
Una planta carnívora insaciable puede provocar horror, pero también mucho entretenimiento. Little Shop of Horrors (La tiendita del horror), el icónico musical de humor negro, llega al Teatro Espressivo en una producción nacional que equilibra lo siniestro y lo hilarante con gran destreza.
Estrenado el jueves 10 de julio, este montaje es una coproducción entre la compañía OAK y el propio Espressivo, y se mantendrá en cartelera hasta el 27 de julio.
La versión costarricense da nueva vida a una historia que comenzó como película de serie B en 1960. Ganó popularidad en los escenarios off-Broadway en los años 80 con música de Alan Menken y letras de Howard Ashman, llegó al West End, provocó una película de culto en 1986 y desde entonces ha tenido numerosas adaptaciones en todo el mundo.
La trama se sitúa en Skid Row, un barrio empobrecido de Nueva York, donde la floristería Mushnik’s sobrevive a duras penas. El tímido botánico Seymour Krelborn (Patricio Alvarado/Andy Gómez) cambia su destino al exhibir una extraña planta que pronto atrae a una buena clientela. Audrey II, como decide llamarla, no solo trae fama, sino también un insaciable apetito por sangre humana.
LEA MÁS: “Little Shop of Horrors”: un musical que florece con arte, vestuario y talento costarricense
Audrey (Natalia Vargas/Jimena Quesada), compañera de Seymour, es víctima de abuso por parte de su novio, el dentista sádico Orin (Rafael Esteban). Ella sueña con una vida mejor fuera de Skid Row, y su ternura inspira a Seymour a arriesgarse como nunca lo ha hecho.
El dueño de la tienda, el señor Mushnik (Erick Córdoba), también se deja seducir por el éxito y adopta a Seymour como su protegido.

La planta cobra protagonismo gracias a la voz de Winston Washington y la manipulación de Johnny Howell, en un trabajo que destaca tanto por lo técnico como por su expresividad. El coro griego, interpretado por Chochi Montero (Chiffon), Sol Salas (Ronnette) y Anushka Barazarte (Crystal), aporta ritmo y comentario social en clave de soul, reforzando la atmósfera retro.
Esta versión local acierta al presentar el trasfondo de desesperanza y ambición con guiños cómicos, tomando algunas licencias en el libreto que conectan bien con el público. La puesta en escena, diseñada por Róger Robles, evoluciona junto a la historia y refuerza visualmente la transformación de los personajes, consumidos poco a poco por la codicia.
El ritmo narrativo es ágil, en especial en el primer acto, donde se aprecia un balance entre comedia física, absurdo e ironía. Tras el intermedio, la energía se sostiene, aunque se percibe un ligero cambio de cadencia. Las interpretaciones vocales podrían asumir aún más riesgo para igualar la intensidad de lo que ocurre en escena, especialmente en los momentos de mayor tensión dramática.
La dirección y producción creativa de Patricio Alvarado logran que esta propuesta sea cercana y digerible, sin perder la esencia oscura del musical original. Como Audrey II, el teatro musical en Costa Rica también está creciendo, y Little Shop of Horrors es prueba de que hay apetito —y talento— para historias que combinan lo luminoso y lo macabro.
LEA MÁS: ‘La Anunciación’, de Paul Claudel: un montaje rodeado de incógnitas en la Universidad de Costa Rica
El show de ‘Little Shop of Horrors’
Fecha: Hasta el 27 de julio.
Lugar: Teatro Espressivo.
Producción: OAK Productions y Teatro Espressivo.
