El jueves 14 de mayo, a la 1:50 p. m., falleció el último protagonista de un importante capítulo de la arquitectura costarricense. El arquitecto Jorge Bertheau Odio fue uno de los artífices, junto con sus cómplices Jorge Borbón y Édgar Vargas, de una de las obras arquitectónicas más emblemáticas de nuestro país: la plaza de la Cultura, ubicada en pleno corazón de San José.
Sí, la plaza donde la mayoría de los ticos nos hemos sentado a apreciar la belleza del Teatro Nacional y hemos visto volar a las palomas. Bertheau, Vargas y Borbón fueron visionarios cuando, a principios de la década de 1970, propusieron hacer un hueco en el centro de la capital para construir allí una plaza y, todavía con una idea todavía más loca, hacer bajo tierra el edificio que ahora alberga los Museos del Banco Central.
Bertheau falleció a los 82 años acompañado por su familia y al lado de su esposa, Elisa Oros. “Adoró a mi abuela hasta el último momento; ella era los ojos de él. Murió con una paz increíble. La última hora que estuvo con nosotros estuvo contando chistes, sonriendo y dando órdenes; al final, se fue tranquilo y nos dejó paz”, relató Alfredo Mora Bertheau, nieto del arquitecto.
De acuerdo con un perfil de Bertheau que se publicó en La Nación en 1998, el arquitecto nació el 29 de agosto de 1937. Su madre fue la destacada pintora Margarita Bertheau, así que durante su infancia y adolescencia creció rodeado de arte. Vivió en varios países durante su infancia y también en diferentes casas ubicadas en las cercanías de la Universidad de Costa Rica.
Como arquitecto se graduó en 1965 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y estudió en el Department of Development and Tropical Studies de la Architectural Association en Londres entre 1970-1971, según comunicó la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica en un obituario sobre el fallecimiento de Bertheau.
Fue docente de la Universidad de Costa Rica en la Facultad de Bellas Artes a principios de los años 60; más adelante participó en la creación de la Escuela de Arquitectura en esa universidad hasta lograr su fundación en 1971. Entre 1989 y 1991 fue director de esta unidad académica.
Visionario y valiente
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“Le encantaba el humor negro, sarcástico y con chispa. Siempre tenía una sonrisa; fue una persona muy disciplinada. Recuerdo una frase que heredó de mi bisabuela: 'El papel por sí solo es muy bonito, es perfecto. Si vas a hacer algo en el papel tiene que ser más bello, sino no hay que lastimar el papel rayándolo”, recordó Alfredo Mora Bertheau acerca de su abuelo.
Siempre disciplinado y con buen sentido del humor, Bertheau dejó una amplia huella en Costa Rica. “Hay dos dimensiones para conocer el legado de Jorge Bertheau; por un lado, la parte como diseñador y arquitecto y la otra como docente. Como arquitecto, su mejor ejemplo es esta participación en consorcio (junto a Borbón y Vargas) para el diseño y producción de la plaza de la Cultura, donde fueron generadores de historia desde los planes de diseño pasando por la arquitectura y la ingeniería; ese edificio aglutina una serie de fortalezas”, dijo Virginia Vargas, directora ejecutiva de los Museos del Banco Central.
La directora describió a Bertheau como un visionario en todos los sentidos. “Una persona disruptiva, valiente y a veces más rebelde de la cuenta”, comentó.
“La presencia y participación de Jorge Bertheau en el medio arquitectónico del país y en la fundación de la Escuela de Arquitectura fueron fundamentales. A pesar de que por el momento no se ha manifestado en su totalidad la participación en el ámbito arquitectónico, ya se dará a conocer. Su quehacer en la fundación y establecimiento en la Escuela de Arquitectura debe ser calificado como fundamental”, dijo el arquitecto y pintor Felo García.
García perdió a un amigo leal y un respetado colega. “Compañero excepcional con un toque humorístico característico que nunca lo abandonó. Dentro del medio nuestro, la arquitectura ha perdido un profesional excepcional, su huella nunca se desvanecerá y su personalidad siempre estará presente para todos aquellos que hoy sentimos su pérdida”, agregó.
El arquitecto e investigador Andrés Fernández reconoce que la obra de la plaza de la Cultura es una de las más importantes en el legado de Bertheau, pero explica que su trabajo va mucho más allá.
“El legado es muy amplio en términos generales, no solo como uno de los fundadores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica sino también porque desde ahí él se preocupó muchísimo por una visión social de la arquitectura en términos de la vivienda popular, por ejemplo, y en términos de la mayor utilización de los materiales disponibles en Costa Rica para los proyectos que se hicieran en Costa Rica, algo que es muy coherente con el pensamiento de la arquitectura moderna; es decir, lo que se viene gestando desde principios del siglo XX”, afirmó el especialista.
Fernández reafirmó que el arquitecto tuvo una gran visión de futuro. “Dejó algunos proyectos que lamentablemente no se realizaron como planteamientos para el edificio municipal de San José, el edificio de Rectoría de la UCR, que son proyectos de una calidad excepcional”, aseveró Fernández.
“Su legado no muere con su fallecimiento porque ha motivado a mucha gente a pensar, a reflexionar en la crítica y la autocrítica, que fue algo que Jorge siempre hizo en la cultura, en el aspecto social, en el impacto urbano. Fue un gran pensador de la arquitectura de este país y, por lo tanto, su legado quedará y trasciende en quienes formó y a quienes lo han estudiado. Ha fortalecido la arquitectura y el urbanismo de este país”, externó Ana Grettel Molina, directora ejecutiva del Colegio de Arquitectos de Costa Rica.
Espacio josefino
Como una locura, así fue catalogada la propuesta de construir la plaza de la Cultura y el edificio de los Museos del Banco Central –que resguardan y exhiben las colecciones de oro precolombino, numismática (monedas y billetes) y arte del Banco Central de Costa Rica– debajo del suelo.
“La obra se inició como un edificio de dos pisos, pero luego se hizo bajo tierra. El proyecto costó ¢120 millones y duró 10 años en polémica construcción. Esta fue la primera construcción subterránea de grandes dimensiones en el país y un gran reto para los miles de obreros que participaron en ella”, relató La Nación en un reportaje realizado para conmemorar los 25 años de la construcción en el 2007.
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“Según relatan los documentos históricos, la plaza de la Cultura se inspiró en espacios suramericanos y en grandes centros de arte que son íconos en el mundo”, agrega el reportaje.
En 1976, el presidente Daniel Oduber y el ministro de Cultura, Guido Sáenz, encabezaron el acto de colocación de la primera piedra.
"Tan solo un día después (de la inauguración del Teatro Nacional en 1897), ya los ticos le estaban encontrando pelos en la sopa y empezaron a criticar el edificio del Teatro Nacional porque no tenía perspectiva y no se podía ver bien desde la calle. Más de 80 años después, el proyecto de la plaza de la Cultura tendría como objetivo despejar el costado norte del Teatro para dejarlo visible”, explicó el arquitecto e investigador Andrés Fernández en el libro Punto y contrapunto: La Plaza de la Cultura que publicó en el 2014.
De acuerdo con la reseña histórica de la construcción de la plaza de la Cultura publicada en el sitio web oficial de los Museos del Banco Central, el proyecto de la construcción de la plaza nació en 1973, luego de que el Teatro Nacional fue declarado como Monumento Nacional y la plaza aledaña como de interés público.
“El proyecto arquitectónico original abarcaba dos grandes áreas: la manzana norte y la manzana sur del Teatro Nacional. En la manzana norte se ubicaría el Museo del Banco Central de Costa Rica y en la manzana sur un anexo del Teatro Nacional para 255 personas, un taller de pintura, una escuela de ballet y un amplio salón para ensayos de la Orquesta Sinfónica Nacional. Finalmente, solo se llegó a construir el proyecto planteado para la manzana norte”, explica la información.
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Al principio se ideó un edificio con dos plantas subterráneas y tres niveles de superficie para que no compitiera con el teatro, pero luego de que se demolieron edificios aledaños como el hotel Panamerican, la Botica Mariano Jiménez, Laboratorios Eos, Bazar La Casa, Librería López, Óptica Rivera y el Casiño Español, se evidenció la importancia de dejar descubierta la fachada norte del teatro, así que se tomó la decisión de construir la plaza y el edificio del museo que fuera subterráneo.
“La edificación, hito de la arquitectura costarricense, es la única construcción subterránea del país, la cual fue diseñada específicamente para albergar un museo. Su forma es la de una pirámide invertida y cuenta con tres niveles arquitectónicos que suman 12 metros de profundidad desde el nivel de la calle pública”, explica el sitio de los museos.
La plaza de la cultura fue elegida como uno de los 800 edificios emblemáticos de 80 países (construidos entre 1900 y 1999) del libro XX Century World Architecture Phaidon, de la editorial inglesa Phaidon Press Limited.