Alejandro Arias Monge, mejor conocido como Diablo, no solo es uno de los fugitivos más escurridizos de Costa Rica: ahora también es objetivo prioritario para la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA).
Este miércoles, esa agencia policial estadounidense anunció una recompensa sin precedentes: $500.000 para quien brinde información confiable sobre su paradero.
Esta cifra, superior a los ¢254 millones al tipo de cambio actual, lo coloca al nivel de figuras del crimen transnacional y marca un hito en la historia judicial costarricense. Fuentes policiales consultadas por este medio sostienen que, en las últimas tres décadas, nunca una organización federal estadounidense había ofrecido dinero por un presunto delincuente.
Desde que se tienen registros, el principal señalamiento administrativo había sido contra Gilbert Hernán de Los Ángeles Bell Fernández (alias Macho Coca), considerado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, como uno de los más grandes traficantes de droga de Costa Rica, conocido, dice, por la violencia con la que opera.
Sin embargo, el del Diablo es el señalamiento penal más importante, pues no hay registros de una recompensa millonaria a cambio de la captura de algún criminal tico.
Pero ¿quién es este hombre, cuyas operaciones han dejado una estela de sangre y miedo en Limón, el Caribe norte y la zona norte del país?
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Arias no era tan conocido en Costa Rica, sino hasta el 28 de octubre del 2016, cuando salió de prisión tras cumplir prisión preventiva por dos homicidios. Su libertad no significó un retiro del crimen, sino más bien un salto en su carrera. En aquel momento, las comunidades de Cariari, La Rita, Roxana, Jiménez y Guácimo en Pococí reportaron un repunte de crímenes violentos: robos a camiones, fincas y comercios.
En marzo del 2019, el OIJ lo identificó como cabecilla de una banda que había robado más de 200 reses en menos de un año. Aunque se logró la captura de varios de sus subalternos, Arias escapó una vez más, gracias a un sofisticado sistema de alertas que lo mantenía siempre un paso adelante de las autoridades.
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Diablo y sus allegados no ocultaban su poder. Fotos en redes sociales mostraban armas automáticas, fajos de dinero y mensajes amenazantes. Incluso él llegó a ofrecer recompensas millonarias por asesinar a criminales rivales. La situación escaló a niveles alarmantes en setiembre del 2020, cuando se filtraron audios donde Arias ofrecía hasta ¢5 millones por cada policía asesinado.
A su historial criminal se le debe agregar la rivalidad con otro criminal conocido como Pechuga, derivada de conflictos personales y de poder. Esto desató una ola de atentados que dejó al menos cuatro muertos entre 2019 y 2020.
A partir de entonces, su nombre se convirtió en prioridad para todas las policías de Costa Rica, pero en los operativos nunca lograron atraparlo.

Desde 2021, las autoridades documentan que la red de Arias se ha ramificado más allá de Pococí. Tiene presencia activa en Venecia, Aguas Zarcas y Florencia, en San Carlos; y en Penshurt, Valle La Estrella y Bananito, en el sur de Limón. Su influencia también llegó a Guanacaste, donde este 2025 fue capturado uno de sus principales aliados.
Una marca en el mundo narco
Según el director del OIJ, Randall Zúñiga, Arias inspiró una estrategia tomada directamente de la televisión. Al estilo de la serie Tulsa King, los grupos criminales de Limón y Pococí utilizan la “marca Diablo” como una franquicia para operar en otros territorios.
“No son sucursales, es gente que hace su propio negocio por aparte, pero bajo su nombre. La marca impone respeto y permite montar operaciones de narcotráfico sin ser parte directa de su red”, explicó Zúñiga.
Aunque muchos criminales actúan en su nombre, no todos están en su “planilla”. La intimidación y la reputación de Arias funcionan como capital simbólico para tomar control de nuevos mercados.
Michael Soto, subdirector del OIJ, explicó que Diablo se mueve en sectores montañosos de la frontera con Nicaragua, cerca de la Reserva Biológica Indio Maíz. Se trata de una zona de difícil acceso, donde las autoridades costarricenses no pueden operar.
“Se meten para allá porque no podemos pasarnos y, cuando nos vamos, vienen”, detalló Soto.
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Corrupción y fuga de información
El poder de Arias se ha extendido incluso a cuerpos policiales. En 2019, fue capturado un cobrador suyo junto a un agente del OIJ, quien posteriormente fue despedido por fuga de información. La pareja y familiares de Diablo también han sido detenidos, pero liberados posteriormente bajo medidas cautelares.
En 2022, el exministro de Seguridad Pública Jorge Torres afirmó que este criminal “penetró” los cuerpos policiales.

Sobre la posibilidad de capturar a Arias y sus cómplices, el entonces ministro indicó que era posible, pero que se requería un trabajo de inteligencia y que pocas personas manejen la información de los movimientos policiales para dar con su paradero.
“Sabemos que se ha metido la corrupción y cuando la Policía se está moviendo ya él sabe, entonces tenemos que verlo con inteligencia, tenemos que verlo diferente y no puede estar involucrado todo el mundo”, manifestó.
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Sobre la penetración de este hombre a los cuerpos policiales, Michael Soto admitió que la corrupción ha dificultado la captura.
“Hay problemas en todos los cuerpos policiales del país, y eso hay que decirlo como es”, afirmó.
Este miércoles, el anuncio de la DEA agregó una estrategia más para su captura. Con medio millón de dólares en juego, Soto apeló al cínico código del crimen organizado: “La traición es parte de ese mundo. Estoy seguro de que este sujeto está temblando. Va a empezar a preguntarse quién lo va a traicionar. ¿Un amigo? ¿Un familiar? ¿Un cómplice?”
La DEA manejará directamente la información, garantizando el anonimato del colaborador. Ninguna institución costarricense tendrá acceso a los nombres.