
Una madre de 40 años sobrevivió a un accidente cerebrovascular (ACV) hemorrágico tras permanecer 23 días en coma. El episodio ocurrió el 24 de diciembre de 2022, mientras trabajaba en su salón de belleza en Manaos, Brasil.
La mujer, madre de dos hijos, uno de 7 y otro de 22 años, había mantenido durante años hábitos de vida poco saludables.
Comía de forma irregular, ingería alimentos ultraprocesados, dormía mal, bebía poca agua y vivía bajo estrés constante. Ese estilo de vida tuvo consecuencias graves.
Aquel día, después de almorzar, comenzó a sentir mareos y náuseas intensas. Su presión arterial, que ya controlaba con medicamentos desde los 20 años tras una preeclampsia, se descompensó.
Pidió ayuda a su madre, pero cuando esta llegó, ya no podía moverse ni hablar. El lado izquierdo del cuerpo se paralizó y perdió la conciencia. Vomitó el almuerzo, dejó de respirar con normalidad y empezó a espumar por la boca.
Fue llevada de urgencia al hospital, pero como era víspera de Navidad, la ambulancia tardó cuatro horas en llegar. Durante el trayecto, su hijo mayor la acompañó. Una socorrista advirtió que sus pupilas estaban dilatadas, lo que indicaba daño cerebral severo.
Una vez en el hospital, los médicos confirmaron la gravedad del cuadro: presentaba muerte cerebral y falla múltiple de órganos. Solo el corazón seguía latiendo por sí solo.
Tras el diagnóstico, los especialistas solicitaron el traslado a otro centro médico. En el nuevo hospital, no había espacio en la unidad de cuidados intensivos. Estuvo en un pasillo hasta que una médica decidió asumir el caso.

Cinco días después del ACV, durante una evaluación previa a una hemodiálisis, su cuerpo comenzó a mostrar signos de recuperación espontánea. Logró orinar por sí sola, lo que indicaba función renal activa. También regresaron señales de actividad cerebral.
Permaneció 39 días internada, 23 de ellos en estado de coma. Fue sometida a una traqueostomía y la expectativa médica era que, si sobrevivía, quedaría en estado vegetativo.
Sin embargo, contra todo pronóstico, despertó. Poco a poco recuperó la capacidad de hablar, alimentarse y movilizarse.
Hoy continúa en rehabilitación. Puede estar de pie, pero no caminar sin asistencia debido a la falta de equilibrio y sensibilidad en el lado izquierdo.
También presenta dificultades motoras y visuales, así como pérdida de sensibilidad térmica. Una de las secuelas más visibles fue la caída del cabello. Llegó a perder el 80 % de su melena por una deficiencia grave de vitamina B12, lo cual ya era un signo de advertencia antes del ACV.
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Antes del derrame, creía que estar delgada significaba estar saludable. Consumía productos ultraprocesados, trabajaba muchas horas sin descanso y no gestionaba el estrés. Médicos descubrieron que sus niveles de cortisol, hormona del estrés, estaban muy elevados.
La experiencia modificó por completo su estilo de vida. Asegura que ahora prioriza la salud, el descanso y el tiempo en familia. Decidió contar su historia para alertar a otras personas sobre los peligros de ignorar señales del cuerpo.

*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.