
En junio de 1986, la cinta Laberinto llegó a los cines de Estados Unidos con grandes expectativas. Tenía un presupuesto de $25 millones, una producción dirigida por Jim Henson, con guion de Terry Jones, música e interpretación de David Bowie y una joven Jennifer Connelly como protagonista.
Pero todo salió mal. La película recaudó solo $12,7 millones, fue derrotada por Top Gun y Karate Kid 2, y su debut quedó en el octavo lugar de la taquilla.
A la semana siguiente cayó aún más. La crítica también fue cruel. Un medio la describió como una historia patética, mientras que otros criticaron duramente las actuaciones. Los comentarios afectaron tanto a Henson que nunca volvió a dirigir un largometraje.
Los especialistas de cine no tuvieron piedad. Dijeron que la historia era complicada y vacía, y que no generaba conexión emocional. Las actuaciones también fueron blanco de críticas. Se dijo que Connelly tenía una voz irritante y que Bowie solo caminaba solemne por los escenarios sin aportar profundidad.
Además, el marketing fue confuso. El estudio promocionó la película como apta para niños, pero sus elementos visuales, oscuros y surrealistas, descolocaron a los padres. Nadie supo con certeza si era una fantasía infantil o una historia adulta.
El golpe emocional para Henson fue devastador
El hijo del director, Brian Henson, relató que ese fracaso afectó profundamente a su padre. El creador de Los Muppets pensó que Laberinto era su obra más completa. Había invertido su talento, mezclando títeres, música, fantasía y drama.
El rechazo del público y las críticas negativas le provocaron un sentimiento de derrota. En vida, consideró esa cinta como su único gran error artístico. Murió en 1990 sin saber lo que pasaría después.
En 1987, el estudio lanzó la película en formato VHS, justo cuando ese medio comenzaba a cambiar el consumo de entretenimiento. Tiendas como Blockbuster distribuyeron las copias y los canales de cable la transmitieron con frecuencia.
El público comenzó a descubrirla en casa. Niños que no la vieron en cines quedaron fascinados. Las canciones de Bowie ganaron popularidad con el tiempo. El boca a boca hizo el resto. En el Reino Unido, fue número uno en taquilla durante las navidades de 1986 y superó en ingresos a otras películas de la temporada.
Con el paso de los años, la película se convirtió en un fenómeno cultural. David Bowie reconoció que cada Navidad los niños lo recordaban por su papel de Jareth, el Rey de los Goblins. Jennifer Connelly también recibió muestras de cariño por su rol como Sarah Williams.
Aunque Jim Henson no vivió para ver el éxito completo, su hijo afirmó que llegó a notar cómo el público comenzaba a valorar la obra. Años después de su muerte, Laberinto dejó de ser un fracaso para convertirse en un clásico.
Un legado vivo en el cine, el arte y el público
Desde 1997, miles de fanáticos se reúnen en Los Ángeles en el evento Labyrinth of Jareth Masquerade Ball. Existen miles de historias de fanáticos en línea. También se creó una secuela en manga y productos como los muñecos de Funko Pop han agotado existencias.
El sitio especializado Rotten Tomatoes le otorga hoy un 73% de aprobación. Se analizan sus símbolos, sus mensajes sobre el paso a la adultez y se reconoce su influencia en cineastas contemporáneos.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
