De ser el peor año de su vida a ser el mejor de su historia. Esta es la reflexión que le deja al cantante costarricense Esteban Ramírez, voz y mente de la banda Percance, haber dejado atrás a su familia, su casa, su negocio y sus amigos para cumplir un sueño loco en México.
En realidad, toda su historia artística ha estado llena de “locuras”, pero esta es la más grande de todas. Percance nació en sus años de colegio, cuando él y un grupo de compas se aventuró a salirse del canasto y formar un grupo; eso no fue sencillo, pues en un país con una industria musical tan poco desarrollada, crear una banda fue algo épico.
De eso han pasado casi 20 años y detrás de horas y horas de trabajo incansable, de luchas, tristezas, alegrías y reconocimientos, el corazón y la mente de Esteban siguen puestos en la meta de que su música sea coreada por más y más personas, ya no solo en Costa Rica, sino en el mundo.
Hace un año y medio, Esteban tomó una de las decisiones más drásticas e importantes de su vida, irse a vivir a México, para allá darle todavía más alcance a su banda. Los demás músicos de Percance se hicieron a un lado; optaron por otros planes de vida: familias y trabajo, entre otras cosas.
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Pero Esteban, soñador apasionado, insistió en el cambio de país. Vendió el menaje de su casa: muebles, electrodomésticos y hasta su ropa para empacar una pequeña maleta cargada con lo necesario para subsistir.
Su compañero, el trompetista Felipe Sandoval (Sando), fue el único que viajó con él a tierras aztecas, pero no se logró adaptar al cambio y al poco tiempo regresó a Costa Rica. Esteban se afianzó de su sueño y siguió con el plan de formar en México una nueva banda, siempre con el estilo del Percance tico, pero con nuevas canciones.
Así fue que Ciudad de México se convirtió en el nuevo hogar de Esteban: lejos, muy lejos de su natal San Carlos, de su mamá y su familia, del negocio próspero que fundó y de la estabilidad musical que ya había logrado a lo largo de casi dos décadas en nuestro país. Pero nada importa, su meta está fija.
“El sueño infantil de quiero ser famoso y llenar estadios y ser rockstar, realmente no es parte de mi vida hoy. Yo lo único que quiero es vivir de mi arte, no de interpretar canciones, sino de mi arte, lo que yo logro inventar solo con una guitarra, con un papel. La verdad, eso realmente es muy difícil hacerlo en Costa Rica", dijo.
Acostumbrado a pulsearla desde chiquillo, Esteban se fue a México a tocar puertas, a hacer trámites migratorios y legales para trabajar allá, a labrar su camino como una hormiga incansable y, después de mucho esfuerzo, todo está dando fruto.
Ya tiene una banda formada y estable, con músicos que lo llenan artísticamente. Él mismo montó un emprendimiento de mercadería de la agrupación, tiene todos los permisos en forma, ha dado conciertos, estrenó la canción Mae Wey y, por si fuera poco, el fin de semana pasado cantó canciones hechas en Costa Rica ante unas 20.000 personas, quienes las corearon con emoción en la mítica Arena Ciudad de México.
Percance, su nueva versión, fue invitada a ser el acto de apertura de su banda hermana, Los Caligaris, y ahí Esteban y compañía encantaron.
Un percance en solitario: el camino de Esteban Ramírez en México
México es un escaparate para los músicos latinoamericanos. Hay muchas historias de artistas que migraron a ese país para dar el gran salto a la internacionalización, y en ese lote de aventureros hay quienes cuentan sueños cumplidos y otros decepciones. Esteban espera ser del primer grupo, pues se fue con la convicción de luchar pese al entorno altamente competitivo de ese país.
En la canción Mismo lugar, Esteban y Percance cantaron la estrofa: “No ha sido fácil contra el viento, sigo volando en el intento, porque en la vida siempre nos llega la oportunidad”, una frase que se convirtió en premonitoria de lo que ahora el artista vive: sus sueños concretándose, pero también una letra que le recuerda que es apenas uno de sus primeros escalones.
Al rememorar la escena de miles de personas cantando sus temas, con los brazos en el aire y las luces de los celulares encendidas, bailando al ritmo de su voz, Esteban repasa también los muchos años de esfuerzo y le es inevitable llorar de la emoción.
“Es como difícil creer en uno. Yo me siento orgulloso de haber sido valiente, porque es algo que siempre he querido. Es como ir a ganarle a la vida, porque simplemente era algo que sonaba imposible que pasara. No ha pasado, pero estamos cerca”, manifestó el artista con la voz entrecortada.
Esteban creyó en él, en su talento, en su proyecto. Muchos lo trataron de jalar de regreso, de decirle que volviera a Costa Rica porque lo que quería hacer era algo muy difícil de lograr. Pero él se la creyó y más que eso, trabajó.
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El éxito en la Arena Ciudad de México, donde el público ya lucía camisetas y carteles de Percance, no fue producto de la casualidad o la suerte, sino de una labor incansable. Esteban se encarga personalmente de todas las tareas que en Costa Rica delegaba: armó giras buscando locales, se contactó con gente de festivales, negoció contratos, diseñó visuales y hasta se encarga del inventario de la mercadería. En resumen y en buen tico: “es soyla”.
“Nunca había recibido tantos ‘no’ en mi vida”, relató. A pesar de ser reconocido en Costa Rica, al llegar a México “nada de eso vale” y tuvo que lidiar con que, en un país tan grande, la banda era vista como una “miniatura”.
Al verse en el escenario de la Arena, el sentimiento fue de validación y orgullo: “No estaba tan loco, o sea, como que yo siempre lo vi y yo siempre creí en mí”. El músico afirmó que, aunque construyó una historia con sus amigos, el éxito de hoy es por él.
“No es por nadie más, no es que tuve una disquera que me dio plata, no es que tuve un mánager que llegó y me descubrió... Soy yo solo. Y eso nadie me lo va a quitar, y me siento orgulloso, y lo voy a defender porque me lo gané”.
Mae Wey, el manifiesto de solista de Esteban, el de Percance
El proceso de abrazar una nueva etapa en su carrera en solitario -pese a que está acompañado de varios músicos en la banda- y los riesgos que ha asumido se resumen en su canción Mae Wey. Para Esteban, el tema representa “dar un paso al frente”, reconociendo que, de alguna forma, “Percance soy yo”.
“Es el resumen de un espacio de tiempo de mi vida, una fotografía de mi vida donde ya estoy solo, donde tengo que enfrentar las cosas yo, donde estoy asumiendo los riesgos yo, donde las derrotas me las voy a llevar yo, pero las victorias también”, explicó.
Mae Wey es también una carta de amor y agradecimiento a México, país que lo recibió por primera vez en el 2012 con Percance, y el que le está dando la oportunidad de cumplir con la carrera que anhela.
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De cara al futuro, Ramírez tiene clara su meta: no es la fama, sino la sostenibilidad. Su anhelo es vivir de sus propias canciones.
Para el próximo año, Percance cumple 20 años, y el cantante planea seguir contando su historia a través de una nueva canción que lanzará en enero. “No hay otro camino que el brete, mucha gente se queda porque no está dispuesto a pagar el precio de lo que quiere”, reflexionó.
El Esteban que padecía en la soledad de Ciudad de México, hace poco más de un año, lidiando con el inventario de camisetas y los “no” de los mánagers, es el mismo que hoy se siente invencible en tarima. “El escenario es mi lugar. Y ahí me siento un superhéroe y me encanta sentirme así”.
La victoria de Esteban Ramírez no se mide en la cantidad de boletos vendidos, sino en la validación de una aspiración que muchos le dijeron que era imposible. El aplauso de 20.000 personas en México es el eco de aquel “carajillo del colegio” que armó una banda y se negó a ceder ante la adversidad. Es la recompensa a la valentía de un músico que, al verse sin red de seguridad, solo tuvo una opción: creer en sí mismo y demostrar que, en este juego de la vida, a la suerte hay que ganarle con esfuerzo. La breteada no terminó, sigue.