Las crisis financieras son nuestro pan de cada día. Van y vienen en ciclos condicionados por tantos factores que los ciudadanos de a pie optamos por sufrirlas estoicamente, en vez de intentar comprenderlas. Tal fue el caso de Pierre, un panadero francés del siglo XVIII, cuya avaricia y el infortunio de conocer al economista y tahúr John Law lo empujaron —junto a su familia y medio reino de Francia— hacia el despeñadero de la miseria.
Basado en una mezcla de personajes históricos y ficticios, Rubén Pagura nos presenta un unipersonal que, según él, tiene como primer objetivo divertir y luego dejarnos algo en qué pensar. Este prólogo, en apariencia inocente, plantea una declaración de principios sobre su forma de concebir una espectacularidad que, en la práctica, coloca lo ideológico y lo artístico en el mismo nivel de importancia.
Pagura hace gala de su amplio bagaje interpretativo para desdoblarse en los múltiples personajes de la historia. Incluso, domina la manipulación de objetos a fin de construir algunos caracteres secundarios. Además, le abre margen a Rubén —el actor— quien nos recuerda que su trabajo no pretende establecer similitudes entre los especuladores financieros de antaño y el entramado político - económico de hoy. Mientras tanto, sonríe.
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Este mecanismo opera en sentido inverso pues, a partir de una complicidad instalada por su sonrisa, el actor invita a su audiencia a contrastar los hechos pasados y remotos con el presente y la inmediatez. El público asume, entonces, la tarea de “divertirse” o, dicho de otra manera, verter su energía en dos direcciones: el goce y la reflexión. Sin más, el objetivo que Pagura enuncia al inicio se cumple, por igual, en el escenario y las butacas.
Los buenos oficios del intérprete se verifican, sobre todo, en las escenas de Pierre y John. Las transiciones limpias entre personajes y la consistencia de rasgos nos permiten apreciar a un par de hombres muy diferentes, a pesar de compartir el mismo cuerpo. Sumado a lo anterior la administración eficaz de los ritmos, la claridad de la voz cantada y la empática comunicación con el público redondean la faena.
En un espacio casi vacío, los pocos elementos de utilería adquieren relevancia por su potencia evocadora. A modo de ejemplo, un banco de madera deviene navío o tina de baño y una peluca rizada es Madelaine, la esposa de Pierre. Pagura transmuta y resignifica la materia a su alrededor —y su propia presencia— con la honesta sencillez de un niño que disfruta el deseo primordial de jugar.
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Posted by Compañía Nacional de Teatro Costa Rica on Thursday, March 5, 2020
Sin embargo, la dramaturgia flaquea durante el clímax cuando Pierre está cerca de vengarse de Law. La escena se prolonga en un extenso intercambio de acusaciones y réplicas que, luego de un rato, pierden intensidad y sorpresa de cara al inminente desenlace. Los recursos del actor no alcanzan para subsanar las debilidades de la dramaturgia en este pasaje específico.
Al margen de esta acotación, Farandulá faranduló es un espectáculo notable porque denuncia —basado en una sólida teatralidad— los pactos del poder político y el económico para mantener sus privilegios a toda costa. Después de mucho tiempo, Pagura sigue brillando sobre el escenario. Su compromiso con la calidad y la crítica social lo transforman en un artista único e incombustible a quien jamás le faltará audiencia.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección, dramaturgia y actuación: Rubén Pagura
Iluminación: Juan Carlos Rizza
Vestuario: Paola Fernández
Utilería: Lucas Comparetto
Música: Charli Pagura
Espacio: Teatro 1887
Función: 1.° de marzo del 2020