Un informe divulgado este lunes por el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) de la Universidad Nacional destaca un factor de riesgo sísmico significativo para el Valle Central, tras el sismo de magnitud 4,1 que sacudió la capital el viernes pasado.
Ese día, a las 12:45 a.m., un temblor con epicentro en las cercanías de barrio Tournón sacudió prácticamente toda la Gran Área Metropolitana y algunas de las ciudades más importantes: San José, Alajuela, Heredia y Cartago.
Al ocurrir a tan solo cuatro kilómetros de profundidad, la radiación de alta frecuencia emitida por la fuente sísmica generó una fuerte aceleración del suelo, que fue percibida y reportada por la población a través de las redes sociales, precisa el documento.
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“Incluso, el paso de las ondas sísmicas fue registrado, como nunca, por un gran número de cámaras de vigilancia distribuidas en diferentes partes del Valle Central”, señala el análisis.
A las 11 a. m. del 23 de agosto, se habían registrado 14 réplicas, con la mayor de una magnitud de 3,1 grados.
El estudio revela que zonas de alta sismicidad coinciden con áreas densamente pobladas, un hecho que incrementa sustancialmente la exposición de la población a futuros eventos sísmicos, ya que el evento del viernes representa el sismo más grande que se haya registrado en la gran área metropolitana en la era instrumental sismológica moderna.
Muchas personas sobre un subsuelo inquieto
La principal preocupación planteada por el informe es esa superposición espacial entre las zonas de mayor actividad sísmica y las áreas de alta densidad poblacional.
Por ejemplo, el mapa de densidad sísmica muestra un aumento en la recurrencia de eventos hacia el sur y sureste de San José. Precisamente, señala el Observatorio, el mapa de densidad poblacional evidencia que los sectores más urbanizados, como el cantón central de San José, se localizan justo sobre estas zonas de alta sismicidad.
Según el documento, en el área de estudio (Valle Central) habitan en promedio 2.114 personas por kilómetro cuadrado y esa misma superficie sufre una afectación de 2,39 sismos por kilómetro cuadrado en promedio.
Esto se traduce en que, dentro de cada kilómetro cuadrado afectado por un temblor, habitan al menos 884 personas.
Costa Rica es una nación altamente sísmica, registrando un promedio de 35 a 40 sismos diarios, aunque solo 3% de estos son percibidos por la población.
Sin embargo, dice Ovsicori, la región central del país, en particular, se caracteriza por una alta tasa de microsismicidad. Toda esta actividad resultado de una compleja interacción entre las placas tectónicas de Cocos y del Caribe.
La subducción oblicua de estas placas, junto con el movimiento lateral del antearco costarricense hacia el noroeste, genera una intensa deformación en la corteza superior del territorio, advierte el Observatorio.
A eso se suma, según el reporte, la incorporación de montes submarinos, todo lo cual genera una deformación intensa en la corteza superior, caracterizada por sismicidad abundante y reactivación de fallas preexistentes.
Además, esta deformación sísmica no se concentra en una sola falla, sino que se distribuye en una amplia zona de corte conocida como el Cinturón Deformado del Centro de Costa Rica (CDCCR), una franja difusa de deformación activa de capas inferiores del subsuelo donde coexisten fallas normales, inversas y de deslizamiento lateral debajo del Valle Central.
¿Y cómo se percibe todo ese análisis en la superficie? Durante los últimos 15 años, el OVSICORI-UNA ha registrado aproximadamente 2.300 microsismos con magnitudes locales entre 0 y 3,0 en las fallas del CDCCR.
De todos modos, ese bajo momento sísmico acumulado por lo bajo de las magnitudes, sugiere la ausencia de rupturas mayores recientes en los últimos 15 años, pero no descarta la posibilidad de futuros sismos moderados a fuertes en la región.