Cinco capibaras —el roedor más grande del mundo— fueron decomisadas el 22 de mayo en un operativo de control vehicular realizado en Orotina, Alajuela.
El hallazgo sorprendió a las autoridades: se trataba de un macho, una hembra y tres crías transportadas ilegalmente junto a 60 dosis de crack, marihuana, espuelas plásticas y dos armas blancas.
Los sujetos detenidos, con amplio historial delictivo, enfrentan cargos no solo por delitos relacionados con drogas y armas, sino también por lo que sería el primer caso documentado de tráfico ilegal de capibaras en Costa Rica.
Las capibaras fueron trasladadas al centro Rescate Wildlife Rescue Zoave, en La Garita de Alajuela, donde actualmente cumplen una cuarentena obligatoria para evaluar su estado de salud. Sin embargo, uno de los animales no logró sobrevivir, víctima del maltrato recibido antes de su rescate.
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¿Cuál será su destino?
Dado que esta especie es exótica y considerada invasora en Costa Rica, su presencia representa un dilema legal y ecológico.
En muchos casos similares, los animales podrían ser sacrificados para evitar riesgos ambientales.
No obstante, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) anunció el viernes que no será necesario sacrificarlos, siempre y cuando superen la etapa de cuarentena en condiciones óptimas.
“El centro cuenta con las condiciones idóneas para mantener a estos animales bajo vigilancia, atención y con los estándares requeridos”, aseguró la institución.

Actualmente, el centro de rescate ha intensificado los cuidados, especialmente con una capibara hembra que presenta una lesión en los ligamentos de una de sus extremidades.
La atención incluye terapia con láser, aplicaciones de frío y monitoreo conductual y nutricional, según explicó Isabel Hagnauer, médico veterinario y vocera del centro.
“Este tipo de tratamientos no invasivos están demostrando buenos resultados en animales silvestres. La capibara responde bien a la rehabilitación y al entorno enriquecido donde se encuentra”, comentó la especialista.
Mientras tanto, los otros tres ejemplares muestran señales de adaptación positiva: comen adecuadamente, exploran el recinto y presentan conductas compatibles con el bienestar animal, según el equipo técnico del centro.