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El 16 de octubre de 1987 se estrenó El martirio del pastor . Tres días antes, Óscar Arias era designado como Premio Nobel de la Paz. Así se reconocía un esfuerzo regional de pacificación expresado en el Acuerdo de Esquipulas (agosto de 1987). En aquel contexto –permeado por la polarización ideológica, pero también por un deseo generalizado de cambio– el montaje de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) caló hasta convertirse en un clásico de la escena nacional.
Casi tres décadas después, la CNT remonta el texto de Samuel Rovinski (1932-2013) bajo la dirección de Luis Fernando Gómez. El espectáculo recrea los últimos tres años de vida de Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado por motivos políticos en 1980.
La propuesta de Gómez condensa algunos pasajes del texto original para enfatizar la transformación de un sacerdote conservador en un líder comprometido con la defensa de los pobres.
A pesar de la vigencia que mantiene el pensamiento de Romero, la visión de mundo implícita en el texto de Rovinski –y que atraviesa, a su vez, la puesta de Gómez– debilita la base sobre la que se construye el retrato del mártir salvadoreño. ¿Por qué afirmo esto? Porque en la década de los ochenta, la tensión ideológica generada por los Estados Unidos y la Unión Soviética polarizó buena parte del pensamiento político. Esta lucha entre el bloque “capitalista” y el “comunista” también se desarrollaba en el terreno de las representaciones como un antagonismo de “buenos” contra “malos”.
Esta concepción simplificada sigue presente en la puesta actual de El martirio del pastor . Vemos, en el lado de los “buenos”, a la iglesia revolucionaria y al pueblo oprimido. En el bando contrario, aparecen la iglesia reaccionaria, además de los militares, terratenientes y empresarios. La visión maniquea de los conflictos sociopolíticos de Centroamérica pudo haber funcionado años atrás, pero ahora evidencia sus límites.
En términos del montaje, esta situación hace que algunos personajes terminen convertidos en estereotipos. El nuncio engreído, los militares feroces, el pueblo lloroso o los empresarios prepotentes conforman una tipología restringida.
Aquí es justo reconocer que también apreciamos búsquedas actorales con registros expresivos más amplios y, por lo tanto, verosímiles.
Como resultado de esta desigualdad interpretativa, el espectáculo luce acartonado en algunos pasajes. A lo anterior, se suma una escenografía plantada en el espacio como una masa inmóvil que contradice la naturaleza dinámica de monseñor Romero. El púlpito parece un cementerio desolado y no un ámbito cargado de vitalidad política. Por esto, no es de extrañar que uno de los momentos más potentes del espectáculo se ubique en un video documental que muestra a la sobreviviente de una masacre. En la veracidad de su testimonio, la realidad desborda los límites del espectáculo. Es difícil señalar este punto cuando el Teatro ha asumido, entre otras, la tarea de ampliar los límites de la realidad.
Aunque El martirio del pastor nos invita a reflexionar sobre el mensaje humanista de Óscar Romero, me pregunto si el actual montaje pudo aportarle algo nuevo al texto de Rovinski.
¿Acaso no camina y cambia el teatro junto a la vida? Reconozco que la crítica se construye al lado de los hechos y no desde escenarios hipotéticos. Sin embargo, aventurarse a responder esa interrogante nos obliga a discutir sobre la pertinencia de un teatro con vocación conmemorativa u otro capaz de aportar una voz al debate político de nuestro tiempo. Ambas opciones son aceptables, pero… ¿cuál es la que necesitamos?
Ficha técnica
Obra: El martirio del pastor
Dirección: Luis Fernando Gómez
Dramaturgia: Samuel Rovinski
Producción: Compañía Nacional de Teatro
Asistente de dirección: Sofía Rodríguez
Elenco: Andrés Montero, Leonardo Sandoval, Fernando Vinocour, Wilburg Carvajal, Gerardo Arce, José Manuel Elizondo, Rodrigo Durán Bunster, Elías Jiménez, Johnny Montero, Natalia Murillo, Alonso Venegas, Ivonne Brenes, Gabriela López, Cristian Salazar, William Solano, Ana Clara Carranza, Adriana Alvarado, Mitzi Vindas, Agustín Acevedo, Jonathan Ramírez, Pablo Morales, Heiner Fernández, Madelaine Martínez, Roberto Zeledón, Eugenia Fajardo
Escenografía y utilería: Pilar Quirós
Iluminación y vestuario: Consultores Arándano S.A. / Milo Junco
Video: Mercedes Ramírez
Peluquería: Fernando Soto
Música original: Carlos Escalante
Función: Domingo 28 de setiembre de 2014
Espacio: Teatro de la Aduana