberto Padilla. En 1972 criticó al régimen militar del Perú por los atropellos a la libertad de prensa y la censura de películas; también señaló algunos aspectos positivos del gobierno.
En 1974, días antes de la toma de los diarios por el gobierno, alertó de los peligros que esto representaría: “si los diarios son intervenidos ―cualquiera que sea la forma que adopte la intervención― corremos el peligro de que, en un período corto o largo, toda la prensa adopte el carácter uniforme, incondicional y meramente propagandístico que tiene en los países socialistas”, dijo. Para 1975 diría que la Revolución Peruana está “divorciada ya de las grandes masas y apartada de la realidad”.
Con Pantaleón y las visitadoras (1973) hace una pausa a las novelas inspiradas en su vida y transforma una anécdota real, donde el Ejército Peruano contrató a prostitutas para sus soldados en la selva. Para 1975 fue integrado como miembro de la Academia Peruana de la Lengua.
En 1976, es noticia en América Latina y España el puñetazo que Vargas Llosa le dio a Gabriel García Márquez en la Ciudad de México, tumbándolo. Un ojo morado después, y sin una explicación por ninguna de las partes afectadas (ni en ese momento ni en décadas posteriores), terminó una amistad de más de una década, forjada en Europa, y que incluso había motivado al peruano a escribir un libro sobre su colega (García Márquez: historia de un deicidio, 1971).
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En 1978, Mario Vargas Llosa publica en Francia La orgía perpetua, ensayo donde explica su fascinación por Gustave Flaubert, tal vez el escritor que más lo influenció. Un paso para su establecimiento como uno de los mayores defensores de la cultura francófona en idioma español.
También en 1981 debutó como presentador de televisión con el programa La Torre de Babel, donde entrevistó a diversas personalidades de la cultura, entre ellas la novelista española Corín Tellado y el cuentista argentino Jorge Luis Borges.
En 1982 Vargas Llosa marca distancia de las dictaduras, mencionando a Augusto Pinochet (Chile) y a Fidel Castro (Cuba), “a quien me acerqué en los primeros tiempos”, dijo desde Roma. Ese mismo año habló sobre los peligros de la fama, así como de uno de sus mayores temores: “Si en algún momento quedara privado de mi capacidad intelectual realmente sería peor que quitarme la vida. Las cosas que escribo son mi manera de vivir. Temo al apolillamiento”, dijo.

Para 1985, el escritor fue doblemente distinguido. En abril recibió la Medalla de Honor en grado de Oficial del gobierno francés. También en Francia se le dio el premio literario Hemingway, cuya dotación de 50.000 dólares donó a la construcción de un hospicio en la ciudad de Ayacucho. Ese mismo año publicó una serie de artículos periodísticos sobre la realidad nicaragüense en El Comercio, titulados “Nicaragua en la encrucijada”.
Los siguientes tres años se vieron marcados por la publicación seguida de tres novelas: ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987) y Elogio a la madrastra (1988). El año 1988 también marca su ingreso definitivo en política, al ser lanzado como candidato presidencial del Frente democrático (Fredemo).
En enero de 1989, dos terroristas intentaron matarlo con cartuchos de dinamita en la ciudad de Pucallpa; el escritor salió ileso del fallido atentado. Ese mismo año, en diciembre, hubo otro intento de atentado, esta vez contra su domicilio; el escritor responsabilizó de estos últimos hechos al comando paramilitar de filiación aprista Rodrigo Franco.
Su trayectoria lo llevó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 2010. Años más tardes, en octubre 2023, el escritor anunció su retiro de la literatura de ficción con su novela Le dedico mi silencio.