A él lo llamaban Bulo y era uno de los vecinos más queridos de la comunidad de Pozos de Santa Ana, de hecho, fue uno de los primeros pobladores en establecerse en esa zona cuando todavía era más montaña que ciudad.
Su nombre era Braulio Mora Zamora, pero le decían Bulo o Bulillo, y como digno representante de la gente de antes se caracterizaba por su innegable amabilidad y por compartir lo que tenía, aún cuando no tuviera mucho.
"No era una familia muy acomodada, pero siempre ayudó a todos los que pudo", así lo recuerda su nieto Juan Pablo Mora.
Con gran esfuerzo, Bulo construyó una casita de madera para su familia: los Mora Castro. Era una de esas casitas de las antes en las que no podía faltar un corredor para sentarse a saludar a los vecinos y descansar un poco de la extenuante labor diaria.
Y es que ahí había mucho trabajo que hacer. “Aquí se sembraba cebolla y frijol, también hubo gallineros y se criaban pollos, me acuerdo de haber visto hasta chanchos en alguna época, era algo así como una granja”, rememoró Juan Pablo.
Ahí también había un centro, de pequeña escala, donde se pesaban los huevos para determinar su precio porque así era como se vendían antes. “Me cuentan que era muy divertido y entretenido porque llegaba mucha gente a ayudar”. Fue así como esta actividad convirtió esta casita en un punto de encuentro en la todavía incipiente comunidad de Pozos.
El buen corazón de Bulo le ganó buena cantidad de amigos, muchos de los cuales siempre acudían en busca de su ayuda cuando atravesaban alguna dificultad. Siempre que pudo, los ayudó. Y hasta cuando no podía, según relata su nieto. “A veces tenían que esconderle la plata porque tampoco era que sobraba”.
“Mi abuelo Bulo era supernoble y muy querido. Era una persona muy tranquila y era muy relajado. Todos los nietos lo recordamos así, y no importaba si estuviera cansado o con la ropa sucia por la labor diaria, siempre tenía un buen gesto con uno, siempre buscaba cómo hacernos reír con ese humor sano e ingenuo de los campesinos de antes”, recuerda.
Juan Pablo también recuerda cómo su abuela Leonor Castro, se deleitaba con la cocina preparando algunas de esas recetas que solo las abuelas de antaño sabían hacer. “Mi abuela y sus hijas cocinaban muy rico todo”, evoca el descendiente de Bulo.
De hecho, aunque asegura que está lejos de ser un chef, mucho del gusto que tiene por la comida es gracias a estos recuerdos de su abuela y de su hospitalidad. “Es algo que disfruto mucho”, afirma.
Bulo y su esposa Leonor tuvieron siete hijos: cuatro varones y tres mujeres. Y fue en esa casita de madera donde la familia esculpió sus sueños.
Ahora que su abuelo no está y que solo quedan los gratos recuerdos, Juan Pablo en compañía de su esposa, Rocío Zamora, y otro matrimonio amigo conformado por Andrés Arenas y Cynthia Ramírez se unieron para rendirle un homenaje al bondadoso espíritu de su abuelo y compartir con la nuevas generaciones la filosofía de su antepasado.
Fue así como nació Bulo Gastro, el nuevo restaurante que recientemente abrió sus puertas en Pozos de Santa Ana como un tributo a la acogedora familia de uno de los fundadores de este poblado.
Su abuelo falleció hace 20 años, pero su abuela Leonor acaba de cumplir 99 años y lo celebraron por todo lo alto en el que fue su hogar y ahora es un pujante negocio. “Ella nos hizo la promesa de que vamos a celebrar los 100 años también acá. Uno de los mixólogos incluso creó una bebida en su honor y le puso su nombre”.
Reinvención
Si algo tenían claro estos cuatro socios y amigos es que la protagonista de su emprendimiento sería la casita de madera que durante siete décadas cobijó los anhelos de don Bulo y su familia y que hoy alberga este nuevo sueño.
El gran reto fue traer esa morada a la época actual sin que se perdieran las características de antaño. “El diseño o layout es exactamente el que tenía la casa original, arreglamos un poco para quitar las paredes del centro con el fin de que fuera más abierto, pero el área de la construcción es la misma”, explicó Juan Pablo.
“La madera es la misma, es la original, así que tiene unos 70 años. Las ventanas usan el mismo sistema de apertura sin visagras, es decir, simplemente suben y bajan. Y en los pisos tratamos de rescatar todo lo original, incluso dejamos parte del mosaico auténtico. La intención era combinar la arquitectura de la época y modernizarla un poco con el concepto minimalista y dejar mucho espacio verde”, agregó.
Cuando se ingresa en el local, lo primero que se observa es un grupo de fotografías antiguas que recogen momentos atesorados por la familia. En el centro se puede observar a Bulo. En otras de las paredes también hay fotografías que muestran la construcción original.
Durante el proceso de remodelación, los ecos de la amabilidad de Bulo nuevamente salieron a resonar. “Un amigo mío que nos ayudó con la reconstrucción de la casa, llegó con la mamá y ella me contó que recordaba muy bien a Bulillo porque cuando ella hizo la Primera Comunión, él le preguntó cómo iba a ir vestida y ella le contestó que con ropa corriente porque no tenía, y entonces él le regaló el traje y ella aún hoy tiene ese recuerdo muy vivo”. relató.
“Uno de los choferes también nos contó que trabajaba con él en la parte de transportes y que siempre lo recibía y le regalaba algo aunque no le sobrara, pero él era así, por eso a veces había que esconderle la plata”, recuerda Juan Pablo con una sonrisa.
De hecho, para este emprendedor, uno de los momentos más satisfactorios de esta aventura empresarial son todos esos relatos que poco a poco le van llegando de personas que conocieron a su antepasado y que ahora le comparten anécdotas como las anteriores. “De todo este proceso, lo que más he disfrutado es que la gente se ha acercado a contarme las cosas buenas de él”, aseveró.
“Es muy placentero saber que pese a que no era una familia acomodada y eran bastante humildes, la gente siempre venía acá y mis abuelos les regalaban comida, huevos, pollos y más y eso es una experiencia muy satisfactoria y gratificante”, añadió.
La propuesta
Así como era la gente de antes, así también es la propuesta culinaria de Bulo Gastro: sencilla pero encantadora. “El concepto que nos resume es el confort para que la gente venga a pasar un rato rico, el menú no es nada rimbombante ni fuera de lo común. Son platos que comía uno en la casa de la abuela”, afirma Juan Pablo.
El restaurante abrió sus puertas hace dos meses y desde entonces ha tenido muy buena aceptación. El chef Andrés Ayales creó una variedad de platillos para el menú en el que los cortes de carne ocupan un lugar preponderante como el lomito, churrasco o el salmón, entre otros. Sus precios van de los ¢7.000 a los ¢11.000.
La hamburguesa Bulo trae una torta angus especial, con cebolla caramelizada, arúgula, queso suizo y una salsa especial. Según explicó Ayales, es una torta hecha en la casa y viene en pan brioche. Su precio es ¢7.200.
También está la ensalada Bulo que viene con camarones, mango, chile dulce lágrima, ajonjolí y un mix de lechugas con un aderezo de jengibre que sorprende y que es ideal para disfrutar de las áreas verdes del lugar, es especial durante los fines de semana. Su precio es de ¢5.700.
Si no tiene mucho apetito, también puede escoger de la sección de bocas, ahí encontrará opciones como alitas de pollo (¢4.800), patacones (¢4.800), steak a la jalapeña (¢5.800) o el trío de mini hamburguesas (¢6.800), entre otras tentaciones.
El menú de niños incluye pastas, mini hamburguesa y nuggets de pollo, entre otros, para que los más pequeños también puedan saborear un rico platillo entre juegos y descanso.
Para el gran cierre no puede faltar el tradicional dulce de ayote o déjese tentar por uno de los postres que más ha sorprendido a los visitantes por su sabor y creatividad como son los waffles que están hechos de camote, con canela, azúcar y acompañados de helados de vainilla con topping de chocolate y caramelo por ¢2.500 y que son la mejor manera de poner punto final a una buena comida en este lugar.
La propiedad cuenta con amplias zonas verdes, las cuales están disponibles ahora para que las familias que llegan con sus hijos puedan jugar a sus anchas en un lugar seguro. “Nuestra idea es que la gente venga con su familia y sus amigos a compartir y que disfruten de las áreas verdes”, señala.
En honor del espíritu de servicio de su antepasado, una de las propuestas más llamativas que ofrece Bulo Gastro está dirigida a los deportistas. “Los domingos hay mucha gente entrenando por esta zona y a veces nos saben dónde dejar el carro, entonces la idea es que puedan parquear y se vayan a entrenar y al regreso se pueden quedar a desayunar o hacer un brunch”, explica Juan Pablo. Eso sí, se debe coordinar de previo.
Poco se imaginó Bulo que su casita de madera terminaría convertida en un moderno restaurante que hoy le rinde un tributo a la amabilidad que lo caracterizó en vida.
Visítelo
Restaurante: Bulo Gastro.
Dirección: De la plaza de deportes del Invu, en Pozos de Santa Ana, 50 metros al norte y 50 metros al este.
Contacto: 22033033 y 87217676. De momento, no tiene servicio exprés, pero esperan implementarlo pronto.
Horario: De martes a sábado de mediodía a 10 p. m. y domingo de 8 a. m a 5 p. m.
Facebook: Bulo Gastro