
Han pasado dos décadas, pero para Michael todos los fines de semana siguen siendo grises, pues lo transportan a un trágico 18 de setiembre de 2005. La madrugada de aquel domingo, a su hermano Enrique Junior Pierson Bent le arrebataron la vida en una discoteca de Puerto Viejo; la tierra que los vio crecer y que albergó por generaciones a sus parientes.
Enrique Junior tenía apenas nueve días de haber cumplido los 27 años, era padre de dos gemelas de seis años —Keysha y Annysha— y bajo el nombre artístico de Kike Daddy se había ganado, a punta de talento y pasión, la admiración y reconocimiento como uno de los pioneros del reggae dancehall en el país.
Con Toledo formó uno de los dúos más importantes de la escena a finales de los años 90, que impulsó el género junto a figuras como Tapón, Banton y Ghetto. Su virtuosidad para las melodías no solo inspiró a su compañero, quien ahora es uno de los nombres más grandes de la música urbana en la región, sino a las generaciones de artistas que llegaron después.
Casi 30 años después, su canción Me nuh know es un clásico del dancehall, infaltable en el repertorio de varios DJs y una de esas canciones que, sí o sí, Toledo tiene que cantar cada vez que se presenta en Cartago.
“La gente que venía antes de él era muy del roots y el ska; él tenía eso más el toque urbano. Fue como decir, el cambio del sonido de Yellowman hacia Beenie Man; de sonar ochentero a noventero. Él fue de los primeros que empezó con esa vibra y siempre con una melodía totalmente diferente del resto”, explicó el cantante.
La familia de Kike Daddy era una de las más antiguas y comprometidas con el desarrollo de Puerto Viejo, de esas a las que ni la crisis de la monilia (plaga de la época que arrasó los cultivos de cacao) los hizo abandonar la zona. Por dar un ejemplo Enrique Pierson, su padre, lideró la lucha por fundar el Liceo Rural, y su tío materno, Edwin Patterson, era diputado de la República por el partido Acción Ciudadana.
Kike Daddy tenía la vena aunténtica de esa estirpe. Toledo lo describe como el “legítimo rasta pura vida surfista”; la encarnación genuina de ese arquetipo que ahora tantos capitalinos y extranjeros buscan imitar.
Pero todo eso, poco y nada pesó al discutir verbalmente con un tipo que, con total violencia y sin mayor reparo, no quiso entender de palabras y disparó a quemarropa contra Kike.
“Él no andaba en drogas o narcos, nada. Fue de esas varas de bar, que te majé o te empujé”, comentó Michael Pierson.
“Hasta el día hoy uno piensa en cómo le quitan la vida a alguien así, sin justificación. Todavía si usted anda en drogas o en un negocio raro, pues bueno, se la buscó. Las hijas de él ya no tienen su papá. No tienen recuerdo de él, realmente”, concluyó con pesar.
Enrique, el sonriente hijo de Puerto Viejo

Aunque su muerte dejó un vacío, sus seres queridos eligen honrar su memoria y quedarse con el legado que dejó Enrique, ese hijo de Puerto Viejo que “siempre andaba pelando los dientes”, según recuerda con cariño su hermano.
Tanto Enrique como Michael se criaron surfeando y andando a caballo en Puerto Viejo, cuando era un pueblo rural y no el gran centro turístico de la actualidad. Ambos eran fiebres de los artistas jamaiquinos de la época; pero lo de cantante era algo nato en Kike Daddy.
“Ese mae cantaba en el baño desde toda la vida. Uno más bien hasta lo callaba y la vara, porque en ese momento no entendía; pero es que él nació así, era así de naturaleza”, comentó Pierson, quien actualmente tiene 42 años.
Michael era unos años menor, pero siempre insistía en colarse entre el grupo de amigos de Kike. Esto le valió algunas bromas que, entre risas, dice que nunca le “perdonó”, como la vez que lo llevó a la calle en paño, para luego quitárselo y hacerlo salir corriendo “a culo pelado”.
“No lo digo porque ya falleció, pero era una buena persona, muy atento. Cuidaba mucho a mi mamá, siempre estaba preocupado y él la ayudaba ahí, siempre la llamaba; era muy atento en el entorno familiar. Siempre me daba consejos, era un buen hermano mayor”.
Kike Daddy & Toledo

En este mismo contexto, a inicios de los años 90, Kike Daddy y Toledo se conocieron en Puerto Viejo, cuando eran apenas unos chamacos. Según recuerda el autor de El sarpe, eran parte de una “gallada” en la que todos cantaban, por lo que, de entrada, no existió ninguna ambición de formar un proyecto.
“No solo cantaba, el mae surfeaba, cocinaba… éramos compas antes de la música. Éramos literalmente compas, andábamos arriba, abajo, en todo lado. Cuando creía en algo él no le interesaba lo que le decían; es así porque yo lo digo y ya y voy para adelante con eso. Hasta chocábamos entre los dos, los compas también chocan, porque yo decía que era por la izquierda y él por la derecha. Pero al final funcionó”, aseguró el cantante.
Fue hasta que Kike se mudó a San José -contratado como jardinero pero con el sueño de encontrar oportunidades en la música- que su vínculo se estrechó aún más. Entre Kike y Toledo nació la química que los convirtió en ese dúo que, aunque no sea tan conocido por los más jóvenes, hizo de las suyas en una escena del dancehall que estaba más que encendida a principios de este siglo.
Unos años después, Toledo obtuvo su primer buen trabajo, en una casa de apuestas en La Sabana. Ya asentado en la empresa, le consiguió un puesto a Enrique y juntos ponían la mitad de su salario para invertir en música.
Kike fue quien consiguió un estudio de grabación, que para aquel momento era un espacio de difícil acceso para los músicos amateurs. El caso es que por fin cumplieron su sueño de grabar sus propias canciones.
Ambos, como dúo, debutaron en grande en 1997, con la publicación del sencillo Me nuh know, que se convirtió en un éxito y a la postre en un clásico del reggae tico.
Curiosamente, este hit surgió en gran parte por un error. Toledo recordó que la computadora presentó un problema y no guardó los sonidos originales con los que compusieron la canción; por lo que al llegar a grabar la versión definitiva, el tema cambió por completo su atmósfera.
“Cuando volvimos a prender la compu, al otro día, ya no sonaba como antes, originalmente no era tan oscuro como terminó siendo. Kike se ahuevó, porque el coro era diferente, brillaba más. Yo le decía: ‘No, guárdelo así. Y cántelo más grueso, más oscuro’. Para mí, fue el destino”, relató.

El dúo gozó de las mieles del reconocimiento y se presentó en cuanto centro de eventos y actividad regional hubiera. Al convivir tan frecuentemente y con una visión en común, el uno al otro se enseñaron de música y se curtieron en los escenarios, donde vivieron momentos imborrables, aunque algunos tuvieron carácter de blooper.
“Una vez contrataron a Kike para cantar con una banda, en la que el único músico era el mae del teclado. Los demás eran pura mímica. Kike tampoco estaba cantando, solo estaba moviendo la boca y se pegó la vara (grabación). Por la vergüenza, todos salieron corriendo de la tarima. Al final nos cagamos de risa, pero eso es una anécdota que no se me olvida”, narró entre risas.
No obstante, el carácter fuerte que los hizo no desistir en sus metas, también generó roces. Con varias canciones en las listas de popularidad, su relación tuvo un quiebre que los hizo tomar caminos separados y hasta enemistarse (con todo y tiraderas liricales).
Los dos lograron encontrar sus rumbos en solitario y la vida los volvió a cruzar, cuando Kike Daddy terminó siendo vecino de su excompañero en Pavas. Afortunadamente, bajaron la guardia de sus orgullos de estrellas juveniles y se reconciliaron antes de que llegara el trágico fin de Pierson.
“Todavía hoy en día me golpea, yo lo veía como familia. Por dicha nos llevamos bien al final; la cagada es que pasamos unos años que no nos hablábamos más y yo siento que es un tiempo perdido. Usted cree que es invencible, que algo así nunca va a pasar.
”Cuando pasa es como: ‘O sea, ¿estuvimos peleando por algo tan estúpido?’. Al final de cuentas, uno no se lleva o deja más que memorias. Al mismo tiempo, celebro por la vida de él, lo que dejó y me enseñó, para no estar triste. Mejor dicho, yo siempre estoy celebrando por la vida de él”, comentó Toledo con tono emotivo.
Una carrera que tenía mucho que dar

El fallecimiento de Kike Daddy llegó cuando su carrera como solista se consagraba y dejó en el aire un sinfín de ¿qué hubiera sido?. Para entonces, ya sabía lo que era conquistar radios y fiestas junto a Toledo; pero su sello ya brillaba por sí solo y prometía alcanzar niveles mayores.
“Tenía otro estilo de cantar, con una voz gruesa pero melódica. En ese tiempo usted ocupaba conseguir una persona que cantaba para la melodía, como Ghetto, y el mae con la voz gruesa era el que acompañaba, como Banton. Entonces, él realmente no ocupaba a nadie, lo podía hacer solo”, detalló Toledo.
De acuerdo con su hermano, Kike Daddy estaba a tan solo dos semanas de aventurarse a dar el mayor paso en su carrera y viajar a España, donde grabaría un disco. Sin saberlo, ese movimiento fue más que visionario, pues tiempo después, fueron colegas suyos como Banton y Toledo quienes incursionaron con gran suceso en el mercado español.
Un crimen que cambió todo
Precisamente, el día que asesinaron a Kike Daddy, su hermano Michael y Toledo estaban juntos en la Expo Pococí. La alegría del evento se vino cuesta abajo cuando Michael recibió la llamada de un amigo.
“Me dice: ‘Mae, tengo que decirle algo, pero tómelo tranquilo. Le acaban de disparar a su hermano’. Yo pensé que era un balazo en una pata, una mano o algo así; pero el compa me dice: ‘Mae, yo vi la vara grave’”, relató el limonense, de 42 años.
“Ya cuando entra la llamada de mi mamá… seas tonto; ahí la vara cambió. Me dijeron que estaban en la clínica y después, de camino para allá, ya me dicen que él estaba muerto. En realidad había muerto desde que me dijeron; él murió prácticamente en el sitio porque fue a quemarropa”, agregó.
En aquel momento, Edwin Patterson, tío materno de Kike, era diputado por el PAC. Tras atender el dolor de su familia y las actividades luctuosas, Patterson hizo una fuerte denuncia, sobre la inseguridad en Limón.
“Por aquí andan muchachos con ametralladoras y AK-47 (fusil de asalto). Pasan toda la noche disparando. No necesitamos exhibicionismo con perros, ametralladoras y rambos”, sostuvo Patterson, según consta en un artículo de La Nación de la fecha.

El exlegislador y hoy empresario, tiene muy presente aquella intervención, pues según afirma la “moda” era hablar de excursiones de extranjeros que llegaban a Limón a abastecerse de droga.
De hecho, Patterson recuerda ir en su carro y escuchar en un programa de radio un comentario de un político que, veinte años después, refleja la miopía de algunos líderes que, con la estigmatización como herramienta, quisieron relegar a suelo limonense una problemática que hoy desangra al país.
“No recuerdo cuál político de turno en el poder decía que, eso era un problema de allá, de Limón. Yo me reí y le digo a mi esposa: ‘Wow, manada de estúpidos. Cuando esta gente no pueda satisfacer sus necesidades acá, van a ir donde está la carne (droga)’. En inglés dicen ‘what goes around, comes around (lo que haces, se te devuelve, en español)’. Usted no se alegra del mal ajeno”, reflexionó con agudeza don Edwin Patterson.
Tras la ausencia de Kike, su madre se aferró a su religiosidad y a “la resiliciencia” que caracteriza a la familia; asegura Patterson. Sin embargo, Michael confiesa que su mamá no volvió a ser la misma.
“Perdió una gran parte. Ella siempre lo recuerda y dice: ‘antes él me llamaba y me decía esto o lo otro’. Yo con el tiempo lo he superado pero ella no. No le da ganas de cocinar... ya como que perdió todas las ganas de de hacer cosas”, expresó.
“Igual a mi hermano menor le afectó mucho. No le gusta hablar de eso, pero él era como el chineado de Kike, entonces cuando mi hermano ya no estaba, él quedo como: ‘¿Y ahora qué hago?’”, concluyó.
Toledo, tanto como Michael y don Edwin, prefieren no hundirse buscando una respuesta a la muerte tan temprana de Kike Daddy. Lo que sí está en sus manos es celebrar su vida y preservar la memoria, sin importar cuántas décadas pasen.
“Yo y todos los mismos compas, hasta el propio Banton, hablamos de Kike. Todos somos compas, todos crecimos juntos. Que descanse en paz, mi chiquito”, dijo Toledo, con la inusitada ternura que domina su fuerte voz al recordar a su amigo.
