
En medio del dolor, la incertidumbre y el miedo, un rayo de esperanza iluminó a Gabriela Vásquez y su familia: Hanna, una de sus perritas de apoyo emocional, regresó a casa.
Su rescate no fue producto del azar, sino del trabajo colectivo de una comunidad movida por el amor y la empatía en una situación compleja donde quien pierde a su mascota puede, encima, ser víctima fácil de estafas.
Hanna, una pequeña Pomerania, fue robada junto a su compañera Milu el pasado jueves 15 de mayo, durante un violento asalto en Cartago.
Cuatro sujetos armados irrumpieron en la vivienda, rompieron ventanas, forzaron puertas y sustrajeron bienes materiales, incluyendo a las dos perritas, que son más que mascotas: son parte de la familia y un pilar emocional para su dueña.
Una semana después del crimen, Milu apareció en Cahuita, Limón, el 22 de mayo. Pero Hanna seguía desaparecida.
Entonces comenzó una intensa movilización liderada por la plataforma Guardianes de Perros, una comunidad con más de 136.000 seguidores en Facebook que, desde hace seis años, trabaja para ayudar a familias a encontrar a sus animales desaparecidos. No solo trabajan con casos de perros: gatos también.
Ericka Martínez, vocera de Guardianes de Perros, explicó que gracias a la difusión estratégica en redes sociales, el acompañamiento emocional a la familia y el esfuerzo conjunto de decenas de personas directamente involucradas, fue posible descubrir que Hanna estaba en Curridabat.
Cuando trascendió en las noticias que Milu había aparecido, empezó el trabajo en redes sociales. La tarea tenía la complejidad adicional de ser un caso muy mediático, dijo Martínez.

“Nos organizamos unas 150 personas para compartir simultáneamente una publicación clave sobre Hanna. Todos alineados. Usamos palabras cuidadosamente elegidas, sabíamos que cada detalle contaba. Hanna, además, padece una enfermedad, por lo que encontrarla era urgente”, contó Martínez.
La persona que tenía a Hanna se comunicó y mostró pruebas gráficas que permitieron confirmar la identidad de la perrita, explicó la vocera.
El reencuentro fue este sábado y se realizó de manera respetuosa y cordial, con la mediación y guía de Guardianes de Perros.
“Nunca intervenimos en los rescates. Nuestro papel es orientar a las familias, cuidarlas emocionalmente y alertarlas sobre estafas. En este caso, lo humano fue lo más importante: motivamos, empoderamos, y la comunidad respondió”, relató Martínez.
Si alguien pierde a su mascota, indicó, lo primero que Guardianes de Perros hará es indagar cómo se perdió y poner a la familia al tanto de los estafadores.
Pasados tres o cuatro días del suceso, ella explica que las personas bajan un poco la guardia y, justo ahí, es cuando el grupo interviene para levantar la moral.
Esto es clave: en medio de la desesperación, es cuando empiezan las llamadas de quienes buscan aprovecharse. Sin embargo, si alguien dice tener a la mascota, pero no da pruebas (fotografías o videos), es una estafa segura, explicó.
Costa Rica tiene una inmensa comunidad de personas que aman y respetan a las mascotas y se solidarizan con el dolor del prójimo. Esto es un mérito de muchas personas, fue un gran trabajo de muchas personas, Guardianes tienen eso de que trabajamos unidos y nos apoyamos. Cada caso lo hacemos nuestro.
— Ericka Martínez, Guardianes de Perros
Solidaridad en línea
Este caso se convirtió en ejemplo de cómo la solidaridad puede revertir situaciones traumáticas, aseguró Martínez.
“En medio de una crisis personal tan fuerte, lo que permitió el final feliz fue la fuerza de la comunidad. Trabajamos desde la solidaridad y la comunidad”, recalcó.
En Guardianes de Perros se reciben unos 30 casos por día. No todos se pueden publicar, pero a cada familia se le ofrece una estrategia para actuar por cuenta propia, sin caer en desesperación o engaños.
“Cuando alguien pierde a su mascota, entra en crisis, y ahí es cuando aparecen los estafadores. Nosotros trabajamos desde el respeto y la experiencia”, explicó la vocera.
Al cabo de años en esta labor, Martínez enfatizó que en Costa Rica hay una red inmensa de personas dispuestas a ayudar, a compartir una publicación, a levantar el ánimo de quienes sufren y, sobre todo, a no rendirse.
“Este caso dejó una lección clara: cuando hay comunidad, hay esperanza. A veces la gente no cree que esto puede pasar, que existe este sentimiento de apoyo y ayuda, de poder entregar a las mascotas. Pero sí existe”, explicó.