Para ganarse el sustento, cuatro músicos se posan todos los días en un rinconcito del bulevar de la Avenida Central, en San José. Dos son los dueños de la marimba, otro hace retumbar el tambor y una más, mientras baila, le pone todo el sabor al güiro.
Con su música, el cuarteto alegra a los transeúntes, y si hay una monedita para reconocer su talento la agradecen, aunque en verdad son más felices con el aplauso.
Con San José como escenario improvisado, el grupo Marimba Corobicí se gana el pan con música, haciendo que para Teodoro, Rigo, Armando y Luci -los integrantes del grupo- todos los días sean el Día del Artista Nacional.
Es sentencia y realidad, no solo el 20 de agosto es su celebración. Estos cuatro músicos rinden tributo a la cultura con su honorable y rítmico trabajo.
“Siento que al artista nacional lo han dejado algo olvidado, porque no nos dan el mérito que merecemos, pues hacemos grande a Costa Rica con el granito de arena que aportamos a diario”, dijo Luci con orgullo.
La capital está llena de estas historias, de artistas que usan las calles josefinas como si fueran tarimas o galerías de exposición a cielo abierto: hay músicos, cantantes con pistas, artesanos, bailarines, payasos… De todos ellos es también el Día del Artista Nacional, incluso si no son ticos, porque Costa Rica es un crisol de culturas que, a lo largo de la historia, nos han alimentado para llevarnos a ser el país que somos.
Sobre el bulevar encontramos algunas de esas historias: un par de amigos jóvenes que con un saxofón y un bajo interpretaban boleros y hasta música pop. Sofía Piedra y Santiago Ramírez, de San Carlos y Heredia, se juntaron este año para alegrar la capital con su música; ambos son estudiantes de música y llegan a San José con el fin de amenizar el ambiente.
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“Yo soy familiar de músicos, me parece importante celebrar este día porque es demostrar nuestra identidad”, dijo Sofía antes de tomar su instrumento y tocar Perfume de gardenias, de la Sonora Santanera, pieza que logró que una señora le pusiera un billete en el estuche de su saxofón.
Más adelante, dos extranjeros también mostraron su arte en la calle. El venezolano Fabián Orozco tenía a varias personas a su alrededor, encantadas con su interpretación al violín de Con te partirò; mientras que Misael, oriundo de Salvador Bahía, la tierra del capoeira, mostraba su talento con las manos al elaborar rosas y hasta colibríes a punta de hojas de palma.
Un colorido payaso también se robó las miradas de los caminantes. Él, sonriente, vendía globos con formas de corazón y espadas a quienes pasaban cerca suyo. En otro sector, una estatua humana hizo las delicias de los pequeñines, quienes le ponían monedas en una lata para que hablara de manera curiosa… “¿Cómo lo hace?”, se preguntó una niña asombrada.
Y así, en el Día del Artista Nacional, San José festejó con la gente de a pie, honrando la cultura y la labor de quienes con su talento forjan y engrandecen la cultura tica.
El arte se tomó a San José
El grito de “¡A mil, a mil los tres pares de medias!” se vio opacado por varios güipipías de jóvenes vestidos con trajes de campesino, quienes alegres bailaban al son del Punto guanacasteco. Unos adoquines más adelante, la señora que cargaba con las bolsas del mandado se detuvo a tomar videos de tres actrices que la rodearon para abrazarla, mientras que la mamá que llevó a su hijo a una cita médica aprovechó la hora del almuerzo para que el niño disfrutara de un libro en un bus transformado en biblioteca. Así fue como San José dejó a un lado su bullicio y el corre-corre para celebrar el Día del Artista Nacional.
Pasadas las 10 a. m. el bulevar de la Avenida Central se veía como todos los días: decenas y decenas de personas pasaban viendo, pero sin detenerse a mirar nada. Unos pensando en las compras del día, otros en las citas en el hospital o en cuál era el mejor camino para llegar a sus trabajos; sin embargo, unos minutos después, la cultura se apropió del camino y de su atención.
Un grupo de jóvenes de baile folclórico, acompañados por actrices de la Compañía Nacional de Teatro, se robaron la atención. Con sus bailes y sus sonrisas supieron detener el tránsito de algunas personas que apreciaron y aplaudieron su talento.
En la Plaza de la Cultura, un bus convertido en biblioteca atrajo a grandes y pequeños curiosos, quienes dejándose encantar por libros maravillosos escaparon por un rato del barullo capitalino.
En otro escenario sin tarima, un grupo de bailarines de música urbana mostró sus mejores movimientos con la estatua de La Chola como testigo. Fotos y videos iban y venían, mientras los artistas no podían ocultar su emoción de poder expresarse libremente y ser reconocidos por ello.
Al cierre de nuestro recorrido, la música no faltó, y qué mejor que disfrutarla con el talento joven de la Banda de Conciertos del Colegio La Salle, que se tomó el Anfiteatro Fidel Gamboa del Centro Nacional de la Cultura con un magistral espectáculo. Piezas como Uptown Funk y piezas de películas como Aladdin y Star Wars fueron parte de su repertorio.
Así fue como, en media calle, los artistas pintaron su día, adornándolo con gracia y lindas melodías.