
El maestro Néstor Zeledón Guzmán, quien en 1992 mereció con justicia el prestigioso Premio Magón, inspiró a generaciones de entusiastas pupilos y dejó como herencia un arsenal de admirables obras, fue un escultor costarricense cuya talento transformó para siempre el paisaje artístico nacional.
A través de cada pieza tallada, Zeledón, quien falleció este miércoles 18 de junio, supo transmitir sensibilidad, identidad y profundidad a lo que su mente imaginaba, gracias a su creativo ingenio, una destreza natural brillante y unas manos prodigiosas.
Sin duda, su legado artístico, forjado en madera y espíritu, permanecerá para siempre como un testimonio vivo de su inquebrantable vocación y amor por las artes plásticas.
Nacido el 7 de enero de 1933 en San José, Zeledón fue hijo del también escultor, Néstor Zeledón Varela. Estudió Artes Plásticas en la Universidad de Costa Rica (UCR), institución en la que más tarde se desempeñaría como uno de sus más apreciados docentes.
Fue una figura clave en la renovación del arte costarricense. En la década de 1960 formó parte del Grupo 8, que introdujo el abstraccionismo en un país que tenía poca información sobre esta forma de expresión. Así, su huella profunda, comenzó a grabarse en este suelo tico.
De carácter artístico
En 2012, La Nación conversó con Zeledón, en un espacio en el que se intentó comprender, al menos un poco, la mente de un artista tan profundo.
En aquella oportunidad, Zeledón confesó: “Soy depresivo y cada vez que sufro un episodio de depresión me refugio en el arte para liberarme y espantar esos fantasmas y demonios que me atormentan”.

Además de vivir con emociones tan intensas, Néstor también se catalogaba como un espíritu combativo y un fiel creyente de que el arte no es para decorar, sino para “decir cosas”.
Una muestra de su fuerte creencia en lo anterior, fue la pieza Yo protesto (2008), una mano monumental que se alza en contra del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, con la que aseguró que “el ser humano es un ser político”, referenciándose a sí mismo, pues en determinado momento de su juventud participó en la Revolución del 48.

Su arte, profundamente ligado a la naturaleza, se caracterizaba por el uso de maderas como guanacaste, cedro, pochote y cenízaro, materiales que empleaba para explorar la conexión del ser humano con su entorno. Hoy, tras su partida, su cuerpo regresa a esa misma tierra que tanto moldeó con sus manos.
Luto en el arte costarricense
Tras conocerse la partida física de Zeledón, múltiples figuras públicas expresaron su profundo dolor, asegurando que su ausencia deja un vacío profundo en la escena artística nacional.
Entre quienes se pronunciaron se cuenta el expresidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, quien compartió un mensaje en su perfil oficial de Facebook.
“Me siento profundamente conmovido por el fallecimiento del gran maestro escultor y artista poderoso, don Néstor Zeledón Guzmán. Su obra, sublime y comprometida, habla de la ternura y la grandeza, pero también del dolor desgarrador que conviven en su espíritu”, escribió Solís.

En la misma red social, la escultora Leda Astorga se unió a los mensajes en memoria de Zeledón, recordando el impacto que este tuvo en su formación artística.
“Ingresé a la UCR en el 75, quería ser pintora. Ese mismo año hice mi primer taller de introducción a la escultura y mi profesor me enfatizó que ese era mi camino. Gracias, mi querido amigo y escultor maestro Néstor Zeledón”, rememoró.
Por su parte, el ministro de Cultura, Jorge Rodríguez, publicó una esquela en honor a la obra del maestro, acompañada de estas palabras:
“Con profundo pesar despedimos a don Néstor Zeledón Guzmán, Premio Nacional de Cultura Magón 1992, maestro de la escultura costarricense y figura clave en la construcción de nuestra memoria visual”.
La galería privada de Néstor y su pronta apertura
La falta de espacio para almacenar su extensa colección de obras, llevó a Zeledón a tomar la decisión de expandir su taller, ubicado en Heredia. Adquirió la propiedad contigua con el objetivo de crear una galería privada, la cual compartía únicamente con sus seres queridos, ya fueran familiares o amigos muy cercanos.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esa galería evolucionó y pasó a llamarse Casa Museo Néstor Zeledón. Así lo confirmó Randall Chaves, uno de sus discípulos y parte de la administración del lugar.

El nombre Casa Museo responde precisamente a la fusión de los espacios en los que se desenvolvía el artista: era su hogar, su taller y también el lugar donde exhibía su obra.
En algún momento se habló de la existencia de La sala de los horrores, un espacio que, según Chaves, fue llamado así por el tipo de piezas que albergaba: esculturas con rostros monstruosos o que representaban una maternidad dolorosa. No obstante, esta sala fue demolida y las obras se integraron al resto de la colección.
En conversación con La Nación, Zeledón expresó que la comercialización “era el peor enemigo del artista” y que no deseaba darle el gusto a “la clase compradora” de poseer sus piezas. Este pensamiento también correspondía a un detalle muy particular: don Néstor no creía que alguien quisiera tener alguna de sus piezas en sus hogares, pues a su parecer la estética de su arte no era atractiva para ese fin.
En su lugar, soñaba con conservar sus obras en su espacio especial, con la esperanza de que, al morir, su casa se convirtiera en un museo.
Ese sueño, según Randall Chaves, podría hacerse realidad en los próximos meses, ya que la Casa Museo Néstor Zeledón se prepara para abrir sus puertas al público. El objetivo es claro: honrar la memoria de un artista profundamente querido dentro de la escena cultural de Costa Rica.