Durante años, el bajista de Guns N’ Roses, Duff McKagan, vivió inmerso en los excesos del rock and roll: giras interminables, adicciones y una rutina que rozaba lo autodestructivo. Entre todo eso, hubo un detalle que pasó desapercibido, pero que tuvo consecuencias graves: no bebió agua durante más de una década.
En 2023, McKagan, de 61 años, recordó en el programa Rock & Roll Road Trip cómo su salud colapsó tras años sin hidratarse. Conversó con Sammy Hagar, exvocalista de Van Halen, y rememoró los momentos más oscuros de su adicción. “Literalmente no tomé un vaso de agua durante 12 años”, dijo con contundencia.
“Mi cuerpo estaba fallando, mi cabello se estaba cayendo”, recordó McKagan al describir el deterioro físico causado por sus excesos. A los 28 años, pensaba que no llegaría a los 30. En ese momento, la idea de “vivir rápido y morir joven” no le generaba temor. Todo cambió una mañana. Despertó con lo que creyó que eran simples gases, pero se trataba de algo mucho más grave.
“Mi páncreas se había reventado. Ese era mi límite”, relató McKagan al evocar uno de los momentos más críticos de su vida. El órgano se inflamó hasta alcanzar el tamaño de una pelota de rugby y terminó por romperse. Las enzimas digestivas comenzaron a filtrarse en su organismo.
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El dolor fue tan extremo que llegó a rogarle al cirujano que lo matara. Ese episodio puso en riesgo su vida y marcó un antes y un después. Funcionó como una señal de alerta que lo obligó a replantearse su manera de vivir.
A raíz del colapso de su salud, McKagan debió someterse a una extirpación de páncreas. Recordó que su madre, quien tenía Parkinson, lo visitó en el hospital en silla de ruedas y lloró al verlo conectado a tubos. “Me veía desde arriba de la cama”, dijo.
Al recibir el alta, le ofrecieron rehabilitación. No la necesitó. Ya sabía que había tocado fondo. Aseguró que su vida cambió por completo desde entonces.
En una entrevista reciente con el programa Hardtalk de la BBC, McKagan describió ese episodio como “una verdadera llamada de atención”. Fue la primera vez en más de una década que tomó agua. Ese gesto marcó el inicio de su recuperación.
“Pensé que, como mínimo, le haría las cosas bien a mi madre. Intentaría estar a la altura y ser un buen hijo. Eso impulsó mi ascenso”, expresó. Aseguró que no solo el dolor físico lo motivó a cambiar, sino también el deseo de reparar el vínculo con su familia y dejar atrás el caos.
