Los últimos tres meses han sido de aprendizaje para Maureen Salguero. Una vez más esta conocida figura de la radio y la televisión costarricense se enfrentó a una prueba, una a la que se sobrepuso permitiéndose sentir dolor e impotencia, así como orgullo y felicidad.
En enero, mientras vacacionaba en Guanacaste, una caída lo cambió todo. No fue solo el dolor insoportable, sino la noticia de que debía de entrar a cirugía y luego a un extenso proceso de recuperación.
En medio de todo, tuvo que recibir ayuda para lo más básico y estuvo un mes lejos de la emisora La Caliente, su trabajo amado y en el que anhela estar cada día.

Actualmente, se recupera de las secuelas físicas: no tiene la movilidad de siempre al caminar, no puede correr y, aunque sube bien las gradas, las baja con dificultad. Su intención es continuar esforzándose para recuperarse del todo y volver a bailar. Ahora mismo, camina sin ningún tipo de apoyo.
“Me siento muy orgullosa de mí misma, muy satisfecha del proceso. Creo que logré lo que me propuse, que era recuperarme en tiempo récord y hacerlo bien, así lo confirman mi fisioterapeuta y el ortopedista”, comentó Maureen.
Con su franqueza característica, la comunicadora y estudiante de la licenciatura de Derecho, admite que el proceso no ha sido idílico. En los últimos meses estuvo a bordo de una “montaña rusa de emociones”.
En este tiempo pasó por el dolor y por el miedo. Con el tiempo se dio cuenta de que hay que armarse de paciencia y mantener la fe, la esperanza y la buena actitud.
Sentimientos
Maureen vivió días de todo tipo. Aquellos en los que tenía ánimo para hacer sus ejercicios, ir a terapia y a sus citas. En otros, se sentía inútil y dependiente de su papá, Daniel Rodríguez, a quien ella siempre procura consentir. Esta vez, Salguero estaba en otra posición y se sentía frustrada.
“La historia lógica de la vida del hijo que cuida al papá se invirtió y me sentía muy inútil. Muchas veces no podía desplazarme o amanecía con el tobillo hinchado, él se encargaba de hacer el desayuno y el almuerzo. Fue una verdadera muestra de amor”, recuerda.
Si bien su padre la hacía sentir acompañada, la impotencia era mucha. Maureen quería hacer actividades que siempre habían sido sencillas para ella, se esforzaba para hacer un poco más y muchas veces no salía como ella esperaba.

Hubo un momento que permanece en la memoria de Maureen y la hizo llorar de una manera muy sentida. En busca de la independencia, se puso a lavar ropa. En ese momento, usaba un tipo de scooter con asiento que la ayudaba a desplazarse.
Logró lavar y secar todo. En diferentes viajes trasladó la ropa hasta el sillón. Luego se puso a doblar todas las prendas y justo cuando había terminado, al intentar ponerse de pie, las torres de piezas cayeron al piso y se desdoblaron.
“A mí me tomaba el doble hacer cada cosa. Que se me cayera la ropa fue muy simbólico porque muchas veces cuando se va avanzando, algo hace que ese avance se derrumbe y haya que volver a empezar con más dificultad. Hice una analogía con mi accidente”, explicó.
Las lecciones
En su proceso, Maureen recibió muestras de apoyo inesperadas en momentos en los que lo más básico se convertía en un desafío para ella. Dice que aprendió mucho en este tiempo. Hoy es más empática con aquellas personas que tienen dificultades para movilizarse, sobre todo en un país que “no está diseñado para ellas”.
Su papá, sus hijas, los compañeros de la radio y sus vecinas estuvieron a su lado.
Además, agradece al dueño del departamento en el que vive por “la gentileza de darle tiempo para poderle pagar”. Unos amigos de un restaurante le hacían llegar ollas con comida.
“Fue un apoyo invaluable desde las personas más cercanas hasta aquellas que me tomaron por sorpresa”.
Sus seguidores de redes sociales le preguntaban cómo seguía, hubo quienes le hicieron llegar el carrito en el que se movilizó el primer mes y los toreros improvisados, con quienes ha compartido en las transmisiones de fin de año, le llevaron una tobillera y medicamentos.
Su proceso ha estado repleto de sorpresas. Aprendió que todas las luchas son importantes.
Son muchas las lecciones que hoy atesora Salguero, de 52 años.
“Este proceso me enseñó que tengo una enorme capacidad y resiliencia para recuperarme cuando me lo propongo. Tuve el propósito firme de recuperarme en tiempo récord por la urgencia de volver a trabajar, atender a mi papá y ser productiva”, comentó.
Y agregó: “Lo que me pasó me enseñó de creatividad y a resolver cosas de maneras que nunca hubiese imaginado”.
Maureen se reintegró a su trabajo cuatro semanas después del accidente (tres posteriores a su cirugía). Cuenta que sus jefes se involucraron mucho y la apoyaron en esa etapa. Por algunos días, sus compañeros la ayudaban a bajar y subir gradas.
“Me llevaban prácticamente en brazos. Este ha sido un recorrido bellísimo de demostraciones de solidaridad, de amor y de empatía. (...) Cuando uno está más frágil es cuando la percepción de las muestras de amor y compañía adquieren un valor especial”, agrega.

“Lo más aleccionador es el hecho de resolver. (...) No soy solo un tobillo, soy un ser humano integral. Me quebré un tobillo, pero traté de no quebrarme el alma ni el espíritu, entonces creo que fue una hermosa oportunidad para aprender que somos más que una circunstancia”.
— Maureen Salguero
Para adelante
Luego de pasar por distintos sentimientos, Maureen reconoce que lo más difícil luego de su accidente fue pensar en faltarle a su papá. Para ella es un propósito cuidar de él y recordarle lo valioso que es.
“Pido a Dios que me dé mucha salud y mucha vida para poder cuidar de papi el tiempo que él necesite. Yo pensaba en mis hijas, pero sé que si mañana falto, ya contribuí a construirles alas de tal magnitud que sé que pueden emprender un vuelo seguro y largo”, dice.
Ahora, las terapias de Maureen son más distanciadas y siente que ha avanzado bien. Pone todo de su parte. Siempre dice que puede, así deba intentar hacerlo de maneras diferentes (como bajar las gradas de manera chistosa, cuenta).
“Falta que se consolide el hueso con la parte metálica: la platina, el pin y los tornillos, y que pueda consolidarse para así terminar de desarrollar el rango de movilidad que todavía no tengo”.
Hoy Maureen, conocida como La Tía, tiene su salud, a su familia, su trabajo y ganas de ejecutar un proyecto con el que siempre ha soñado.“En términos generales, estoy en mi mejor momento. (...) Me siento muy tranquila, muy en paz y muy feliz”.
“Subestimar o menospreciar la situación o el dolor de alguien solo porque alguien la está pasando peor me parece injusto, como injusto también sería no validar el hecho de que hay gente dando luchas mucho más fuertes y desafiantes”.
— Maureen Salguero